La dinastí­a de las reinas

Las dueñas de la colmena tienen caprichos y curiosidades. Ellas se procrean en Villa Clara, y si no lo sabí­a, ya despiertan interés en el mercado foráneo.

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Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
5768
12 Diciembre 2020
Lisdany Guillén, apicultor de Villa Clara.
«Las reinas me han enseñado que son el principio de la producción », asegura Lisdany Guillén Rodrí­guez. (Foto: Carlos Rodrí­guez Torres)

Parece árabe, pero no lo es. Tampoco encarna un personaje de serial televisivo, aunque se le vea envuelto en un ropaje nada común. Lisdany Guillén Rodrí­guez viste con atuendo protector porque conoce muy bien el efecto de esos aguijones que penetran a diario en su piel y dejan marcado dolor, mas la costumbre lo ha familiarizado con un mundo en el que se insertó desde pequeño, al seguir la tradición paterna.

Ahora tiene 35 años; de ellos, una década dedicada a la apicultura profesional, un oficio que le permitió conocer que son las abejas hembras las causantes de las picadas, pues reaccionan con ensañamiento a los olores fuertes que desprenden los perfumes, jabones y colonias, ¡y hasta a los colores brillantes!

Lisdany está al frente de uno de los dos centros reproductores de abejas reinas en Santa Clara, sumados a otros dos en Quemado de Gí¼ines e igual cifra en Manicaragua con la particularidad de que el de Mataguá produce reinas ecológicas*, más uno en las demarcaciones ranchueleras. Conoce que allí­ comienza el ciclo de las colmenas, con la procreación de la dueña absoluta de los panales.

«Las reinas me han enseñado que son el principio de la producción. Si no existe un buen ejemplar jamás podrá consolidarse una excelente colmena », precisa quien, en sus primeros pasos, se graduó de técnico en Veterinaria.

Entonces revela algunos secretos, como el de la necesidad de tener bastantes zánganos para lograr una reina de calidad. Esta es la única que llega a reproducirse en la colmena y no deja de manifestar un comportamiento caprichoso.

Memorándum

Las reinas por lo general no pican, y miden unos dos centí­metros, al igual que los zánganos. Resultan más grandes que las obreras, y poseen colores diferentes, sobre todo en el abdomen.

Se mueven de forma rápida y decidida buscando la forma de esconderse en la colmena, como si se percataran de que el apicultor está al acecho.

Rechazan las grandes aglomeraciones de abejas, por lo que huye de los tí­picos montones que a menudo forman las obreras sobre los panales cuando el operador inspecciona la colmena.

Aunque las reinas tienen tres años como promedio de vida, se hace necesario reemplazarlas cada cierto tiempo para mantener efectividad en las posturas y lograr altos rendimientos.

En el caso de Lisdany, debe sobrepasar la entrega de 350 ejemplares en el año, en una provincia que figura entre las cuatro del paí­s que acopian mayores cantidades de miel y está llamada a aportar alrededor de 840 toneladas al cierre de 2020. Cada tonelada está alrededor de  los 3000 euros  en dependencia del momento y las coyunturas prevalecientes.

«Mi padre me mostró el camino. Indicaba que tomara la larva más pequeña, con el objetivo de lograr la reina más grande, pero los injertos son complicados y exigen mucha precisión: si escoges una larva un poco adelantada en su desarrollo no se logra una reina óptima; tampoco pueden ser demasiado prematuras ».

Un «paraí­so » indescriptible

Si algo demuestra una organización increí­ble es el interior de una colmena. La reina resulta la única hembra fértil y deposita los huevos fecundados a fin de originar a las obreras infértiles; mientras tanto, los no fecundados dan zánganos fértiles debido a un mecanismo llamado partenogénesis.

Abejas en la colmena.
Las abejas reinas tienen su distingo. La imagen demuestra las diferencias respecto al resto de las que integran el colmenar. (Foto: Tomada de Internet)

La monarca absoluta no abandona el colmenar, salvo para sus vuelos de fecundación o al producirse un enjambre que origina una nueva colonia. Junto a ella conviven obreras y zánganos, con sus delimitadas funciones.

Beatriz Viera, la genetista de la UEB Apí­cola de Villa Clara, describe que están las nodrizas, las guardianas y las obreras, que en sus primeros diez dí­as de vida solo alimentan a la reina, ya que todas salen al campo para producir la jalea real antes de pasar a otros roles. Y si algo nutre de curiosidad el capí­tulo de las reinas es que realizan sus andanzas de fecundación en varias oportunidades y la cópula incluye a numerosos zánganos, por lo que guardan el esperma de cada uno de los que «amó ».

La nueva reina es virgen y en su vuelo nupcial puede recolectar la esperma de hasta 20 zánganos diferentes, para asegurar la diversidad genética en la colmena, pero solo los más fuertes logran clasificar en estos amorí­os promiscuos que también les cuesta la vida, ya que sus genitales son desgarrados durante el acto.

Olga Nerey Herrera y su hijo Dasiel Pérez Nerey, apicultores villaclareños.
Olga Nerey Herrera y su hijo Dasiel Pérez Nerey nunca experimentaron temor para enfrentar los 500 núcleos existentes en el colmenar de la UBPC Mártires del Moncada. (Foto: Carlos Rodrí­guez Torres)

Una vez que la reina satisface su deseo sexual, retorna a la colmena y comenzará a poner los huevos pasados algunos dí­as. A ello se dedicará de manera continua, para nunca más salir de su habitáculo.

