El joven artesano Northon Richard Pérez Reyes, de San Juan de los Yeras, Villa Clara, tuvo el honor de conocer a Eusebio Leal y de fabricar armas antiguas de madera a pedido del inolvidable Historiador de La Habana.
En su sencillo taller de San Juan de los Yeras. (Foto: Mary Lenia Pérez Cazorla)
Mary Lenia Pérez Cazorla, estudiante de Periodismo
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01 Agosto 2020
01 Agosto 2020
hace 4 años
¡Contrabando y fabricación de armas en San Juan de los Yeras! ¡Increíble! ¡Lo último que faltaba en el pueblo! Eran los gritos que se escuchaban en el poblado ranchuelero una mañana de diciembre del 2018. La «bola » corrió por cada rincón y, mientras más lejos llegaba la noticia, más cambiada y exagerada.
La «cosa » iba de un registro que hacía la PNR en la casa de un joven sanjuanero, pues se comentaba que poseía ilegalmente armas de fuego, y ¡hasta más!, que las fabricaba. Nadie lo podía creer: unos hacían sus propias suposiciones y otros no podían quedarse con la duda y pasaban con miradas curiosas y disimuladas por la casa inundada de policías.
Pero el resultado del registro no demostró un contrabandista, sino todo lo contrario: un artista. Se trataba de Northon Richard Pérez Reyes, un joven aficionado a hacer réplicas de armas usando solo la madera.
Desde 1999 trabajaba como armero, y sus primeras creaciones fueron reproducciones de armas utilizadas por los piratas u otras de su propia inspiración. Cuando decidió mostrar lo que hacía no hubo una sola opinión distinta a « ¡estás loco! », pero sus ganas de crear iban tan en serio que ni los escasos materiales, ni el poco perfeccionamiento de los medios que utilizaba, ¡ni tan siquiera los comentarios negativos!, pudieron impedir que concretara sus proyectos. Su trabajo era tan realista que las armas parecían legítimas, los mecanismos funcionaban perfectamente, casi podían escucharse los disparos… sin embargo, Northon es un artista cuya última finalidad en la vida sería hacer daño.
Durante los primeros meses de labor firmó un contrato con el Fondo Cubano de Bienes Culturales de Cienfuegos, que le facilitó los trámites para que preparara una exposición. Ya las críticas no eran tan negativas y el fruto de su esfuerzo iba valiendo la pena. Pero todo se quedó ahí: luego de unos siete años dedicados a las armas, Northon se desvinculó por completo.
Pasado un tiempo decidió retomarlo, pero esta vez no quería crear sus armas solo con fines decorativos, por lo que decidió imprimirle a su trabajo un valor histórico. Comenzaría entonces a visitar el Museo Municipal de Ranchuelo, que le brindó mucha ayuda para lograr las reproducciones de armas utilizadas por patriotas en las luchas por nuestra independencia.
Cada vez se le ocurrían más ideas, todas relacionadas con la historia de Cuba. De ahí surgieron y se concretaron muchos proyectos, entre ellos, la réplica de un revólver usado por José Martí, armas de Antonio Maceo, y una colección completa que plasmaba las etapas de nuestra historia: desde las usadas en las guerras contra el colonialismo español hasta las más sofisticadas que poseen hoy nuestras fuerzas armadas.
El revuelo causado por el registro que llevó a cabo la policía no solo atrajo la atención de los curiosos, también posibilitó que un conocido de un trabajador de la Oficina del Historiador de La Habana conociera el trabajo de Northon. El mediador visitó la casa del artista aficionado y se quedó tan asombrado al ver lo extraordinario de sus creaciones, que muy pronto el «hallazgo » llegó a oídos del historiador Eusebio Leal Spengler. ¿Qué siguió?, quiso conocer de inmediato a aquel joven que, desde un taller tan poco sofisticado en un pequeño poblado de Ranchuelo, estaba logrando una obra exquisita, y de inmediato lo solicitó en su oficina.
Y ahí estaba Northon, quien luego de escuchar tantas opiniones negativas, de pasar noches en vela pensando qué crear, de no merecer que se le reconociera por su trabajo e, incluso, de ser acusado por tenencia ilícita de armas, entraba a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y recibía la admiración del mismísimo Eusebio Leal.
Del encuentro surgieron varios proyectos, como el de redecorar un armero que se encuentra en el Capitolio. «El historiador siempre contó con mi opinión para cada encargo que nos proponíamos. En el caso del armero del Capitolio, primero pensamos en colocarle armas relacionadas con la neocolonia, pero la decisión final fue enfrascarnos en un trabajo relacionado con Fidel. Se trata de reproducir armas que él utilizaba para la caza, y ese es el proyecto que me ocupa ahora », nos cuenta Northon.
«Actualmente cuento con la ayuda de la Oficina del Historiador, que me autorizó a visitar todos los museos de La Habana Vieja para recopilar la información que necesito. Como no pertenezco a ninguna institución cultural, me están haciendo los trámites para pertenecer al Registro del Creador ».
Pero este artista, a pesar del reconocimiento que ha adquirido últimamente, nunca olvida sus raíces. Conversar con él es presenciar un derroche de humildad y talento. En su poblado ha realizado varias exposiciones en la Casa Museo de Samuel Feijóo y en la Casa de Cultura, para que los coterráneos se nutran de esta original manifestación artística. Además, ha llevado muestras de sus colecciones al museo municipal de Ranchuelo, a Santa Clara y también a La Armería, en La Habana Vieja.
Cuando le pregunté sobre sus planes futuros, su respuesta estuvo cargada de emoción, pues sus ojos descubrían el profundo amor que siente por lo que hace. Para Northon, su vida es su trabajo, y por eso aspira a hacerlo crecer e incursionar en otros campos del mundo de la armería, empleando siempre la madera como materia prima. Una vez que cumpla con los contratos pendientes desea comenzar a fabricar armas blancas y crear escenas de caza con animales disecados, lo que le permitirá trabajar también con el cuero. Además, pretende fabricar arcos, ballestas, escudos y todo el material relacionado con la guerra.
«Este es un tema que refleja mucho más que armas, porque cuando pensamos en esto nos viene a la cabeza un instrumento que el ser humano diseñó para matar, para hacer daño, y eso no es totalmente así. Un arma de fuego es un elemento científico, porque provoca que un proyectil pequeñísimo alcance tanta distancia a una velocidad increíble; también es un elemento deportivo, se utiliza para la caza y la práctica de tiros.
«A estos artefactos también se les confiere un valor decorativo, y en muchos lugares del mundo se les pueden ver adornando vitrinas, armeros, paredes; incluso, algunas fueron tan bellamente decoradas, que se consideran verdaderas obras de arte. Pero sobre todo, un arma de fuego es un elemento histórico en el cual se reflejan las luchas de la mayoría de los pueblos del mundo, por lo que no solo se les puede apreciar como herramientas para provocar daño, sino como medios para garantizar la defensa.
«Mis armas son creadas con el fin de recordar nuestra historia, y para lo único que no sirven, es para hacer daño ».
(*) Publicado en la edición impresa de Vanguardia, el sábado 8 de febrero de 2020.