Santa Clara, Remedios y los ochocientos mil demonios
No fueron 18 familias, sino 7, el cura y un regidor, que junto a aquellos antiguos residentes gestaron de común consenso la fundación de la Villa de Santa Clara.
Los historiadores a veces se despistan. Las investigaciones demuestran que Don Manuel Dionisio González se confundió al relacionar los 138 pobladores que ya existían en Ciego de Santa Clara, hato de Antón Díaz y de Pavia, como integrantes del grupo remediano que en 1689 vino a radicarse allí.
Tampoco fueron 18 familias, sino 7, el cura y un regidor, en total 37 personas que junto a aquellos antiguos residentes gestaron de común consenso la fundación.
Por otra parte, la «emigración » de San Juan de los Remedios, que por esa época tenía unos 600 habitantes, transcurrió en el contexto de lo que el etnólogo Fernando Ortiz describió como Una pelea cubana contra los demonios.
Asolada por los piratas en los años 1652, 1658 y 1667, la población temía nuevos ataques. Y ese estado de zozobra generó la idea de mudar la villa para un lugar más resguardado.
Fray Cristóbal Bejerano Valdés propuso los terrenos de Santa Fe, de su propiedad, ubicados un poco más hacia el interior, pero el párroco interino José González de la Cruz se opuso tenazmente; abogaba a favor de su hato El Copey, distante varias leguas del poblado. Ambos, lo que pretendían era vender sus tierras y a un buen precio.
Mientras, los comerciantes Jacinto Rojas, Bartolomé Castillo y Juan Jiménez defendían la permanencia, no creían que iban a repetirse las incursiones piráticas, luchaban por mantener sus negocios donde mismo estaban.
La polémica entre los bandos de los dos prelados promovió trifulcas y desórdenes, y provocó la intervención del Capitán General de la Isla, quien envió un emisario. Este en principio aprobó El Copey; mas luego, al comprobar que eran campos anegadizos, decidió la instalación del caserío en la zona sugerida por Bejerano.
A partir de entonces el sacerdote José González recurrió a toda clase de argucias, y amedrentó a los supersticiosos habitantes remedianos con sermones sobre los demonios más de ochocientos mil según su cuenta invasores del pueblo. Y únicamente, decía, el traslado a El Copey, lugar bendecido por el Señor, los libraría de ellos. Como si fuera un inquisidor, declaraba seres poseídos o no por el Diablo y casas endemoniadas.
Muchos vecinos, víctimas de tales supercherías, vagaban por la sabana, dejando sus hogares y provisiones. De ese río revuelto se aprovechaban los malhechores y contrabandistas. Fue tal la situación creada que el Capitán General, manu militarihizo retomar a los moradores a sus domicilios.
Nombrado párroco propietario, en 1862, González utilizó sus prerrogativas para inducir a sus feligreses a seguirlo a su hato y obligar a otros, atemorizándolos, a establecerse allí también. Pero la guerra entre los dos clérigos y sus partidarios continuó.
En vano el gobernador militar del país Don Diego Viana Hinojosa dispuso (1688), arguyendo lo crecido del grupo mudado unas dos terceras partes de la población el traslado del resto. Pero la orden penetró en oídos sordos.
La solución la obtuvo, al cabo, el capitán Manuel Rodríguez, cuando era alcalde ordinario, al conseguir autorización y ejecutar el cambio para el hato de Antón Díaz, en el punto nombrado Ciego de Santa Clara.
Vinieron los más atormentados por la prédica parroquial. Remedios quedó bastante habitada.
Pero al parecer la influencia de los «diablos » prevalecía en el ambiente, porque inexplicablemente estalló violenta controversia entre Santa Clara, en calidad de continuadora oficial de la villa, y los regidores del cabildo remediano que habían permanecido en esta, recabando recíprocamente ejercer jurisdicción en todo el territorio y sobre la otra población.
El conflicto llegó al rojo vivo. Un incendio destruyó numerosas viviendas del viejo poblado y acusaron al alcalde santaclareño de ser el autor intelectual.
Seis años duró el litigio. Ambas localidades apelaron en última instancia a la Audiencia de Santo Domingo, en la vecina isla de La Española, máximo órgano judicial para las Indias Occidentales hispanas. El fallo otorgó pareja legitimidad a los desavenidos.
Así, el primero de enero de 1696 Remedios reanudaba la elección de su gobierno local, y el 28 de julio del propio año en un punto intermedio conocido por Ciego Romero, comisionados de los dos municipios acordaron el deslinde de ambas jurisdicciones. Todo cordialmente. Al concluir, alzaron los vasos de aguardiente con miel para festejarlo.
La paz se afianzaba. Desaparecían para siempre los demonios.
NOTA: *En 1646 el cabildo de Sancti Spiritus, cuya jurisdicción entonces se extendía más allá del centro de la región que habría de ser Las Villas, concedió permiso al remediano Antón Díaz y de Pavia para establecerse en Ciego de Santa Clara del hato que adoptaría el nombre del propio Díaz. Para 1689 él y sus parientes habían fomentado una gran familia de 138 miembros. Se dedicaban al lucrativo «comercio de rescate », es decir al contrabando.