Los manglares figuran entre las cinco unidades ecológicas más productivas del universo, mientras el 80 % de las especies marinas encuentran su subsistencia entre ellos.
Uno de nuestros ecosistemas antes del paso devorador de «Irma». (Foto: Cortesía del Centro de Estudios y Servicios Ambientales Cesam)
Ricardo R. González
@riciber91
9291
16 Septiembre 2019
16 Septiembre 2019
hace 5 años
Los manglares son ecosistemas diversos, vistos por algunos como la transición entre el mar y la tierra. En unos casos, dotados de pequeñas selvas retorcidas; en otros, los árboles toman determinada altura, y muchos se pierden entre las aguas para bloquear canales y laberintos, mas, en medio de esos misterios naturales aparecen los humedales, que posibilitan la sostenibilidad de la vida en la zona costera.
Desde 2002, la máster Leticia Mas Castellanos, investigadora auxiliar del Centro de Estudios y Servicios Ambientales (Cesam) de Villa Clara, anda entre estos parajes, lo que le permite afirmar que constituyen la formación vegetal más extensa existente en las costas tropicales y subtropicales.
«En el caso de la provincia alega ocupan todo el litoral y la cayería, combinados con un universo de recursos maderables, además de erigirse como barrera protectora contra eventos extremos, como los destructores huracanes y fenómenos ocasionados por la elevación del nivel del mar, la salinidad y la contaminación ».
Bióloga de profesión, Leticia también puede hablar sobre cómo se convierten en el hábitat de numerosas especies, o sirven de refugio a los variados grupos de fauna, de larvas de peces, ostiones y de aquellos que encuentran su amparo entre las raíces del mangle a fin de escapar de los diferentes depredadores.
Los recorridos de la científica por estos bosques inclinan su preferencia hacia los de Cayo Santa María y Las Brujas, así como por uno ubicado en la laguna Las Negritas, de Cayo Fragoso, que muestra parches de mangle prieto (Avicennia germinans) rodeados por aguas muy cristalinas a baja altura.
Cuando todo cambió
«Irma » transformó la existencia de estos paisajes. «La primera impresión que sufrí al visitarlos, pasado el meteoro, fue que estaba equivocada de lugar, me sentí extraña, perdida. Sitios que disponían de árboles con 11 y 15 m de altura y 60 cm de diámetro apenas contaban con 2 m. Ya no era el bosque que me hacía mirar hacia arriba... Un contraste enorme. La estructura del manglar cambió », sustenta Mas Castellanos.
Memorándum
Aproximadamente el 20 % del área boscosa del país está constituida por manglares. Estos ecosistemas ocupan también una parte de la línea costera nacional.
Producen gran variedad de materia orgánica entre hojas, frutos, y diversos renglones consumidos por aves y mamíferos, mientras otros caen al agua y forman una gran biomasa.
Sus raíces protegen a larvas de peces y camarones. Son hábitats temporales de especies migratorias.
Según estudios, unas 70 especies de aves crean su propio refugio en el entorno y allí desova un grupo importante de vertebrados e invertebrados.
Entre las estrategias desplegadas por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) para la adaptación al cambio climático y recogidas en la Tarea Vida, aparece la recuperación de este recurso natural.
A pesar de sus marcadas secuelas, el huracán dejó lecciones para conocer lo que nos puede pasar y cómo debemos protegernos. El cambio climático (CC) existe, y todo lo contemplado en los estudios de peligro, vulnerabilidades y riesgo resulta real.
¿Dónde fueron más fuertes las consecuencias de este devastador fenómeno meteorológico?
En cuanto a los manglares las mayores afectaciones recayeron en las áreas de Camajuaní, Caibarién, Sagua la Grande y Encrucijada. Antes de los embates existían investigaciones del estado de conservación, e incluso de dónde habían decrecido o incrementado en cada municipio, pero todo quedó en el camino.
«Vale recordar que al estar estos bosques en la costa son los primeros que sufren, y a la vez funcionan como barreras protectoras, por lo que resulta sumamente necesario el proyecto integrado de manejo de zona costera en aras de la reforestación ».
En este empeño intervienen varios organismos, a la vez que existe el propósito internacional Ecovalor para promover una generación de beneficios ambientales múltiples con una mirada a las implicaciones económicas.
El otro plan es el monitoreo digital del ecosistema de manglar dirigido a la adaptación al CC, realizado desde el Cesam en el litoral villaclareño a partir de imágenes satelitales.
Dentro de esos mundos prevalecen detalles curiosos. Están los manglares originados a la orilla de los ríos, otros en el borde de las costas, a pesar de los continuos oleajes, y aquellos que presentan bajo desarrollo debido a las condiciones de alta salinidad.
El hacha, la naturaleza, el hombre
Por tradición, el manglar deviene fuente de maderas resistentes destinadas a las construcciones e ideales como productoras de leña para alimentar el fuego. Las hachas han sido despiadadas con el ecosistema, y muchas edificaciones realizadas en la costa lo han destruido a fin de crear diques, carreteras, marinas, espigones y depósitos dirigidos al desarrollo de la camaronicultura.
La tala indiscriminada reduce considerablemente la vegetación. Pudiera parecer ventajoso desde el punto de vista económico, mas al valorarse otros detalles, entre ellos los ambientales, el panorama cambia.
Cada una de estas pérdidas provoca la destrucción del hábitat, incrementa la erosión, la disminución de las especies, las trabas ante la libre circulación del agua y los obstáculos para su florecimiento.
«El comportamiento humano influye de manera negativa, a pesar de las labores de control. Existen lugares, incluso, en los que han desaparecido producto de estas acciones y ya están protegidos por la Ley de Costa », enfatiza Mas Castellanos.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el ritmo de destrucción de manglares resulta superior a los de otro tipo de bosques. En el caso de Cuba se estima que casi un tercio han sido maltratados por diferentes causas derivadas de las acciones humanas.
Además de las potencialidades como barreras naturales, el manglar almacena cinco veces más carbono que el resto de los bosques tropicales, lo que influye en la mitigación del calentamiento global.
A pesar de todo, Leticia Mas asevera que le siguen cautivando esos paisajes. «El mar me llama la atención y la zona costera también por esos árboles altos, con troncos gruesos, sombríos, de mucho follaje, a pesar de que trabajo rodeada de fango y me acompañan los mosquitos ».
Entonces, ¿cómo los denominaría?
Para mí los manglares son bosques de ensueños.
Contrastes
Triste, pero cierto. El paso del huracán Irma marcó un antes y un después en la salud de nuestros manglares. Antes del fenómeno, salvo en sitios puntuales, mostraban un buen desarrollo. Eran muy verdes, con pocas afectaciones y exhibían un incremento sostenido en la cobertura de bosques.
Luego quedaron transformados. Abundan árboles secos, ramas partidas, hojas quemadas, mientras que la altura de la vegetación disminuyó notablemente.
De acuerdo con la visión de la máster Leticia Mas, la recuperación ha sido muy lenta e, incluso, existen lugares donde murió el manglar.
Habrá que esperar a que las nuevas semillas germinen a paso lento y que las acciones inescrupulosas de los humanos no acentúen el panorama a fin de recuperar el esplendor perdido.