El bombero de La Colmenita

Después de varias y arriesgadas misiones, Guillermo López Cardona llegó, primero como padre, a La Colmenita, donde hoy es un carismático instructor.

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Guillermo López Cardona, actor e instructor de La Colmenita.
La vida de Guillermo López Cardona es la de un héroe devenido en actor de La Colmenita. (Foto: Francisnet Díaz Rondón)
Francisnet Dí­az Rondón
Francisnet Dí­az Rondón
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04 Agosto 2023

Quien lo observe en el escenario junto a los niños de la popular compañía teatral infantil La Colmenita, con esa desenvoltura, histrionismo y carisma propios de un artista consagrado a la actuación y el entretenimiento, no sospecharía jamás que detrás de esa magnética figura hay un auténtico héroe.

El inquieto y muy cordial instructor Guillermo López Cardona, quien desde hace ocho años dirige uno de los talleres de formación de nuevos integrantes de la gran familia comandada por el maestro Carlos Alberto Cremata Malberti (Tin), desata las más diversas sonrisas, carcajadas y manifestaciones de simpatía, tanto en pequeños como en adultos. No solo a la hora de actuar, sino al tratar con cualquier persona a su alrededor, incluso desconocida.

Pero, Guillermo posee una historia de vida digna de una película. Antes de echar su suerte y su vida junto a La Colmenita, estudió en la academia de bomberos de Moscú, en Rusia, etapa que concluyó con excelentes calificaciones ─por cierto, domina el idioma ruso tan bien como el español─. Durante sus años de servicio asumió altísimas responsabilidades como jefe del Departamento Nacional de Extinción de Incendios de la República de Cuba, y a la vez dirigió el Cuerpo de Bomberos de La Habana.

Para que se tenga una idea de su trayectoria: alcanzó el grado de teniente coronel y ha merecido 21 medallas durante su carrera como bombero; de estas, 14 de Servicio Distinguido, una al Valor de Primera Clase, por acciones muy arriesgadas; la «Olo Pantoja», otorgada por la actitud extraordinaria en sus años de ardua labor, así como las conmemorativas de los aniversarios 50 y 60 de los Órganos de la Seguridad del Estado y el Ministerio del Interior (Minint). Casi nada.

Y como suele ocurrir con los enigmas del destino, fue a causa del fuego que quedó inevitablemente ligado y fundido a ese hermoso y fantástico proyecto creado por Tin. A raíz de un gran incendio en la sede de la compañía, en el 2003, Guillermo acudió de inmediato junto a sus compañeros del Comando de Plaza de la Revolución, cubriendo al jefe de esa unidad, al frente de las acciones.

«Ahí fue cuando me enamoré de La Colmenita. El llanto y el dolor de los niños, padres e instructores me conmovieron tanto que me empecé a poner para ella. Sentí un amor tan grande al ver a aquella gente con tanto sentido de pertenencia», confiesa con cierto brillo en sus ojos.

Luego de nacer su hija menor en el 2011, acudió nuevamente a la sede para iniciarla en la compañía. Al año de intentarlo, la niña entró al fin a uno de los talleres, y con el paso del tiempo el antiguo jefe de bomberos, ya jubilado, se convirtió en jefe de uno de los grupos colmeneros. Así comenzó una nueva y maravillosa etapa.

El renacimiento de un artista

Hay quien nace con una estrella que le acompaña siempre, y la de Guillermo ha sido ser bombero, artista y educador. Asumirlo todo con igual intensidad y pasión no se logra tan fácil, pero para este héroe le resulta tan natural como respirar y reír.

