Una bala de 80 años

Silvio Montejo Boffill, figura icónica del equipo Azucareros, nació el 10 de septiembre de 1945, el mismo día y año que el cantante puertorriqueño José Feliciano.

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
El otrora estelar jardinero central todavía posee una prodigiosa memoria para recordar hechos de nuestro principal pasatiempo nacional. (Foto: Francisnet Díaz Rondón)
Osvaldo Rojas Garay
Osvaldo Rojas Garay
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09 Septiembre 2025

Silvio Montejo Boffill, una de las figuras icónicas de aquellos aguerridos equipos Azucareros que hicieron historia en nuestras series nacionales con siete subidas consecutivas al podio desde la campaña de 1967-1968 hasta 1974, nació el 10 de septiembre de 1945, el mismo día y año que el cantante puertorriqueño José Feliciano, por eso su canción preferida es Que será (Pueblo mío que estás en la colina).

Gracias a esa coincidencia el estelar ex pelotero y el reconocido intérprete boricua cumplirán 80 años el próximo miércoles.

El caibarienense en su época de jugador activo. (Foto: Tomada de Internet)

Rubén Rodríguez, destacado compositor y comentarista deportivo lo apodó «la Bala de Caibarién», pues en algún momento llegó a figurar entre los diez mejores del ranking nacional en los cien metros planos, en un escalafón que encabezaba el subcampeón olímpico de Tokio, 1964, Enrique Figuerola.

Pero finalmente, Silvio se inclinó por la pelota, siguiendo los pasos de su hermano Manuel (Manny) Montejo (1935-2000), diez años mayor que él, quien transitó por las Grandes Ligas con los Tigres de Detroit en 1961.

Precisamente ese año, cuando aún no había cumplido los 16, Montejo, que entonces se desempeñaba como lanzador integró el equipo Cuba al mundial juvenil desarrollado en nuestro país, inaugurado por Fidel, el 13 de agosto de 1961, día en que el líder histórico de la Revolución Cubana cumplió 35 años.

Su incursión por las series nacionales comenzó en la cuarta versión (1965), en la que integró el cuerpo de lanzadores de Orientales en unión de Manuel Alarcón, Rolando Macías, Aquino Abreu, Modesto Verdura, Roldán Guillén y Román Águila, entre otros.

En su única decisión, el 16 de febrero de 1965, salió por la puerta estrecha, 2 a 7, ante Occidentales, que utilizó a Gaspar Curro Pérez.

Dificultades en el brazo de lanzar le impidieron participar en la quinta serie. Tiempo después en la regional central (1966), Pedro Natilla Jiménez lo colocó en el primer cojín, pero sucedió un hecho que le dio un rumbo diferente a su carrera beisbolera, cuando su coterráneo, Pedrito Pérez Delgado, destacado entrenador de pitcheo,  le sugirió que jugara el jardín central.

En la sexta edición del principal pasatiempo nacional (1966-1967), Montejo defendió todo el tiempo la pradera central en 60 de los 65 desafíos celebrados por Las Villas y en la temporada siguiente (1967-1968) comenzó a tejer su leyenda con un combativo elenco villareño que, sin poseer una nómina lujosa se adueñó de la quinta plaza de aquel certamen ganado por los marrones del Habana con cifra récord de 74 victorias.

Fue posiblemente, la mejor de las 12 campañas de quien también se le conoció por «Caballo Loco». Resultó uno de los siete jugadores que en esa lid lograron compilar sobre los 300 de average en una época verdaderamente de bate de madera y pelota de poco bote.

En ese campeonato se convirtió en el primer bateador derecho en rebasar el centenar de imparables (115) en una serie nacional y el segundo en general, pues en esa contienda se le adelantó un zurdo, el difunto jardinero Eulogio Osorio, quien abrió el club de los que han ligado más de 100 inatrapables, casillero que lideró con 129 indiscutibles.

De izquierda a derecha: Owen Blandino; Gaspar Curro Pérez; Silvio Montejo y nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro, tras el regreso del equipo cubano que conquistó el título en el mundial de República Dominicana, 1969. (Foto: Tomada de Internet)

Junto al placeteño Juan (Canillita) Dí­az Olmos integró la mejor dupla de robadores de bases que ha tenido un equipo en una serie, si tomamos en cuenta que entre ambos estafaron 94 almohadillas y solo los prendieron en 29 ocasiones.

En la mencionada VII Serie Canillita hurtó 52 colchonetas y lo sorprendieron robando en 17 oportunidades, mientras que Montejo salió ileso en 42 de los 54 intentos en que salió en busca de otra base.

La actuación de este último le abrió un espacio en el conjunto de Orientales en la I Serie de las Estrellas y en la selección criolla que viajó dos veces ese año (1968) a México, primero en abril-mayo para topar con varias novenas aztecas y seis meses más tarde, en noviembre, para intervenir en una cuadrangular con Puerto Rico, Estados Unidos y los representantes de la nación sede.

A partir de ahí surgió una de las grandes controversias de la época sobre quién era el mejor guardabosque central de nuestro béisbol si la «Bala de Caibarién» o el finado Fermí­n Laffita , conocido como el «Rey de la Pradera Central» y «El galgo del jardín central».

