En tierras dominicanas villaclareñas existe un vivero donde un pequeño grupo de mujeres, junto a los hombres, transforman el paisaje para sentir la utilidad de sus esfuerzos.
Labores en el vivero El Espinal, donde se labora durante ocho horas de lunes a sábado. (Foto: Carlos Rodríguez Torres)
Ricardo R. González
@riciber91
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21 Marzo 2024
21 Marzo 2024
hace 9 meses
La naturaleza regala un paisaje verdaderamente mágico. Pinos, eucaliptos, majaguas y algarrobos se entrelazan en un verdor inigualable que embellece el lugar.
Pura vida se aprecia en el vivero El Espinal, situado a unos 9 km de la cabecera del municipio de Santo Domingo, en un punto de la carretera que conduce a Corralillo; sin embargo, a la hermosura del entorno se une la que propician cinco mujeres que, junto a dos hombres, integran la familia del sitio.
Los ojos azules de Iris Guzmán Gutiérrez, responsable de El Espinal, irradian satisfacción. Allí llegó hace más de un año, cuando alguien se lo propuso. Ahora se siente complacida porque salió de la monotonía de la casa.
Antes de ese momento no estaba incorporada al trabajo. Cuidaba a sus nietas, pero una vez que comenzaron la escuela, no soportó mantenerse entre las cuatro paredes y decidió probar su utilidad.
Llena de ilusiones inició su prueba de fuego: demostrar todo lo que podía hacer y aprender. En este minuto, no esconde la satisfacción que le produce pasar sus días en este paraíso de bosque.
Las labores en el vivero se extienden de lunes a sábado, durante ocho horas, las cuales dedican, principalmente, a las áreas de cámaras y su correspondiente limpieza; mientras tanto, los hombres asumen las tareas más fuertes para complementar las exigencias.
«Les llamo la brigada de Las Marianas y somos una verdadera familia. Vivimos en Bermejal, nos trasladamos juntas, nos vamos juntas y transitamos esos 2 km en lo que pase, porque somos conocidas aquí», añade Iris.
En el quehacer cotidiano no temen aceptar nuevas variedades, descubrir sus secretos e incorporar todas las que sean posibles, un anhelo compartido por el colectivo.
Memorándum
— El vivero dispone en la actualidad de 19 cámaras de pino, cuatro de yarúa, una de soplillo y 59 banderas de dagame, pero la máxima de su pequeño colectivo es recibir todas las especies que lleguen.
— De un plan de 530 000 posturas, de enero a mayo, en esta fecha ya lograron 364 000.
«Este año llegó el soplillo, que no lo teníamos y, claro está, desconocíamos; también, el dagame, árbol codiciado por las abejas, pero damos la bienvenida a cualquier semilla para la producción de posturas, que es nuestra finalidad como parte de la Empresa Agroforestal de Villa Clara».
—Y si de cifras se trata…
—El pasado año sobrecumplimos el plan de las 230 000 posturas, y con la venta de un porciento ingresaron a la entidad más de 200 000 pesos. En lo que va del 2024, ya tenemos el pino sembrado y comenzamos ahora con la yarúa.
El mundo de El Espinal está rodeado no sólo de árboles; también se cultivan flores inexistentes en otros territorios y hasta la fauna local ha convertido el sitio en su hogar. Por ello, no resulta extraño que un bello sinsonte se pose sobre la cerca sin temer al peligro de los curiosos que invaden el territorio, quizás para «escuchar» y ser testigo del recuento de esta campesina.
—El de hoy es un día soleado; pero, ¿qué ocurre cuando llegan los aguaceros?
—Se nos complican las labores, por el fanguero y por los resultados productivos. Hay que refugiarse en el caney y esperar que escampe para seguir. De lo contrario, tenemos que regresar a la casa en medio del fango y la humedad.
No es extraño que bellos ejemplares de la fauna lleguen hasta el lugar para tomarlo como domicilio o en paso transitorio. (Foto: Carlos Rodríguez Torres)
—Es decir, este trabajo tiene sus inconvenientes.
—Lo que más nos afecta es, en ocasiones, la falta de cachaza, que usamos como abono en las cámaras.
—¿Una vez en el hogar?
—Toca asumir las tareas domésticas y las horas no alcanzan. Aunque descansamos el domingo, el día se nos va en nada, y ya el lunes El Espinal espera.
Convivir entre mujeres
Gerardo Llorente Oliva es uno de los dos hombres que laboran con seis mujeres, y no se arrepiente de ello. (Foto: Carlos Rodríguez Torres)
Un día, Gerardo Llorente Oliva emprendió una larga travesía desde su natal Cacocún. Por la ventanilla observaba que el oriente cubano quedaba atrás, y desde hace unos 11 años se convirtió en villaclareño.
«Vivo en el Yabú, pero estoy albergado en esta zona del vivero, donde llevo alrededor de dos años, y me siento bien aquí».
Confiesa que no le resulta difícil trabajar con mujeres: «Son disciplinadas y escuchan criterios para el logro de resultados».
—¿Te arrepientes de haber dejado tu tierra?
—¡No!, como tampoco de la posibilidad de formar parte de El Espinal.
Bosque Modelo Manacas, único de su tipo en Cuba
A escasos metros del vivero está la Carretera Central, y hacia el otro extremo de la vía, la Empresa Agroforestal de Villa Clara ha desarrollado varias labores. Su directora, Yadira González Barroso, se refiere al Bosque Modelo Sabana de Manacas, el único de su tipo existente en Cuba, declarado con esa condición por la Red Internacional de Bosques Modelo (RIBM), en 2008.
Un espacio dedicado a la protección del medio ambiente a partir de la interacción de sus habitantes con la naturaleza, y en busca del desarrollo sostenible.
En su diálogo con Vanguardia, Yadira subraya la casita del polo, que dispone de un salón y otras facilidades. En una edificación posterior tienen un aula de capacitación, las oficinas en la planta superior, y los bajos sirven como albergue.
La Empresa Agroforestal de Villa Clara ha construido viviendas para la comunidad del área en medio de un Bosque Modelo, el único que existe en Cuba. Rudis Lobaina Benítez disfruta de ese hogar junto a su esposa. (Foto: Carlos Rodríguez Torres)
Muy próxima a esta senda se ubica la vivienda de Rudis Lobaina Benítez, uno de los hogares construidos por la Forestal. Allí reside, junto a su esposa, y también recibió parte del mobiliario indispensable para habitarla.
Iris y el resto de sus compañeras celebraron el Día Internacional de la Mujer, junto a Gerardo, Rudis y muchos más que forman parte de esta historia, porque desde El Espinal también se cultiva la vida.
Contrastes
Según estudios, en América Latina existen, aproximadamente, 58 millones de mujeres campesinas; sin embargo, sus derechos están vulnerados por las desigualdades de género, la pobreza sistémica en la ruralidad e, incluso, la crisis climática que amenaza su sustento de vida.
De las residentes en el campo, sólo el 30 %, representativo de una de cada tres, dispone del derecho de propiedad, lo cual difiere de la realidad de los hombres. A ello se suma que apenas un 5 % recibe asistencia técnica para producir en el medio rural.
Desde el vivero El Espinal las proyecciones socioeconómicas toman otros rumbos, pues mujeres y hombres aportan sus esfuerzos bajo otras concepciones y por el bien de la tierra.