¡Cuidado con Ernesto Alejo!

Ernesto Alejo recibió el premio Personalidad Distinguida y «Danza del Alma», el Escudo de Armas, otorgados por la Asamblea Provincial del Poder Popular de Villa Clara.

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Laura Seco Pacheco
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24 Diciembre 2020

« ¡Cuidado con Ernesto Alejo! ». Ese fue  el consejo que yo, como periodista recién graduada a los pies de una primera cobertura importante, no debí­a subestimar.  Era la inauguración del festival Para Bailar en Casa del Trompo de 2018, terminaba el pasacalle y Ernesto habí­a halado la pita como cada año.

Ernesto Alejo, director de la compañí­a Danza del Alma.
El hijo de Encrucijada que ha hecho de Santa Clara la casa de la danza. (Foto: Carolilna Vilches Monzón)

Así­, en medio del furor, y con mis cañones apuntando a la defensiva lo conocí­. « ¡Qué linda tú eres!, ¡qué andrógina! », me desarmó, y yo, acabada de rapar y semejando un puercoespí­n , lo tomé como loco.

Claro, ¡hay que ser un loco para entrarle a la vida como él lo hace! Hay que creerse rey, héroe y salvavidas. En todos estos aspectos él tiene razón. Lo es.

Ernesto no es el hombre más humilde que conozco, pero puede que sí­ el más sincero. No tiene miedo a decir y menos a hacer, a soñar en grande, a romper los cánones establecidos, a decir ESTRENO MUNDIAL en un contexto que prefiere los eufemismos.

Cada diciembre convierte a la ciudad más santa y clara de Cuba en la capital de la danza. Su empeño no lo frena ni una pandemia. Su pacto  con el público «trompero » no tiene fecha de caducidad, y 16 años después se mantiene con la misma frescura y novedad.

Nació y creció en el más humilde de los hogares, y su madre, una gran mujer a la que tanto le debe, le inculcó el amor por la lectura, por el arte, los deseos de crecer y los trucos para sobreponerse a los obstáculos que la vida te impone, a encontrar soluciones donde otros ven problemas.

«Yo llegué a esta ciudad un buen dí­a siendo agroquí­mico en Suelos y Fertilizantes, y conocí­ a un hombre increí­ble que hoy es presidente de este paí­s y que creyó en mi obra y me ayudó a hacer realidad mi sueño ».

Veinticinco años después, le seguimos agradecidos por intentarlo, por derrumbar molinos y regalarnos Danza del Alma, el Trompo y su risa. Ernesto no es el hombre más humilde que conozco, pero puede que sí­ el más testarudo y trabajador.

Decidió llevar la danza al pueblo, convertir las calles en el más lujoso de los teatros, rescatar un viejo manicomio y llenarlo de música y baile.

Compañí­a Danza del Alma recibe reconocimiento.
Su hija, la compañí­a Danza del Alma, recibió el Escudo de Armas. (Foto: Carolina Vilches Monzón)  

«Honrar, honra », decí­a el Apóstol, y como siempre nos regaló una clase de sabidurí­a y humildad.

Hoy, en la Sala de los Escudos del Gobierno Provincial se dio una muestra de ello. Dos premios, la condición de Personalidad Distinguida para Alejo y el Escudo de Armas para su hija «Danza del Alma », me saben a poco para un hombre que vive y siente el arte; pero constituyen, sin lugar a dudas, el sencillo homenaje de los villaclareños para él.

«La obra de Ernesto Alejo en estos 25 años es ya un patrimonio intangible (...) Y junto a esa obra artí­stica que se defiende por sí­ misma, está la obra de su vida diaria como hombre, su postura ardiente y decente, y a veces altisonante para combatir todo lo que se salga de este espacio de pulcritud que hemos decidido proteger contra viento y marea », dice Roxana Pineda a nombre de los miembros de la Uneac.

Ernesto Alejo durante la ceremonia de entrega de la condición de Personalidad Distinguida.
(Foto: Carolina Vilches Monzón)

Y para ser un hombre acostumbrado a los grandes teatros, a las luces, a las tablas, a ser el centro, conocedor de sus méritos, toma el micrófono y no hace más que hablar de su madre que con solo segundo grado le enseñó el valor de los libros y de su humilde casa  en Encrucijada.

Quizás ya yo esté loca como él, pero para mí­, esa también fue una clase de humildad.  

Palabras para Ernesto

Palabras de Roxana Pineda, presidenta de la Uneac en Villa Clara, por los 25 años de la compañí­a Danza del Alma.

