Desafí­o a las tormentas

Cuando se haga la historia de los últimos 40 años y del tiempo de pandemia que vive Villa Clara, habrá que contar con el colectivo del Centro Provincial de Electromedicina por sus innumerables acciones a favor de la vida. 

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Parte del colectivo del Centro Provincial de Electromedicina de Villa Clara.
Parte del colectivo integrado por 132 trabajadores como unidad presupuestada que tiene centros territoriales en Sagua la Grande y Caibarién, mientras aparecen subordinados los grupos de ortopedia técnica y dos talleres para la elaboración de calzados a la medida en Santa Clara y Cifuentes, al tiempo que organizan metodológicamente la labor en los servicios municipales y en los hospitales. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
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16 Octubre 2021

Hace más de cuatro décadas que trazan sus sendas, muchas veces en el anonimato o en un sitio muy distante del centro de la ciudad adonde  tienen que llegar por medios propios. Sin embargo, vivir las experiencias del Centro Provincial de Electromedicina (CPE), reforzadas desde hace casi dos años por el terrible coronavirus, recuerda aquella frase que sentencia: ¿Quieres saber quién eres? No preguntes ¡Actúa!

Memorándum

El CPE es responsable de la instalación, reparación y mantenimiento de toda la tecnologí­a médica e instrumental disponible en la provincia encaminado a diagnósticos, laboratorio, estomatologí­a y los destinados a la recuperación de los pacientes.

Asume el proceso de los nuevos equipos en Salud, así­ como las fallas, averí­as, desinstalación del instrumental obsoleto y el enví­o a materias primas de las partes no útiles.

Incluye la reparación de camillas, sillones de ruedas, camas hospitalarias, sillas, mesas de metal, y otra parte dedicada a tratar de rescatar los deprimidos esfigmomanómetros, estetoscopios, piezas de manos y ultrasonidos estomatológicos, y los reguladores de oxí­geno.

Y cómo lo han hecho. Muchas veces convirtiendo lo imposible en posible, marcados por carencias de insumos, de piezas de repuesto, recuperando un equipo a partir de componentes utilizables de otro descontinuado, con el pleno ejercicio del intelecto e innovaciones que no admiten reposo. Lo sabe su director, el ingeniero Reinaldo Pita Machado, en un universo provincial que abarca 8676 equipos médicos y más de 30 000 muebles clí­nicos.

Con la llegada del SARS-CoV-2 cambió la rutina productiva, vista por sus directivos como un reto descomunal ante algo desconocido que impuso dedicarse de lleno al complejo mundo de la ventilación pulmonar.

En un primer momento ejecutaron la reparación de todas las lí­neas de distribución de gases de las principales unidades hospitalarias, a fin de eliminar posibles salideros, a partir de un sistema de vigilancia.

Luego trabajaron en el inventario de los requerimientos de la ventilación pulmonar dirigidos a la posible adquisición de recursos por parte del paí­s.

El largo camino

La coyuntura no admití­a esperas. Era necesario recurrir a las acciones inminentes, por lo que una de las soluciones villaclareñas fue obtener nuevos dispositivos, a partir de reguladores de oxí­geno industrial descontinuados, con dos instrumentos, colocados en forma de T, capaces de beneficiar a igual número de pacientes a partir de un botellón de oxí­geno.

Dispositivo T para el suministro de oxí­geno.
Dispositivo conocido por T, una de las soluciones villaclareñas obtenidas a partir de reguladores de oxí­geno industrial descontinuados con dos instrumentos capaces de beneficiar a igual número de pacientes a partir de un botellón de oxí­geno ante la falta del gas. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

«Estos se distribuyeron en la provincia, y después, con la ayuda del grupo de trabajadores por cuenta propia LAMA, se fabricó una cantidad importante de Y (con efectos similares) en Holguí­n para todo el paí­s. A Villa Clara le entregaron unos 200 dirigidos a los hospitales, y con el apoyo del Combinado del Plástico se lograron otros, por lo que ya existen disponibilidades para el territorio con las necesarias reservas », precisa Pita Machado.

Ahora bien, el momento de mayor tensión llegó con la opción cero de oxí­geno.   ¿Qué hacer?, era la inquietud compartida entre todos.

«Nuestros trabajadores participaron de conjunto con el resto de los hospitales, las organizaciones polí­ticas, gubernamentales y la dirección de Salud en la provincia que actuaron en la determinación de medidas emergentes. La colaboración del colectivo estuvo encaminada a aprovechar hasta el último litro de oxigeno existente ».

¿Un verdadero dilema convertido en rompecabezas?, pregunto a Pita Machado.

Cada vez se agotaban más las capacidades. Hubo que aplicar múltiples variantes. Se construyeron bancos de oxí­geno a partir de los elementos existentes que posibilitaran independizar los sitios de atención al paciente grave en el hospital Arnaldo Milián Castro del resto de su red con el propósito de garantizar la ventilación a los pacientes graves, por lo que se impuso otra revisión. De igual manera en el Cardiocentro Ernesto Che Guevara, en el hospital Celestino Hernández Robau, sin dejar de colaborar con otras provincias ya que el Ministerio de Salud Pública nos pidió que realizáramos este trabajo en Cienfuegos.

¿Sueño, descanso?

