
Es un sitio diferente, pero apenas extrañan el olor, a veces a humedad y a encierro, propio de las aulas de entonces. Algunos muestran rostros de acostumbradas travesuras y se percibe una alegría contagiosa en la mirada dirigida a los maestros, los libros y los medios audiovisuales.

Todavía es temprano y los pequeños, con uniformes no usuales, llevan su pañoleta y recuerdan la escuela que perdió el techo y el mobiliario docente. No hay para más: asumir el improvisado escenario para no retardar las clases.
Tania Conte Rodríguez, la directora del centro, es una morena gruesa que permanece con frecuencia en la instalación, en la cual lleva 18 años de magisterio. Hoy, al transcurrir los días, no sabe con exactitud si en el momento de la infausta noticia colocó una mano en la cabeza y otra en la boca en señal de asombro. No puede explicar cuál de las dos primeras reacciones tuvo, pero siempre descubrió lo que vendría después.
La escuela primaria Carlos Manuel Casanova Alonso, en La Panchita, perdió por completo la cubierta, y mesas y asientos quedaron deteriorados.
Una semana después de los vientos huracanados de «Irma », en el poblado costero de Corralillo, dañado severamente, nada se interrumpe. Las viviendas averiadas, la electricidad perdida y las embarcaciones hundidas se restituyen a partir de abrazos extendidos, solidaridad y altruismo diario.
Vecinos de la localidad, una de las más golpeadas por los vendavales del ojo del ciclón, cedieron portales y moradas para continuar las sesiones docentes. Conte Rodríguez recorre los cuatro locales familiares donde 64 estudiantes, de preescolar a sexto grado, continúan las reuniones docentes. María Antonia Borges Corzo, otra maestra, da clases en la casa de Anay León, y hasta Nubia Hernández Galindo, jefa de ciclo, prestó el hogar. Es la actitud sin igual del cubano ante muchas carencias.


El jueves en la mañana, cuando eléctricos de Pinar del Río se adentraban en la comunidad, ya llegaban planchas de fibrocemento, tipo canelones, de una escuela del municipio que no presta servicios.
Ahora, a seguir adelante y recuperarse de los golpes de la naturaleza para devolver a los niños su inconfundible alegría.
Tierras dispersas
Al nordeste villaclareño, en Corralillo, hay 36 km de costa y otros seis de playas. La posición geográfica ubica al territorio entre los sitios más azotados por la naturaleza. Dicen, incluso, que el huracán viró de manera brusca su rumbo frente a Bahía de Cádiz. Imagino los ramalazos de viento y las lluvias cortantes. Los árboles y casas confortables, aledañas a las carreteras, son mudos testigos. Muchas de sus partes están cercenadas. Ahora recuerdo con mayor nitidez aquellas devastaciones dejadas por el «Kate » (1985) y «Michelle » (2001), al tiempo que en la actualidad ya cuantifican pérdidas totales.

Desde el Consejo de Defensa Municipal, su presidente, Aramel Rodríguez Bermúdez, precisa que 2200 viviendas fueron afectadas. Los derrumbes totales y los parciales, así como los daños en techos y edificios multifamiliares son considerables, esencialmente en La Panchita y Corralillo urbano.
El ciclón se mantuvo allí durante largo tiempo y con elevada magnitud, pero trajo poca lluvia. No obstante, hasta la presa Palma Sola, en extremo seca, consiguió rebasar los cinco millones de m3 de agua. En los ocho consejos populares no quedó nadie desprotegido y se tomaron las medidas de precaución orientadas. Las bases de Campismo y el hotel Elguea recibieron estragos. Son superiores en El Salto, con un 98 % de las cubiertas averiadas y más de un millón de pesos en pérdidas por el deterioro en una instalación con capacidad de 1406 vacacionistas por semana. Con recursos propios allí rehabilitarán, al término de octubre, unas 50 cabañas, y luego continuarán enfrascados en resolver parte de los estragos restantes. Con el auxilio de fuerzas de Guantánamo y Santiago de Cuba, en el litoral norte se recuperan de los daños causados por los vientos.
En Ganuza son minoritarias las mermas y tienen 41 biplantas a punto de recuperación, mientras en Sierra Morena también laboran con celeridad para ganar tiempo y prestar servicios confortables. Limpieza de áreas verdes, de desechos sólidos, y restitución de techos perjudicados tienen en vilo a los trabajadores del ramo. El moderno caney, de Comercio y Gastronomía, y los muelles en El Salto pasaron al olvido. Ahora, como en otras partes, a comenzar de nuevo, pero con bríos renovados.
A pesar de las adversidades que dejan atrás en sus respectivas viviendas, mujeres y hombres de allí sienten satisfacción porque la playa no se dañó: la naturaleza, impredecible siempre, retornó arena extraída de áreas contiguas y las depositó en sitios costeros de esa instalación.