Pienso que ellos dos y el yumurino Rigoberto Rosique fueron los defensores más descollantes de la citada posición hasta la llegada de Víctor Mesa, el mejor de todos, quien en sus inicios siempre manifestó su admiración por Silvio Montejo.  

«Yo quería ser como él, desde pequeño me encantó su forma de jugar el béisbol, su espectacularidad, disfrutaba las cosas que hacía en el terreno. Montejo fue una inspiración para mí», me confesó la Explosión Naranja.

Además de erigirse en líder de los bateadores en el Torneo de Haarlem, en 1972, el nativo de la Villa Blanca vivió grandes emociones como miembro de las novenas cubanas que levantaron el trofeo principal en el recordado mundial de Santo Domingo, 1969; los Juegos Panamericanos de Cali, 1971 y los Juegos Centroamericanos y del Caribe, con asiento en Ciudad Panamá, en 1970.

Montejo forma parte del exclusivo grupo de 12 peloteros que estuvieron en las tres coronaciones del equipo Azucareros en las justas nacionales de 1968-1969, 1971 y 1972 y con el colectivo de Las Villas que se adjudicó el gallardete en la Serie Especial de los 10 Millones (1970).

Después de la división política-administrativa de 1976, al surgir la provincia de Villa Clara, se ganó un puesto como inicialista en el primer equipo que representó al territorio en los campeonatos nacionales (1977-1978).

Fue colocado en el sexto turno en la jornada inaugural, el 18 de diciembre de 1977 frente a Ciego de Ávila, en el estadio Augusto César Sandino, donde se apuntó un imparable a costa del estelarísimo Omar Carrero en el capítulo inicial, para impulsar la segunda carrera de Villa Clara, que cedió ante los visitantes, 4 anotaciones a 2.

La trayectoria beisbolera de la «Bala de Caibarién» no fue muy longeva, después de esa temporada, joven aun, con solo 32 años, pero aquejado por un mar de lesiones que sufrió en los terrenos beisboleros, donde fue todo coraje y entrega, decidió guardar el uniforme que vestía con el número 7, el mismo dígito que lució su ídolo Mickey Mantle (1931-1995), con los Yankees de Nueva York, uno de los más extraordinarios jardineros centrales de la historia, catalogado el mejor bateador ambidextro de las Grandes Ligas.

Para el legendario «Caballo Loco» como escribí una vez en esta página, no hubo un último aplauso de la afición que tanto disfrutó de su juego, porque nunca lo despidieron oficialmente del béisbol activo. 

«Daba la impresión que no cabía en el terreno»

El pasado lunes cuando le comenté a Antonio Muñoz sobre la cercanía de las ocho décadas de vida de la Bala de Caibarién, el Gigante del Escambray expresó sin titubeos: «Montejo es uno de los jugadores más espectaculares que he visto en las series nacionales, explosivo, dinámico, rápido, excelente bateador, magnífico robador de bases, poseía un buen brazo, era un fildeador extraordinario, daba la impresión de que no cabía en el terreno».

El mejor toletero zurdo que ha transitado por nuestros torneos beisboleros contó una simpática broma que le hicieron en 1969 después de un encuentro contra Industriales o Habana, no pudo precisar bien.

«Nos pusieron a picar un cake. Cuando comenzamos la tarea notamos que el cuchillo no bajaba y Montejo me decía: «¡Guajiro qué es lo que tiene el cake este que no baja! Las carcajadas estallaron, porque no había tal cake, se trataba de un cajón de playwood cubierto de merengue, florecitas y hasta con felicidades y todo. Imagínense la pena que pasamos delante de Arnaldo Milián».

El apagón que le dio la victoria a Las Villas 

Hablar de Silvio Montejo me lleva siempre a recordar una de las anécdotas recogida en las tres ediciones de mi libro Casos y Cosas de la Pelota, la cual relaté en este espacio hace algún tiempo.

Ocurrió en el estadio Latinoamericano, el 26 de mayo de 1970, durante un enfrentamiento entre Las Villas y Camagüey correspondiente a la Serie de los Diez Millones. Con el juego empatado a dos carreras en el quinto capítulo, Montejo produjo un roletazo a manos del desaparecido serpentinero agramontino Elpidio Chacha Jiménez y en el momento de tirar a la inicial hubo una interrupción del fluido eléctrico.

La jugada fue anulada por el árbitro Alfredo Paz y al reanudarse el partido Montejo ocupó nuevamente su turno en la caja de bateo. Al primer enví­o de Jiménez, la «Bala de Caibarién» pegó una terrí­fica lí­nea que se fue de jonrón, impulsando las dos carreras que a la postre le dieron la victoria a Las Villas, 4 a 2.  

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Pedro

Martes, 09 Septiembre 2025 02:12

Osvaldo, hace varios días le comenté que no recibo los comentarios de otros forestal. Solo uno pude ver. Es que hay algo más que deba hacer?.

Pedro

Martes, 09 Septiembre 2025 02:12

Osvaldo, hace varios días le comenté que no recibo los comentarios de otros forestal. Solo uno pude ver. Es que hay algo más que deba hacer?.

Pedro

Martes, 09 Septiembre 2025 02:11

Osvaldo, hace varios días le comenté que no recibo los comentarios de otros forestal. Solo uno pude ver. Es que hay algo más que deba hacer?.