Sergio Garcí­a Zamora: «Si no temes estás perdido »

El poeta Sergio Garcí­a Zamora, Presidente de Honor de la Feria del Libro en Villa Clara, conversó esta semana con Vanguardia.

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Carlos Alejandro Rodrí­guez Martínez
Carlos A. Rodrí­guez Martí­nez
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03 Abril 2017
(Foto: Tomada de Internet).

Sergio Garcí­a Zamora, en su función de Presidente de Honor la Feria del Libro en Villa Clara, abandonó el banco donde recitaba versos, al lado de otros poetas. Y aunque no podamos asegurar que dejara los versos, ni que entonces blandiera la prosa, comenzó a decir frases al estilo de «Yo creo en el poeta total, en el que tiene todo un registro y toda una cantidad de temáticas y preocupaciones que lo sobrepasan ».

Si una vez, cuando publicaste tu primer poemario, te dijeron «Está muy bien lo que has escrito para ser tan joven », ¿qué dirán ahora que eres Presidente de Honor de la Feria del Libro en Villa Clara?

Me dan deseos de contestarte en broma.

Como tú quieras.

Espera, este poema me encanta, me interrumpió el vate.

En la otra esquina, el escritor santiaguero Reinaldo Garcí­a Blanco comenzaba a recitar un poema que no pude descifrar. Sergio captó todos los versos. Y los deletreó. O pensé que los iba deletreando, rumiándolos en la boca y después más adentro. Volvimos al comienzo.

Esa opinión comenzó Sergio es un elogio que todo el mundo tiene que resistir, como mismo uno resiste los agravios. Tienes que saber resistir con la misma paciencia y entereza, tanto los elogios como los agravios. Tu causa está más allá. Entonces, esa opinión era extraliteraria totalmente, no iba sobre la página. Y yo creo en el crecimiento: mis libros, hasta ahora, y los que vendrán, serán eternamente una huella de mi crecimiento.

«Hokuzai, el japonés que cambió de nombre cien veces para engañar a la muerte, decí­a que, a lo mejor, él iba a comenzar a pintar cuando tuviese cien años. Porque todo habí­a sido como una suerte de largo aprendizaje y de largo entrenamiento. Y para mí­ ocurre lo mismo. Siento que es una gran partida en que recién acabo de iniciar la apertura, y que viene el tramo más arduo, el “mediojuego” ».

¿Y a ti no te da miedo que el honor de ser presidente marque un punto demasiado alto?

Pienso, no, apuesto por eso. Apuesto por trabajar, por ser consecuente con lo que he hecho hasta ahora, que es un ansia de trabajo. Como decí­a Derek Walcott la fama es un ansia de trabajo, un ansia de encerrarte a escribir.

«Y hay una posición para mí­ dialéctica: cuando estás en tu encierro, escribiendo, fraguando, conspirando, devorando el mundo, quieres el reconocimiento, quieres ser leí­do; pero cuando ya ganas eso, llega un punto en que quieres volver a sembrar, quieres volver a lo que te define, que es el hombre luchando, es Jacob luchando porque el ángel le diga su nombre ».

«Toda gloria es breve, efí­mera. Lo que me hace feliz a mí­ es estar en soledad escribiendo; todo lo demás es sobreabundancia. Todo lo demás es un añadido que agradezco, que disfruto, pero que nunca alcanza el goce estético de estar en soledad escribiendo algo que corre para ti las cercas de la imaginación ».

¿Entonces tú no escribes por oficio? ¿O sí­?

Un escritor escribe por naturaleza, y esa naturaleza a los ojos de los otros siempre resulta oficio. Es naturaleza: aunque no quieras escribir escribes. No es una aureola, no eres un elegido. Es constitutivo.

Pero un poeta también tiene que ganarse la vida.

Un poeta puede ser también alguien que trabaja en una carpinterí­a o puede ser un albañil. Incluso, los más auténticos escritores a veces han renegado del medio literario porque los ahogaba. Es como si practicar mucho en un charco te impidiera ser marinero.

«No creo necesariamente que ganarse la vida con la poesí­a deba ser una ley. En mi caso ha pasado, pero pudo bien no suceder así­. Pude haber sido un minero que en las noches, después de volver de su trabajo, escribiera poemas y no quisiera participar del mundo literario, por tener su vida tan ceñida, tan feliz. Para mí­ ha sido una suerte y un privilegio poder sostener un proyecto familiar gracias a la escritura, pero nunca va a ser la poesí­a un modus vivendi económico, comercial ».

