Caminar, aprender y crear con el Che

A 56 años de la caída en combate del Che, el homenaje trasciende el campamento guerrillero y se cuela en su pensamiento económico, político y social.

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
Acto de iniciación pioneril. (Foto: Tomada de Internet)
Mónica Sardiña Molina
Mónica Sardiña Molina
@monicasm97
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08 Octubre 2023

«¡Seremos como el Che!» parece una frase irrebatible a los siete o a los diez años, con una pañoleta recién puesta alrededor del cuello. La ilusión de llenar las botas de guerrillero o el uniforme verde olivo llega junto al convencimiento de que se trata de un ser irrepetible, y toca conformarse con la reproducción de la foto con la cual se inmortalizaron mutuamente el joven comandante y Alberto Korda, u otra de las tantas imágenes que captaron todas las expresiones de su carácter, si se quiere llevar un pedazo físico de su memoria.

Hay dos maneras de homenajear al Che: una superficial, de junio a octubre, con el repaso de su biografía, el paseo por los espacios que llenó con su presencia, y las mismas frases repetidas, pero no aprehendidas. La otra, mucho más profunda, diaria, de acción y pensamiento, sin temor a deshacerse de egoísmos ni a sumergirse en las contradicciones que lo embargaron como revolucionario, enemigo del inmovilismo.

Nunca parecen tan inabarcables 39 años como cuando se habla de Ernesto Guevara. Honrarlo como aventurero, quijote, calla más de lo que dice sobre un comandante con austeridad de soldado, líder de ejércitos y de pueblos, jefe que hablaba con acciones, dueño de una sensibilidad poética y principios de acero, hermano de sus amigos y alma de la familia, en casa o a kilómetros de distancia.

La inteligencia natural, cuidada y enriquecida con los años; el sentido del deber, la capacidad de despojarse hasta de su propio cuerpo para ayudar a los demás, y la modestia —que hacía aún más grande cada mérito— lo situaron, junto a Fidel, en un país que dejaba de ser colonia para volver a ser patria y ante un pueblo dispuesto a convertirse en protagonista de su propia liberación.

A la par de deberes políticos y militares impostergables durante los primeros años de la Revolución, cumplió como nadie la encomienda de pensar y hacer la economía en un sistema alternativo al capitalismo. Uno de sus principales aportes consistió en no apartarla nunca del análisis social y político, porque entendía el comunismo «como un fenómeno de conciencia y no solamente un fenómeno de producción».

Este y todos los demás pensamientos, que dejó escritos o grabados en la memoria de quienes lo conocieron, son el resultado de su análisis teórico y práctico sobre el socialismo que crecía torcido en Europa y el que debía gestar Cuba en suelo propio. Estudió con avidez, de madrugada y en los momentos que le dejaba libre el trabajo, con la asesoría de expertos nacionales y extranjeros, pues el camino por construir no admitía improvisaciones ni petulancias.

Con objetividad y visión crítica, reconoció las diferencias entre los postulados y la implementación del marxismo-leninismo, los retrocesos necesarios a favor del bien común y los errores que anunciaban el derrumbe cuando el llamado socialismo real se creía más sólido.

En Cuba, impulsó la industrialización, sin olvidar que la base se encontraba en el campo, y que dignificar las condiciones de vida de los campesinos y los obreros cobraba más importancia que los cultivos o las maquinarias. Demostró la necesidad de diversificar las producciones, sustituir importaciones, consolidar la soberanía política y la independencia económica.

Tanto o más preocupación le generaba la necesidad de transformar la conciencia del pueblo que erigiría la nueva sociedad, educar a las masas, mantener el diálogo directo, explicar cada decisión, y consolidar la única y verdadera democracia, la participativa.

Cualquier frase guevariana tomada al azar entraña una actualidad casi sobrenatural, como si la muerte no lo hubiera alcanzado en Bolivia, hace 56 años. Hoy, me quedo con estas palabras que van de la invitación a la orden:

«No vamos a sentarnos y hacer un alto en el camino para pensar cuáles serán nuestros próximos pasos. Vamos a pensar caminando, vamos a aprender creando y también, por qué no decirlo, equivocándonos. (…) Todos nosotros, y el pueblo con nosotros, considera que esta fórmula es mucho más beneficiosa para el país que la de sentarse a pensar planes maravillosos mientras el tiempo transcurre».

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