En momentos donde está en juego el prestigio de la institucionalidad cultural cubana; esta institucionalidad que nace con el triunfo de la Revolución digo Revolución con todas sus palabras y sin miedo: Revolución,  serí­an inadmisibles el acomodo, la falta de un sentido profundo de lo que somos y hacemos, la banalidad o el coqueteo de cualquier í­ndole con todo lo que no sea calar hondo, desde una visión crí­tica, la complejidad de nuestro tiempo.  Sin salirnos del territorio de la ética, un verdadero artista se expresa en su obra, y es ahí­, sin complacencia y con responsabilidad de lo que significa su voz en tanto sí­mbolo de un imaginario colectivo, donde puede tramitar un diálogo real, sin concesiones, pero coherente y diáfano.

Este ha sido un año odioso y lo sigue siendo. Para quienes pensamos que Cuba ofrece, aun en medio de miles de dificultades que enturbian nuestra capacidad de soñar, un espacio de afirmación humana, y que es aquí­ donde queremos construir los sueños que se aplazan, la vida nos coloca delante de una encrucijada: resistimos los embates de tantas oscuridades y tozudos y valientes permanecemos fieles al sentido de independencia y de participación crí­tica, o saltamos a otro territorio donde quizás la vida pueda transcurrir sin tantos sobresaltos, aunque eso signifique perder también  el ancla al alma. Es una decisión personal que entraña una declaración de principios. Como Aquiles frente a su destino. O muere joven y en la gloria, o goza de una vida larga y anodina. Y estoy hablando ahora con poesí­a, que es la única forma que tiene el arte para decir y pelear.

Ernesto Alejo durante la ceremonia de entrega de la condición de Personalidad Distinguida.
(Foto: Carolina Vilches Monzón)

No me importan las batallas, no me importan las dificultades, no me importa cada momento de ira porque los que tienen que hacer bien las cosas prefieran no buscarse problemas. No  me  importa enfrentar la estupidez cotidiana, como dirí­a uno de los bailarines í­conos de Danza del Alma; no  le  importa sufrir el estrés porque son pocos los que se alistan al trabajo de rigor, al pensar, al sufrir por un gesto, por la falta de ritmo o la nulidad intelectual. No  le  importa, digo, porque estoy hablando de Ernesto Alejo, mi compañero de viaje, mi socio de tantos desvelos por la suerte de este paí­s donde hemos decidido permanecer y batallar porque sí­. Como Lilita Padrón o Noel Sáez, que nunca han reclamado favores personales y han dedicado sus vidas a construir un paí­s más digno, más poético, donde la vida sea un pasaje por el que vale la pena vivir. Y nadie les paga por eso. Y muchas veces, aquí­ mismo, han recibido como respuesta el silencio y hasta el desprecio. Pero nada los ha hecho desistir, porque es imposible asesinar la poesí­a. Y Ernesto Alejo, como Lilita y Joel, son sembradores de poesí­a.

Estas son mis palabras para Ernesto Alejo. Que me perdonen sus bailarines si es a él a quien dedico este grito de solidaridad poética. Es que él, como Joel o Lilita, son obreros incansables de este paí­s de la poesí­a, que es Cuba. Y son ellos, con sus ataques de pasión y sus obras de vida, quienes hacen posible sentir el orgullo de acompañarlos, quienes hacen posible romper la soledad cuando todo parece derrumbarse. Pero no se va a derrumbar porque no vamos a permitirlo. Serí­amos muy tontos si renunciáramos al derecho de vivir en poesí­a.

La obra de Ernesto Alejo en estos 25 años es ya un patrimonio intangible, como la de Joel, a quien le dedica este estreno de  Cuadrillas... Y junto a esa obra artí­stica que se defiende por sí­ misma, está la obra de su vida diaria como hombre, su postura ardiente y decente, y a veces altisonante para combatir todo lo que se salga de este espacio de pulcritud que hemos decidido proteger contra viento y marea.

Gracias, Ernesto Alejo, por ser quien eres. Gracias por estar ahí­. Gracias por ser parte de este tejido que hoy seguimos diseñando para que los jóvenes no se queden sin referencias poéticas.  

Que se vaya este 2020. Que se vaya lejos. Que la tristeza de tantas pérdidas ilumine este camino que seguirá poblado de rosas y de malas hierbas. Por suerte para nosotros, mi hermano, porque serí­a muy aburrido vivir una vida larga y anodina sin molinos de viento que derribar.

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