Guillermo actuando con los niños de La Colmenita.
El histrionismo y carisma de Guillermo cautiva tanto a niños como a adultos. (Foto: Francisnet Díaz Rondón)

«Yo era un papá más. Los bomberos son una cosa que… No sé si te recuerdas en los años 70, 80 y 90, cuando existía un movimiento muy fuerte de artistas aficionados. Yo siempre fui un amante del canto, el baile, de tocar guitarra, hacer cuento y chistes. Fui muy histriónico. Ya después, cuando vas cogiendo categoría, cargos, grados militares y responsabilidades no tienes tiempo para esas actividades. Y también te lo limitan.

«Cuando me jubilé renació ese artista que tenía adentro. Tin un día me observó mientras yo dirigía a los niños, apapachándolos y actuando con ellos, en una ocasión en que los padres hicimos una puesta de La Cucarachita Martina para los pequeños. Yo protagonicé al Ratoncito Pérez, y cuando me vio me dijo: “¡No puede ser! ¡Tú no eres capaz de imaginarte las cualidades que tienes! Yo necesito un hombre como tú que trabaje conmigo. ¿Qué estás haciendo?”.

«En ese momento me encontraba en un año sabático, después de jubilado. Decidí irme a trabajar con él y empecé como voluntario, porque estaban las plazas cubiertas. Y en menos de un año, en un espectáculo que hubo en el teatro Carlos Marx, él cogió un grupo de padres y me dijo: “¿Tú te atreves a cantar delante de 5000 personas?”, y le respondí: “¿Cómo no voy a atreverme?”. Y canté, me divertí, saqué gente y entusiasmé al público. A partir de ahí, Tin me pidió quedarme y ya voy a cumplir ocho años en La Colmenita», expresa con el orgullo a flor de piel.

Un taller para fomentar el bien

Mientras rememora, Guillermo pareciera disfrutar nuevamente aquellos momentos. Habla de su labor con los pequeños con la pasión y entrega que debió poner en la extinción de cada fuego. Desde que aceptó la tarea de guiar uno de los talleres su vida giró 190 grados, y también su humilde corazón.

«Dirijo el taller de los más pequeños, llamado Los Meñequitos (por Meñique). Son más de 100 niños de dos a cuatro años de edad, pues para entrar deben tener menos de cinco. Ya tengo algunos que han cumplido diez, pero empezaron conmigo de tres y cuatro años. Mi Colmenita ya va a cumplir siete de creada.

«Ahí solo el instructor es asalariado, aprobado por Tin, que evalúa y decide quién puede dirigir. Pero, el consejo de dirección son los mismos padres, que consiguen el vestuario, los implementos… Dentro de ese gran proyecto, la subsidiada o presupuestada es La Colmenita central —ubicada en el Vedado, en calle 13 esquina G—, y allí no cabemos todos. Hay talleres en casi toda La Habana, en Cuba y en muchos países del mundo, los cuales se sustentan mayoritariamente del propio bolsillo y sacrificio de las familias.

Presentación de La Colmenita en Santa Clara.
«La Colmenita no hace pruebas de actuación. Somos del criterio que todos los niños tienen un talento guardado adentro. Nuestro objetivo es que sean felices al desempeñar un personaje […]», manifiesta Guillermo. (Foto: Francisnet Díaz Rondón)

«Empiezo a interactuar con los niños como si fuera su papá. Lo elemental, en la primera media hora o 45 minutos, es fomentar los valores, el bien, las frases martianas, los Versos sencillos, la vida de Martí y la patria. Hay gente confundida que piensa que La Colmenita es sólo una escuela de formación artística. Preguntan qué condiciones o cualidades hay que tener para integrarla, y no es así.

«La Colmenita no hace pruebas de actuación. Somos del criterio que todos los niños tienen un talento guardado adentro. Nuestro objetivo se enfoca en que sean felices al desempeñar un personaje, aunque sea de abejorro y no lleguen a desempeñar nunca el papel principal. Lo importante es que seas bueno haciendo lo que te corresponde. Los tenemos con más cualidades, más talento, y a veces muchos quieren hacer ese personaje, pero al final todos logran sentirse felices. Resulta un esparcimiento muy lindo.