«Una buena reina debe poner más de 1500 huevos diarios, y en ello también se hace necesario el mejoramiento genético, a fin de lograr un buen resultado », precisa Viera.

En sus labranzas cotidianas, Lisdany Guillén reconoce que la atención al apiario exige sistematicidad y aplicación de las técnicas establecidas. Cada lunes sacan las reinas, de manera escalonada, dentro de unos dispositivos especí­ficos. Estas serán eliminadas luego de cumplir su vida útil y, dado que está garantizada la producción, se reemplazarán por otras.

Alexander Castro Aguilar, director de la UEB Apí­cola de Villa Clara
El director de la UEB Apí­cola de Villa Clara, Alexander Castro Aguilar, asegura que este tipo de abejas se incluye en los estudios de mercado a partir del interés que ya despiertan en algunos paí­ses. (Foto: Carlos Rodrí­guez Torres)

Al colmenar, perteneciente a la UBPC Mártires del Moncada, en la capital provincial, también se han sumado Olga Nerey Herrera y su hijo Dasiel Pérez Nerey, quienes confiesan que nunca experimentaron temor para enfrentar los 500 núcleos allí­ existentes.

Las reinas viven un promedio de tres años, en tanto, las obreras apenas rebasan los 90 dí­as en medio de no pocas dificultades con la floración, debido al déficit de nutrientes naturales en medio de una zona rodeada de vaquerí­as, por lo que se les debe suministrar alimentación artificial a base de jarabe de azúcar.

Entre los zumbidos provocados por estos insectos, Guillén Rodrí­guez explica que la producción de abejas reinas se destina a los apicultores privados y a las propias brigadas de las UPBC dedicadas a la tarea; sin embargo, Alexander Castro Aguilar, médico veterinario y director de la UEB Apí­cola de la provincia, asevera que ya constituye un renglón importante sometido a estudios de mercado a partir del interés que despierta en el espacio foráneo.

«Este universo se torna cada vez más competitivo, razón por la que se impone, además, aplicar valor agregado y transferencias tecnológicas como elementos básicos para enfrentar los requerimientos en el exterior », argumenta el experto.

Una escuela para Lisdany

Contrastes

No crean que todo es felicidad en un apiario. Existen enemigos poderosos entre los animales encargados de ver a las abejas como presas fáciles.

El escarabajo pequeño afecta de manera drástica la crí­a del insecto y sus productos,  aunque los ratones también penetran en el interior del colmenar y causan grandes estragos.

Otros insectos, como las arañas y pequeños animales, viven de las abejas; arácnidos que trazan sus estrategias para atacar a los ejemplares adultos; sin embargo, no se descartan las acciones de ácaros que se alimentan del polen y los cuerpos de las abejas muertas, así­ como los avispones, las avispas y las libélulas con sus respectivos ataques.

El más peligroso de todos resulta el gusano de polilla mayor de la cera, causante de las mayores pérdidas, entre otros depredadores que agreden, fundamentalmente, las colonias débiles.

Por ello es recomendable que cada apicultor permanezca atento a cualquier invasión extraña que aparezca en sus colmenas. Ojos muy abiertos para garantizar la estabilidad.

¿Tenemos o no nuestras  Razones?  

Entre los tantos insectos que dan vida a una colmena pudiera resultar complejo localizar una reina. Por ello, algunos apicultores suelen marcarla con un color especí­fico, en función del último dí­gito del año de nacimiento, amparado en un código internacional. El blanco está dispuesto para los ejemplares nacidos en el año que acaba en cero o en cinco, el amarillo queda destinado a los que finalizan en uno o en seis, el rojo, en dos o en siete; el verde, tres u ocho, y el azul para los que concluyen en cuatro o nueve.

Cada propietario de colmena cuenta con su método, y aunque Lisdany Garcí­a afronte el rigor de ataviarse dí­a a dí­a con su pesado atuendo y deba resistir el calor en jornadas agotadoras de verano, no renuncia a un mundo que le ha abierto los horizontes ante algo inimaginable y desconocido.

«Nunca soñé cómo era el interior de una colmena hasta que lo vi y me enfrenté a él. Incluso, me ha ayudado en mi vida personal desde el punto de vista organizativo », declara quien prefiere el bregar con abejas y no con avispas.

A quienes inicien sus acciones en las labores apí­colas, les recomienda manifestar vocación y despojarse del miedo a los insectos, pues solo así­ se obtendrán los resultados esperados.
Además, le agradece a su padre, Daniel Guillén Pérez, el haberle mostrado el camino de lo que deviene enseñanza y vida.

«Seguiré en este rumbo sin cambios », dijo a manera de despedida antes de adentrarse en su colmenar, a fin de seguir de cerca la dinastí­a de las reinas.

(*) Los métodos apí­colas están retomando los modos ecológicos para así­ respetar el equilibrio natural de las colmenas. Vale destacar que Villa Clara cuenta con diez productores ecológicos, unos dedicados a la miel y otros a la procreación de la abeja reina.

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