La escritura y la labor cultural e histórica de Samuel Feijóo vista en una «Crónica» periodística de Nicolás Guillén. Un retrato único en el aniversario 110 del natalicio del Sensible Zarapico de San Juan de los Yeras.
De las «Samueladas de Feijóo» habló hace un tiempo Cintio Vitier cuando lo interrogué en 1999, en ocasión de su Doctorado Honoris Causa en Ciencias Filológicas por la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, y luego algún artículo publiqué sobre el periodismo diverso que en Diario de la Marina y Bohemia escribió Samuel Feijóo Rodríguez (1914-1992) para esas publicaciones cubanas.
Todas las historias son sorprendentes. De la vida y obra del infatigable caminante de San Juan de los Yeras los críticos e investigadores cubanos dejan siempre un conocimiento, y una apreciación sugerente y también interpretativa. Ninguna de las páginas leídas, y en síntesis singular, advierte antes y después la lumbre inextinguible que irradió en la cultura cubana y universal la inquietud literaria de Feijóo, a quien justamente el 31 de marzo, Día del Libro Cubano, así como aniversario 110 de su nacimiento, evoco.
No lo haré en el discurrir de opiniones, a veces impresionistas, y sí a partir de una crónica que, dentro de pocos días cumplirá 23 años de su aparición física, en tinta impresa y fresca, en las páginas del periódico Hoy, con el rótulo de «Un diario al servicio del pueblo», escrita por Nicolás Guillén en la edición del domingo 2 de abril de 1961, fecha en la cual anuncia otras glorias para Feijóo. Ahí vislumbra una mayúscula obra posterior: Signos, la revista inaugurada en noviembre de 1969 tras la salida del recinto universitario y de la antológica Islas y la Dirección de Publicaciones de ese centro docente villareño.
Aquí está la crónica de Guillén, un retrato exclusivo que en página segunda de Hoy reseña lo que fue y siempre será Feijóo dentro de la cultura universal.
«Samuel Feijóo»
«La otra tarde, en una reunión de amigos, alabamos todos a Samuel Feijóo. Alguien propuso que se le invitara a venir a La Habana, para hablarle del Congreso de Escritores y Artistas…. en Las Villas, es decir, lo que él pudiera hacer allá, que sería mucho, en un trabajo dirigido a juntar a la gente de pluma, lápiz o máquina de garrapatear cuartillas.
Ya habíamos tomado las providencias necesaria para suplicarle qye dejara por unos días su amable rincón provinciano, cundo esa misma tarde no enteramos de que Feijóo estaba aquí… nos enteramos viéndole en persona, en una librería habanera, en unión de su linda mujer.
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«¿Conoce usted a Feijóo, lector? ¿No? Pues es lástima, porque ese importante escritor cubano constituye el solo un fascinante espectáculo. Nervioso, agresivo, sentimental, exaltado, apacible, va tornando suespíritu para presentarnos los colores del iris, y eso a medida que hablamos con él, o que habla él solo, porque una vez que toma el ovillo de la charla, lo desenvuelve por entero.
«Tratase además de un poeta muy personal —muy Feijóo y muy Samuel—, y un prosista cuyo léxico es riquísimo, novísimo, tan rico y nuevo que casi todo está inventado por él. Lengua sápida la suya que vale bien su poesía.
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«Pero hay una faceta en el poliedro espiritual de Feijóo, que es menos divulgada que otras, a pesar de que no cede plaza en importancia ante ellas. En lo que atañe a su faena editorial, que él cumple poéticamente en la Universidad de Las Villas, el muy vigilante centro de cultura cubana en cuya rectoría está Silvio de la Torre.
«Vea el lector la nómina de libros y autores que alcanza la biblioteca dirigida por Feijóo y encontrará gentes que figura entre los más empingorotados de la literatura nacional: Ortiz, Labrador, Vitier, Fernández Retamar, García Galló… Cerca de treintena de títulos hay ya en la calle, y en todos ellos se siente la mano que escribió “Diario Abierto”; firmeza y buen gusto en una empresa que entrambas cosas ha menester.
«A la importancia intrínseca de los textos, hay que añadir la primorosa presentación tipográfica. Esta admite sin desdoro que se la compare con la de antepasados, no ya de Cuba (donde hay pocos en que espigar) sino del extranjero. Son libros que tienen un sello propio, una marca inconfundible. Lo ve uno, y se dice: “los libros de Feijóo”. De Feijóo, aunque él no los haya escrito —y los hay suyos, suyísimos, también, como “La Alcancía del Artesano”— pues ¿cómo no van a serlo, si él ha puesto en ellos el amor del artista y la ciencia y la conciencia y hasta la paciencia— de quien sabe hacer bien las cosas a que se aplica? De todo esto puede sentirse orgullosa la Universidad, pues pocas colecciones conocemos en Cuba tan rica y bien llevadas.
«Es que el oficio tipográfico necesita aquella forma de espíritu sin la cual es imposible que pueda el mero técnico rendir todo lo que de ese arte hay que espigar. Buenos editores fueron por eso hombres del temple de Altolaguirre, español, l Lira, mexicano. Es decir, hombres pulcros y sabios, como Feijóo.
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«Por cierto que están en nuestras manos los dos últimos impresos: los tomos (primeros ambos) de “Los Trovadores del Pueblo” y los “Cuetos Populares Cubanos”. Ya no se trata aquí del arte de Feijóo, ni de su creación personal. Esto es trabajo más duro, busca y rebusca “entre centenares de folletos, hojas sueltas, tradición verbal, alegre pacientosa”, con que el poeta ha compuesto un grueso volumen decerca de ochocientas páginas de poesías populares, y otro de doscientos ochenta y cuatro con los cuentos cubanos, entendiendo por tales esos cortas narraciones que van de boca en boca en os pueblos que escriben y en los analfabetos, y que pertenecen al folklore universal tanto como al de cada país.
«Feijóo se desdobla, se multiplica y divide… La Revolución le ofrece ancho campo para manifestarse, y él lo lleva con su poderosa frescura popular. Por cuanto hace ¿Qué goce le brindaremos los cubanos? Aquél que pueda ser también nuestro: el de honrarle para honrarnos, como Martí quería que se hiciera».
Sin palabras deja al lector el texto de Guillén, una crónica dividida en cuatro tiempos, y síntesis para la historia…