¿Te sientes un poeta afortunado?                          

Depende de cuál sea la fortuna. Editorialmente, en cuanto a premios y reconocimientos, no me puedo quejar. Dirí­amos que soy afortunado en todas esas cuestiones. Y es suerte, fortuna, azar. Pero lo válido para mí­ es el trabajo. Lo que es naturaleza en ti y tú ayudas a nacer. El poema, la poesí­a, viene a ser el mundo que devuelves, y que al pasar por ti, como vehí­culo o medio, devuelve tus reminiscencias.

Yo lo decí­a en otro sentido: ¿Acaso sientes una iluminación poética que te hace afortunado?

Yo creo que eso ha estado siempre, desde que escribí­ la primera palabra. Me sentí­ feliz cuando escribí­ esa primera lí­nea; me sentí­ poeta. Era mi naturaleza y no habí­a nada que pudiera arruinarla y no habí­a forma de que yo no fuese afortunado.

«Cuando escribes un libro, cuando logras exorcizar ese demonio o hacer nacer ese ángel, ya ha ocurrido lo esencial. Las editoriales, los premios, los reconocimientos, o el olvido, los detractores, van a ser algo totalmente secundario ».

¿Tú estás convencido de que tu poesí­a es profundamente ética, cristiana, martiana…?

No sé si profundamente… Decirlo así­ es como no dar paso a que el lector tenga una participación, y que él logre decir si lo es o no. Un autor no logra necesariamente su intención en una página. Puedes intentar ser martiano o altamente ético, y no lograrlo. Quiero que mi obra sea ética, que sea martiana, que rescate un héroe. (Ese héroe puede ser un antihéroe. Puede que no sea el héroe estatuario, sino el héroe vivo, innominado, pálido, que camina por una calle). Pero sí­ quiero que (mi poesí­a) tenga un sentido universal martiano, y que no renuncie a nada humano, es decir, al ingenio, a la conmoción, a lo sensitivo, a gozar el mundo en la carne, porque no hay distinción entre espí­ritu y materia para la poesí­a. Es lo mismo.

Quizá El Valle de Acor sea tu libro más preocupado por cuestiones sociales. ¿Tú crees que la poesí­a deba cumplir cierta función social? O mejor: ¿tu poesí­a, especí­ficamente, pretende alguna función social?

Yo creo que la poesí­a cumple todas las funciones, pero no está hecha para que cumpla una función. No es su finalidad. Ella vive como naturaleza independiente, que está y no está en el mundo a la vez. Yo no puedo ser Hombre dejando de ser cubano. Lo que la poesí­a alumbre sobre un devenir particular lo está alumbrando también sobre una historia universal mayor. Como decí­a Cintio Vitier: ningún poeta social puede ser un poeta menor, o un poeta menor no puede ser un poeta social, porque está timoneando los destinos del paí­s, de una parte del espí­ritu humano.

«Esa indagación social es un ciclo que ya cerré. Ha sido un tránsito hacia otras poéticas, hacia otras preocupaciones más globales, más estéticas. Son caminos que a veces no se recorren de un modo lineal, sino de manera difusa, zigzagueante, laberí­ntica ».

¿Cuando tú escribes piensas en un lector que idealmente te leerá?            

No siempre me pasa. A veces sí­. Yo he pensado en cierto lector que no deja de ser ideal y que no deja de ser yo mismo. Es una trampa que me juego. Como decí­a Raúl Hernández Novas: «el que ibas a ser está esperándote ». Es otro yo, mejor, ideal, hacia donde quiero marchar.

¿Entonces serí­a otro poeta?

No. No necesariamente. De hecho, el camino lo que me indica es que cada vez más hay que hablarle al no poeta, al hombre no volcado a la escritura, a la poesí­a (con minúscula), sino al hombre volcado a la Poesí­a (con mayúscula). Al hombre que no se niega a nada, al que no se mutila. Ese hombre sin realizar ajeno a la poesí­a puede descubrir la Poesí­a en tu texto.

Y una vez que tú alcanzas la Poesí­a, ¿no temes más a la página en blanco?

Si no temes estás perdido. ¿Cómo puedes atravesar el túnel oscuro si no temes? El temor tiene que estar para que tiemble la carne. Solo los soldados de terracota caminan sin miedo. El temor va a hacer que tu triunfo valga. Y será el triunfo de alguien que temió, luchó y venció. La página en blanco siempre va a ser una obsesión, siempre va a inspirar miedo. Es la nada. Y tú tienes que llenar de sangre la nada.

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