«¡Siento un bombo, mamita, Vueltas me está llamando!»

Ñañacos y Jutíos animaron la fiesta en San Antonio de las Vueltas, uno de los territorios del centro-norte de Cuba donde siguen vivas las parrandas, tradicional celebración declarada por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

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Niurys Castillo Hernández
Niurys Castillo Hernández
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02 Febrero 2024

Son las 5:00 a. m. y la calle está vacía. Las luces convergen entre la oscuridad y los escasos transeúntes que acompañan el asfalto. El campo yace dormido. A caballo, varios hombres pasan el último tramo del camino a la guardarraya. Los trabajadores de la hotelería y el turismo están  en la parada indicada. 

De repente, un estruendo aparece en escena. La onda recorre el espacio silente. Se hace expansiva. Dos señores apuran el sorbo a la cafeína. Hace años no escuchaban nada similar. Miran el cielo. Un minuto de tranquilidad reclama atención, pero la pasión frena el impulso. Otro despegue a las nubes y todo cambia.

Comienza el desfile. Siquiera los pocos grados de temperatura frenan la aglomeración en los extremos opuestos del pueblo. Pulóveres rojos y azules recorren las calles de San Antonio. La lucha nocturna vuelve a la carga.

Barrios de las parrandas de Vueltas.
(Foto: Tomada de Internet)

El fuego aumenta conforme los bandos disparan el arsenal de morteros. Al unísono dos palenques reclaman posiciones, estremecen la tranquilidad en apenas segundos. Un niño mira la estrella. En la espalda, el logo de «Jutíos sin rival» deja claro la composición de su ADN.

«Mi corazón quiere pero yo no quiero. Estate tranquilo corazón porque yo no puedo» toca la conga.

Un toque más y se añaden las trompetas. Otro cántico y la marea inicia su recorrido.

Sobre sus cabezas, las estrellas cuentan el número de palenques que les hacen compañía. Una señora viste de azul en el otro lado del pueblo. Hace más de 60 años tiene un ritual. Cada febrero coloca en su puerta la pequeña bandera celeste del «Gallo espolón de la victoria» y dirige sus pasos en función del ritmo. A su alrededor, varias generaciones añaden volumen al coro:

«La cucaracha, la cucaracha ya no puede caminar, porque le falta, porque no tiene la patica principal».

Es el segundo día del mes de febrero en Las Vueltas de Valles y Parrandas, La Candelaria festeja su día como Santa Patrona. La distancia y el tiempo pierden validez por estas fechas. No existe ausente capaz de faltar a la cita. Todos acuden al llamado.

El parque resguarda las ansias de multitud. Ñañacos y Jutíos salen al encuentro. A paso de Tinaja y Santanica, el amanecer huele a parrandas. El fuego se impone al contrario. Son las seis y para la contienda ambos barrios recurren a otro cargamento explosivo. En el paseo, un señor vela con mimos las obras de arte. Las observa ensimismado.

«¡Otro triunfo!», asume para sí.

Este año lo clásico se fusiona en un cuento varias veces representado. En formación, el rojo y verde de las navidades narra la historia de amor. El Cascanueces retorna a la plaza para desfilar imponente. Cada detalle fue necesario para la aceptación del duelo.

En frente, una leyenda hindú se transforma en templo de admiración. Las escaleras doradas abren paso al palacio provisto de dioses y simbologías. La cultura viste de buen arte al estrado.

Ante las monumentales carrozas la añoranza ocupa su espacio. El equipo retrocede en el tiempo. Varios nombres dan parte en la conversación. Muchos ya partieron, otros observan desde el graderío lo que, hace muy poco, construían pieza por pieza. Otro estruendo advierte el encuentro.

A pocos metros, los globos y el estandarte. Solo el filo de una valla separa las mezclas de rojo y azul. Comienza la fiesta.

Por más de una semana dejamos de lado profesiones y oficios. Por 15 días somos solo Ñañacos y Jutíos. No hay razón para decir lo contrario. La piel se eriza. Desde el interior emergen un estado diferente, una alegría que contagia, un paso arrollador, una voz que ahoga cada palmo sombrío.

En cada voltense existe un gen que nos identifica, una muestra de quienes somos y lo que somos. Solo dista el color del barrio al que se pertenece. Hoy es un día sagrado en el camino a las antiguas vueltas a Taguayabón. El Gallo y el Gavilán visten de gala el pequeño paseo. La pasión desborda vida y celebración. Los festejos se hacen eternos.

Por 24 horas seremos la plaza parrandera más hermosa de Cuba y el Centro-Norte dirá presente en sus calles. Hoy no habrá tristezas ni desencanto. Hoy los más pequeños vislumbran la semilla del amor y su gente, lo que nos hace únicos e inigualables. Hoy no es un día común. Es 2 de febrero. «¡Siento un bombo, mamita, Vueltas me está llamando!».

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Deyansi

Domingo, 04 Febrero 2024 00:54

❤😊😊😊