¿Cómo?
¡Sí!, puede sorprenderse, pero encontrará largos bancos de arena despojados de suciedades. Mire que batallamos para traer arena aquí, pero siempre fue una cosa o la otra, y ahora un infortunio concedió la gracia, afirmaron algunos pescadores habituales de allí.
Entre un golpe y otro, sin detener la prestación de los servicios, directivos del sector informaron que las bases Minerva, Arco Iris y Río Seibabo reciben en la actualidad a visitantes, con lo cual mantienen ofertas a veraneantes hasta que se restablezca el litoral norte.
Rumbo al mar
Las ráfagas que soplaron del norte-oeste-sur-este estremecieron en la tarde del sábado 9 de septiembre el poblado de La Panchita y su zona de litoral. Similar ocurrió en territorios de esa región. Los centros de acopio de capturas de langosta y especies de escamas en La Escoba y El Mosquito, confortables luego de una reconstrucción, fueron «chapeados » o barridos, como dicen algunos lugareños.

Las embarcaciones colocadas en protección o recalo en cayo Culebra también fueron afectadas, al extremo que cuatro terminaron hundidas, y después se rescataron en reflotes manuales, faena que llevó un esfuerzo sobrehumano de pescadores y trabajadores del sector.
Algunas de las 16 embarcaciones (nueve escameras y siete langosteras) se hicieron otra vez a la mar para recuperar artes de pesca y recursos materiales, y calcular todos los desarreglos posibles. Las cuatro máquinas rodantes sobre el agua, antes sumergidas, ya reciben el mantenimiento adecuado por parte de personal especializado y sus respectivas tripulaciones.
«El laboreo anónimo de captura no se detendrá », dicen con optimismo, y lo aseguró Rigoberto Román Rodríguez García, director del establecimiento Pamar, en La Panchita. A pesar de los días que pasaron sin capturas, y de afectaciones materiales en nasas (jabucos entretejidos con mallas metálicas) y otros avíos, improvisan jaulones con techos de guano de cana para la protección del crustáceo marino destinado a la exportación. En breve tiempo acumularon 11,5 toneladas en acopios, y sumaron 65, y solo están a unas 20 del compromiso anual, señaló.
Los escameros, más atrasados, han acopiado 156 toneladas, de unas 252 asignadas, pero «ampliaremos las cifras de langosta con el propósito de contrarrestar las afectaciones económicas », recalcó.

En oficinas, fábrica de hielo, muelles y recepción de captura también los vientos causaron daños. En unos sitios fueron mayores que en otros, y con el esfuerzo colectivo se saldrá adelante. La electricidad en la fábrica de hielo estaba a punto de llegar gracias a la celeridad de linieros pinareños.
Los bloques fríos de agua congelada facilitarán la continuidad de las capturas y el abasto a la municipalidad. Es un paliativo ante las urgencias del momento. Entre tantas anécdotas resuena la referida a un tanque metálico, vacío y con capacidad de 8000 litros, que salió volando a cientos de metros. Muchas más historias aparecen en todas partes. Los navegantes, próximos a reemprender otro viaje, llevan en mente el constante ajetreo y la dedicación que dejan en tierra.
Humos en la torre
La chimenea del antiguo «Ramona », en Rancho Veloz, humea a partir del calentamiento de las calderas de la refinería, ya a punto de comenzar a elaborar el fino grano de azúcar.
Nadie pensó por entonces que en días seguidos de carencia de electricidad la panadería local echaría a andar. El alimento apareció con el grupo electrógeno que desde Las Tunas llegó, junto a especialistas de Servicios Técnicos de la Industria Azucarera (Zeti), para recomponer las averías del techo del ingenio, uno de los menos destruidos de la provincia.

Osnel Pérez González, jefe de fabricación en la UEB Quintín Banderas, aseguró que unas 3260 plantas de la entidad, incluido el almacén de azúcar del antiguo Antonio Finalet, la planta eléctrica y el área de calderas, se dañaron, y el trasbordador o estera de goma para bagazo también sufrió averías en una estructura que fue retorcida en sus bases metálicas.
Los recursos materiales de techos, rescatados en su mayor parte y otros nuevos, mantienen en jaque los trabajos en una fábrica en mantenimientos tempranos para arrancar la producción de azúcar crudo a finales de diciembre próximo. De los cañaverales se estiman las pérdidas, y las habrá por la situación actual en las plantaciones. Eso, por supuesto, será menos elaboración.
Cierto es que la refinería ya está lista para, junto a «Ignacio Agramonte » y «George Washington », asumir los terminados que reclama el país. Otra vez entró en producción este sábado. Ya tienen entregadas en el año unas 46 000 toneladas, y restan cerca de 3000 para cerrar el plan.
No obstante, admitió Pérez González, harán, según solicitud nacional, otras 12 000, necesarias para garantizar el consumo nacional. Aquí, como en otras partes de Villa Clara, al «mal tiempo, buena cara », para que perduren la solidaridad y el altruismo reconfortantes a cada instante en el hacer productivo.