«En cada encuentro nos tomamos todos de las manos, y cada uno debe venir con un bien que haya hecho y contarlo. Si no lo hizo, no lo requerimos, pero le exigimos que debe cumplirlo. Como son tan pequeños, que se entretienen con cualquier cosa, les hablo un poquito de un verso sencillo o de Martí y hago un jueguito, de imitación de otras cosas, muy divertido. Les hablo en forma de historia, de aventura, y es impresionante como se aprenden los Versos sencillos o las frases martianas.

«Casi todos los egresados de mi taller son monitores en sus escuelas, jefes de recreación, participan en las actividades y dicen los poemas, las frases, cantan. Pero, actuar, cantar, bailar, no es la esencia de La Colmenita, sino la formación de valores. La justificación, el gancho es ese.

«Cada 100 niños que entran solo el 5 % continúa en la vida artística; el otro 95% se hacen médicos, abogados, cualquier carrera. Lo que pasa es que desde sus profesiones llevan dentro el bien, el buen ser humano. Cientos, miles que han pasado por La Colmenita, surgida hace 33 años, distribuidos por muchas partes del mundo…Según Tin, nuestro experimentado guía y maestro, no se conoce un caso de alguna de estas personas que no sea buena, de buen corazón.

«Por eso, ahí llevo ocho años y estaré hasta el final».

Un Camilo agradecido de estos tiempos

Cuentan las anécdotas que el inolvidable Comandante Camilo Cienfuegos era el típico criollo que bromeaba y reía constantemente, a pesar de sus grandes responsabilidades. Sobre el Señor de la Vanguardia dijo Fidel que en el pueblo había muchos como él, por lo que a nadie le quepan dudas que este bombero, artista y educador encierra en su persona un Camilo de estos tiempos. No solo por alegre y responsable, también por su enorme fidelidad.

«Soy un imitador de las buenas acciones de los grandes héroes que lo dieron todo. Mi carisma en esencia es la de un “jodedor”, un cubano nato. Me he dado cuenta, a lo largo de los años, que mi felicidad yo la veo cuando noto la sonrisa en la persona que tengo al lado.

«Tengo un agradecimiento tan grande por la Revolución y por la patria, que trato de cumplir una máxima de José Martí, cuando dijo: “De agradecer no me cansaré jamás, es quizás la alegría más grande que me llevaré de la tierra: la bondad de los hombres”.

Guillermo con niños de La Colmenita.
Con varios de los niños a los que le ha dedicado su vida y cariño. (Foto: Francisnet Díaz Rondón)

«Trato de agradecer lo que hizo esta patria por mí, ser útil en cada momento, y más en las circunstancias tan difíciles que estamos viviendo.

«Creo estar haciendo un bien grande, ser útil a esos 100 niños y sus familias, quienes se sienten agradecidos por contar con un espacio para formar valores en sus hijos. Valores que tratamos de rescatar, y luego ellos lo multiplican en sus barrios, escuelas, en la sociedad.

«Es un granito de arena que ponemos, porque tenemos muchas dificultades y se cometen muchos errores que hay que ir erradicando, pero lo más fácil es criticar. La mejor manera de enmendar los errores que comentemos los seres humanos con la patria es aportar lo que te toca. Debemos mirar en el espejo de nuestra propia conciencia y decir: “¿Y yo qué he hecho?”. Entonces, hay que hacer por la patria, porque “es ara, no pedestal”».

Guillermo se despide con la sonrisa que siempre le acompaña. Sus niños lo esperan para seguir alegrando corazones y alimentando almas por todos los rincones. Cuántas historias extraordinarias de vida, de cubanos y cubanas, se encuentran por ahí, aún desconocidas, ocultas, en la cotidianidad. Nadie sabe, pero lo cierto es que desde cada rincón donde se hallen, ellos cimentan el suelo de este país; hermoso, alegre, irredento y con un pueblo único.

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