Durante más de 24 horas, Santa Clara vivió su propia pesadilla. La de una tormenta demasiado larga; la del viento que aullaba contra ventanales; la del pino de más de 100 años que únicamente en Irma encontró a una rival de miedo.
Lo de Santa Clara, claro está, no se compara con la angustia de la costa norte. Allá la gente perdió tanto que ese tipo de cosas no habrían de sucederle a nadie, y menos a los que nacen y, desde el primer minuto, respiran mar.
Imágenes del recorrido por Santa Clara tras el paso de «Irma ». (Foto: Carolina Vilches). |
Sin embargo, los de la capital provincial despertaron en una ciudad menos verde. Muchos de los «gigantes » de Santa Clara cayeron bajo las ráfagas. Techos y muros se quebraron bajo el peso de laureles, cipreses, majaguas y flamboyanes. Obstruyen el paso, asombran a la gente y sirven de campo de juegos a los chiquillos que, por primera vez, suben sus ramas.
Parque La Pastora y los alrededores del Cabaret El Bosque. (Por: Carolina Vilches). |
«Mire eso, yo tengo 78 años y ese árbol existía desde mucho antes. Me parece que se me murió un viejo amigo ». Luciano cruza los brazos sobre el abdomen y se inclina hacia atrás, como para contemplar el desastre en todos sus ángulos. Ha vivido, desde siempre, a 15 metros del conocido parque de La Pastora.
Desde el 2001, Santa Clara no sabía de huracanes. El Michelle pasó feroz, pero 16 años tienden a disipar las memorias. Y aunque amanecimos a oscuras y menos «verdes », y el nombre Irma posiblemente se proscriba desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí, nadie, en el Centro de Cuba, llora hoy a uno de los suyos.