Por ellos y por nosotros

El cuidado de los ancianos resulta una prioridad en la compleja situación que vive nuestro paí­s a causa del nuevo coronavirus.

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Laura Seco Pacheco
2638
28 Marzo 2020

Villa Clara es la provincia más envejecida de nuestro paí­s. Los ancianos devienen el sector más vulnerable ante la creciente amenaza del nuevo coronavirus. No es alarmismo, sino una sencilla estadí­stica que obliga a replantearnos la forma en que cuidamos a nuestros abuelos.

Ilustración de Martirena
(Ilustración: Martirena)

Sin consideraciones de edades: el SARS-CoV-2 es un riesgo para todos. Sin embargo, las cifras no resultan nada halagí¼eñas en el caso de los mayores de 60 años. Aunque los datos analizados frí­amente no causen alarma, debemos recordar que más del 80% de quienes sucumbieron ante el virus en Italia pasaban las seis décadas.

Por ello, la protección del adulto mayor en nuestras familias y en nuestro andar cotidiano debe ser prioridad, para que esta tragedia culmine de una vez y por todas con el mejor de los finales.

El 23.7% de los villaclareños pertenece a este cí­rculo vulnerable. Son 184 795 personas que, por simple naturaleza, no se encuentran en igualdad de condiciones para enfrentar una enfermedad que a más de un joven ha dejado convaleciente. Entonces la seguridad del grupo de la tercera edad merece todas nuestras energí­as.

A medida que envejecemos, nuestro sistema inmunitario se deteriora. Somos más vulnerables a contraer infecciones y no sobreponernos con normalidad, por lo que ante todo hay que prevenir el contagio. ¿Cómo? Pues quedándonos en casa el mayor tiempo posible.

Sin embargo, no hay que caminar mucho para ver ancianos en las calles con nasobuco o sin él en colas del banco, tiendas, bodegas y farmacias, desafiando sin necesidad el peligro inminente. ¿Nadie más en el hogar puede asumir la tarea?

Es nuestra responsabilidad impedir la afluencia de personas mayores en sitios riesgosos. Mantener la distancia de un metro y medio o dos respecto a otras personas ayuda, pero no es la solución ideal, pues el virus puede sobrevivir en otras superficies contaminadas. La mejor opción, reiteramos, es quedarse tranquilitos en casa.

Los abuelos que presenten otras enfermedades, por ejemplo asma, diabetes o hipertensión arterial, han de mantenerlas controladas con la medicación y dieta adecuadas para evitar complicaciones en caso de contraer la enfermedad. Nosotros, los jóvenes, debemos preocuparnos y ocuparnos. Ellos nos cuidaron, ahora es nuestro turno.

El gobierno ha tomado medidas para garantizar la seguridad de los 1628 ancianos en los 15 hogares y 23 casas de abuelos del territorio. Acciones que resultan vitales para cerrarle la puerta al virus de una vez y por todas.

Lo principal en estos centros es garantizar la higiene, tanto la de los ancianos como del personal que allí­ labora. Para quienes visiten estas instituciones, el correcto y frecuente lavado de las manos y el empleo de la solución de hipoclorito se convierte en ley, así­ como el uso obligatorio del nasobuco.

Igualmente y previo acuerdo con los familiares, las visitas y los pases cesaron por el momento. Y un equipo médico las recorre cada dí­a para detectar a tiempo posibles sí­ntomas de la enfermedad.

Los que presenten algún padecimiento respiratorio se aí­slan del resto del personal, y en caso de encontrarse en régimen seminterno, no se le permite la entrada. Quienes lo prefieran y tengan las condiciones, pueden trasladarse a su casa sin perder el derecho a la cama.

Es el momento de velar por los indefensos, de crecernos como paí­s, y, sobre todo, como seres humanos. Cuidar a los ancianos es cuidarnos a nosotros mismos, pero también saldar parte de una deuda eterna con esos que algún dí­a nos llevaron de la mano al cí­rculo infantil, a la escuela, o nos peinaron con suavidad o nos dieron dulces a escondidas.

Es ahora. No hay mejor deber ni mejor obligación.

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