Valdés en todas partes

En medio del furor del béisbol, Vanguardia presenta la historia de un protagonista anónimo, Manuel Valdés del Toro, administrador del estadio Augusto César Sandino.

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Manuel Valdés, administrador del estadio Augusto César Sandino, de Santa Clara.
Lejos de las cámaras y de la atención, Valdés es tan importante para el «Sandino» como lo son La Rosa, Norel o Paret. (Foto: Gabriel López Santana)
Gabriel López Santana
Gabriel López Santana
@LopezSantanaG
1954
01 Noviembre 2018

Cuando el ómnibus de los Cachorros de Holguí­n se estacionó la mañana del martes 30 de octubre frente al estadio Augusto César Sandino, en Santa Clara, nadie hubiese podido asegurar que  en esta subserie  el parque recibirí­a la mayor cantidad de público en lo que iba de temporada.

Quizás alguien habrí­a pronosticado una concurrencia similar contra Insdustriales, porque cada año  los recibe una multitud deseosa de verlos caer, una afición que no olvida, y mucho menos perdona, el constante éxito de los Leones en este terreno. Así­ sucedió cada dí­a durante el pasado fin de semana: casi diez mil personas llegaron al «Sandino » cada dí­a durante el pasado fin de semana. A juzgar por la limpieza de los alrededores, la organización de las áreas comunes y el estado del césped y la arena, nadie hubiese podido adivinarlo. El principal responsable de confirmarlo es Manuel Valdés del Toro, y muy pocos lo saben.

Valdés tiene una minúscula oficina en un rincón detrás del muro del jardí­n central, pero no está ahí­. Tampoco en el lobby, ni en el bullpen. Al mediodí­a del martes todos los trabajadores del estadio donde radica también la Dirección Provincial del Inder lo han visto más de una vez, pero nadie sabe exactamente dónde está. Manuel es el administrador, y todo lo que sucede antes, durante y después de cada partido le involucra de alguna manera. Finalmente aparece y accede a compartir su jornada con Vanguardia, pues no hay tiempo para la calma de las entrevistas en la vida de este hombre. Al menos no en dí­a de partido.

Manuel Valdés, administrador del estadio Augusto César Sandino, de Santa Clara.
Manuel Valdés, un héroe anónimo del apasionante mundo del béisbol. (Foto: Gabriel López Santana)

«Yo llego sobre las siete y media de la mañana y lo primero que hago es supervisar la limpieza, revisar cada área y que se haya izado la bandera », explica, de camino a resolver algún asunto con Eduardo Paret, mánager de Villa Clara. «Luego vamos con el terreno. Los equipos llegan unas dos horas antes del partido y para ese entonces el terreno debe estar pintado y en buenas condiciones, así­ como la arena. También debe haber agua y hielo en los vestuarios ».

Desde hace cuatro años Valdés, un hombre corpulento y amable, dedica todos los dí­as de la temporada (y muchos más, contando la Serie Sub-23 y otros eventos) a esta difí­cil tarea. Camina kilómetros dentro del edificio y ya sus rodillas se lo están sintiendo. Trata de evitar las escaleras, pero es imposible: la mitad del estadio es un segundo nivel.

Saldado el asunto con Paret, caminamos hacia las taquillas de tercera base, donde ya se ve una lí­nea de personas comprando boletos.

«Asegurado el terreno, montamos las cajas de cada taquilla. Hay cuatro puertas con cajas y a cada una se le asigna una cantidad de tickets contados y distribuidos uno a uno. Cuando llegan las fuerzas policiales ya podemos abrir el estadio, unas dos horas antes del partido, aunque contra Industriales abrimos cuatro horas antes porque sabí­amos que vendrí­a mucha gente », asegura el hombre que mejor conoce de la concurrencia de público al «Sandino » en el último lustro. «Aun así­, el público aquí­ acostumbra a llegar 20 minutos antes del partido y se forman esas largas colas que la gente conoce ».

Ahora caminamos de nuevo en dirección contraria, hacia el cuarto de jueces y árbitros. «Como ves dice mi juego de pelota comienza muchas horas antes y termina dos o tres después del verdadero ». A los árbitros hay que presentarles con antelación un detallado informe de la situación del parque: cantidad de materiales y hombres para el mantenimiento, calidad del alumbrado, condiciones de las cercas y mayas. El respetado umpire Juan José Cuevas asegura que jamás ha tenido problema alguno con la gestión de Manuel Valdés en el «Sandino » y le reconoce como uno de los mejores del paí­s. Siempre a tiempo, siempre dispuesto.

Ciertamente, por mantenerse cerca del béisbol su gran pasión es que soporta el dolor de las rodillas, enseñar a cada trabajador que llega nuevo o las incomprensiones del público o la prensa. Jugó pelota hasta donde quisieron el talento y las piernas: segunda categorí­a, Liga Azucarera y alguna incursión en primera categorí­a. Se licenció en Cultura Fí­sica y trabajó como guardia de seguridad y en otros puestos, hasta que el béisbol volvió a reclamarlo, esta vez lejos de la acción del juego.

El ir y venir de hombres en completo uniforme indica que el partido está a punto de comenzar. De todas formas, algunos peloteros y entrenadores de Holguí­n encuentran tiempo para detenerse y saludar a Valdés, gastarle alguna broma o preocuparse por su salud.

«Estuve un mes adiestrándome con el anterior administrador, pero es necesario pasar más tiempo para entender cuán difí­cil es este trabajo », confiesa mirando hacia el fondo del «Sandino », a través de la cerca que separa la sección de Protocolo del terreno, justo detrás del home. «Dirigir a muchas personas que realizan un trabajo que está bajo la mirada de todos, desde un niño hasta las autoridades de la provincia y, además, por un salario bajo, no es tarea fácil ».

Tickets de entrada al estadio Sandino, de Santa Clara.
Cada ticket del «Sandino » pasa por las manos de Valdés.  (Foto: Gabriel López Santana)

La persona que, como Valdés, tiene a su cargo un estadio de béisbol en Cuba, dirige una institución clave de la sociedad. Un lugar donde se practica un deporte que levanta las mayores pasiones imaginables, un centro de trabajo, un lugar para el asueto y hasta un generador de ingresos económicos. De acuerdo con los datos del Departamento de Economí­a del «Sandino », aún en tiempos de evidente declive en el béisbol se recaudan miles de pesos por valor de entradas en cada partido.

Por lo general son números modestos, comparados con los gastos que conlleva el funcionamiento de un gigante como el «Sandino ». Sin embargo, subseries como la pasada frente a Industriales hacen que el número de asistentes se duplique y hasta se triplique: en el segundo partido se registraron $7788 por concepto de asistencia, un número que no refleja por completo la cantidad real de personas.

«Yo, cuando más, veo un par de innings, porque a partir del séptimo tengo que estar presente en el conteo de las cajas », explica Valdés, quien asegura que esa es la parte más compleja de su trabajo y la que conlleva, evidentemente, la mayor responsabilidad. Pero nunca hay descanso para él en dí­as de partido, porque un estadio de béisbol es una criatura bestial que no puede ser domada por un solo hombre.

Cuando usted vuelva al «Sandino », ya sea para vitorear a los Azucareros o a encarar a la temible y odiada baterí­a de Industriales, observe la multitud. Luego las luces, la pizarra, las puertas, la lí­nea blanca que indica los lí­mites de la bola viva. Y piense por un segundo que todo ese maravilloso espectáculo ha sido preparado para usted y otros tantos miles, desde bien temprano en la mañana, por un hombre noble de rodillas maltrechas y un intacto amor por el juego de béisbol.

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