Equipo concentrador de oxí­geno.
Uno de los concentradores de oxí­geno, de factura coreana, suministrados por el Minsap, que llegó a los hospitales. Ya se obtení­a el gas a partir del aire ambiente y no se necesitaban los balones o cilindros al ofrecer los más modernos 48 litros por minuto. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Pregúntele al ingeniero Germán Eladio Dí­az Fernández, especialista en la reparación y el mantenimiento de los equipos de ventilación pulmonar, si los conoce. Apenas durmió durante el segundo rebrote de la COVID-19 cuando los casos se incrementaron de manera notoria.

Quizás una o dos horas para estar en la casa, comer algo y volver a salir a la tarea, a tal punto que Santa Clara lo veí­a transitar a cualquier hora del dí­a, la noche o la madrugada en faenas, ya sea en cuestiones de ventilación o descargando e instalando los 116 concentradores de oxí­geno destinados a las salas más crí­ticas y hospitales de campaña, además de 39 ventiladores de respiración artificial; 15 de ellos por donación.

Con 15 años de ejercicio en la Electromedicina y unos cuatro en el CPE, esta ha sido una de las contiendas más difí­ciles que ha obligado a la búsqueda de soluciones donde casi no existí­an.

Algo similar le ocurre a otro ingeniero, a Carlos Rodrí­guez Yumar, el jefe técnico de la entidad, que en reiteradas ocasiones sintió el impacto en la zona roja con dí­as sin almorzar ni comer debido a la vorágine y la tensión laboral como en aquel sábado que entró a trabajar muy temprano y salió el domingo pasadas las 2:00 de la madrugada.

¿Tu mayor confrontación?

Estar en zona roja y ver a tantas personas conocidas, y aunque de momento no existí­an posibilidades de reparar un equipo no nos podí­amos dormir, habí­a que innovar hasta lograrla. La situación nos tocó el corazón. Compañeros que estuvimos dí­as y noches cargando lo mismo un botellón de oxí­geno que un equipo, o en el traslado de estos de diferentes hospitales para otros centros.

Ingenieros Carlos Rodrí­guez Yumar y Germán Eladio Dí­az Fernández.
Los ingenieros Carlos Rodrí­guez Yumar (a la izquierda) y Germán Eladio Dí­az Fernández examinan un equipo de ventilación pulmonar. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

José Antonio Garnica Mirabal, responsable de la planta de esterilización, de estomatologí­a y electromecánica aunque en el momento de mayor crisis pandémica sus especialidades no eran las de mayor responsabilidad, se incorporó con su equipo y ofreció ideas, organizó la guardia para el personal técnico a fin de enfrentar los imprevistos y determinar los niveles de oxí­geno que quedaban en los cilindros.

Para Reinaldo Pita, el trabajador formó parte de esta gran familia en el hallazgo de soluciones más allá de sus funciones; no obstante, José Antonio no admite reconocimientos a tí­tulo personal, sino a todo su colectivo, que jamás puso reparos ni titubeó, «porque nadie habló de horarios ni de cansancio ».

La obra, el ejemplo

Juan Alberto Baldueza, tornero.
Juan Alberto Baldueza Moreano, una cátedra en el CPE al frente de la tornerí­a en un establecimiento que dispone, además, de departamento de apoyo con fresadoras, soldaduras y tapicerí­as para complementar las acciones de remodelación del mobiliario. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Hay varias historias entre estos hombres y mujeres. Está la de Eliecer Bello Rodrí­guez, uno de los subdirectores, que se contagió con la COVID-19 y, además, lo trasladó a parte de su familia; pero luego de cumplir el protocolo establecido no hubo retrocesos en su accionar.

Contrastes

Quizás estas cifras no sean de dominio general, pero sepa que el cilindro de oxí­geno distribuido en Cuba tiene alrededor de 7 m3 con un acumulado aproximado de 800 litros, y a cada paciente se le entrega un promedio de 7,5 litros por minuto cuando el ventilador está acoplado directamente a las ví­as respiratorias. Si se utiliza como apoyo puede consumir hasta 15 litros por minuto.

Un botellón de oxí­geno solo dura de tres a cuatro horas en un enfermo conectado a un ventilador.

Se han vivido tiempos difí­ciles, lamentables en muchos casos. Los expertos buscan alternativas, pero no poseen el don de generar el gas.

¿Tenemos o no nuestras Razones?

Por otro lado prevalece el criterio del ingeniero Luciano Matamoros Salazar, a quien le reconocen su avidez y experiencia acumulada como director del centro en años  anteriores. Con mucha razón considera que «en esta etapa de la COVID-19 no ha habido nadie de la Electromedicina villaclareña que anteponga problemas personales cuando no hemos ofertado nada adicional porque lo único que ofrecemos es trabajo. Ellos se presentaron de manera voluntaria y es lo que hacen a diario, incluso a veces arreglan equipos en la casa en horario de descanso porque hay un compromiso con la actividad ».

Delante de su colectivo y ante situaciones tan complejas pregunté si el ingeniero Reinado Pita Machado fue un dirigente ejecutivo o de dictámenes desde la oficina. La respuesta fue al uní­sono y en defensa total.

«Me he sentido orgulloso de mi colectivo. Nunca esperé una actuación tan positiva ante lo complejo del panorama ».

¿Retos? Y Luciano Matamoros precisa algo para no perder de vista. «El SARS-CoV-2 existe aún, por lo que no podemos hablar en pasado, y entre los desafí­os está lo impuesto por el dí­a a dí­a, asimilar tensiones e insistir en darles respuestas por muy difí­ciles que parezcan.    .

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