
Cuando Silvio Rodríguez compuso su Canción del elegido, había interiorizado la vida intensa del protagonista, Abel Santamaría Cuadrado, contada de primera mano en la voz de su hermana Haydée.

Fue una revelación que le permitió al cantautor penetrar hondo en la vida del muchacho nacido en Encrucijada, el 20 de octubre de 1927, fecha luminosa de la historia de Cuba, pues ese día, en 1868, se cantó por vez primera el himno nacional.
Abel Benigno Santamaría Cuadrado nació a las 7:00 de la noche en la casa familiar del matrimonio español de Benigno y Joaquina, y desde niño sobresalió por la dulzura del carácter, por relacionarse con todos en el batey del central Constancia, donde creciera, y por encantarle estudiar la obra del Apóstol José Martí.
Necesitado de nuevos horizontes económicos y espirituales marchó Abel a La Habana. Allí alquila el apartamento de 25 y O, centro conspirativo de los futuros asaltantes del Moncada, y donde convive con su hermana Haydée, quien compartía sus mismas inquietudes políticas.
Milita en la Ortodoxia y está entre los primeros en oponerse al golpe de Estado del 10 de marzo de 1952: «Si Chibás hubiera estado vivo, Batista no hubiera hecho eso », fueron sus palabras de repudio.
Canción del elegido
Siempre que se hace una historia
Se habla de un viejo, de un niño o de sí
Pero mi historia es difícil
No voy a hablarles de un hombre común
Haré la historia de un ser de otro mundo
De un animal de galaxia
Es una historia que tiene que ver
Con el curso de la Vía Láctea
Es una historia enterrada
Es sobre un ser de la nada
Nació de una tormenta
En el sol de una noche del penúltimo mes
Fue de planeta en planeta
Buscando agua potable
Quizás buscando la vida o buscando la muerte
Eso nunca se sabe
Quizás buscando siluetas o algo semejante
Que fuera adorable
O por lo menos querible
Besable, amable
El descubrió que las minas del rey salomón
Se hallaban en el cielo
Y no en el ífrica ardiente
Como pensaba la gente
Pero las piedras son frías
Y le interesaban calor y alegrías
Las joyas no tenían alma
Sólo eran espejos colores brillantes
Y al fin bajo hacia la guerra
¡Perdón! Quise decir a la tierra
Supo la historia de un golpe
Sintió en su cabeza cristales molidos
Y comprendió que la guerra
Era la paz del futuro
Lo más terrible se aprende enseguida
Y lo hermoso nos cuesta la vida
La última vez lo vi irse
Entre humo y metralla
Contento y desnudo
Iba matando canallas
Con su cañón de futuro
Iba matando canallas
Con su cañón de futuro
Silvio Rodríguez
El 16 de marzo, seis días después del cuartelazo dictatorial de Fulgencio Batista, publica una carta manifiesto en la que afirma con carácter premonitorio: «Una revolución no se hace en un día, pero se comienza en un segundo. Hora es ya: todo está de nuestra parte, ¿por qué vamos a desperdiciarlo?
Conoció a Fidel en el cementerio de Colón, y desde entonces entre ambos jóvenes nacería una comunión de ideales y sueños que los haría inseparables. Su hermana Haydée contaba la alegría de Abel aquel día: «He conocido al hombre que cambiará los destinos de Cuba! ¡Se llama Fidel y es Martí en persona! »
Años después, Haydée recordaba así aquel encuentro: « (…) hasta ese momento Abel era la persona que yo había conocido con más condiciones para dirigir una acción; y aquella gran fe de Abel en Fidel, aquella gran pasión (…) no cabe la menor duda de que influyó mucho también (…) No hay días en que no pensemos en el amigo que perdió Fidel al perder a Abel. Abel no solamente fue compañero y segundo de Fidel. Abel fue el más leal de los amigos. Tal vez Abel fue la primera persona en esta tierra que vio los valores extraordinarios de Fidel »
Abel fue el brazo derecho de Fidel en todo el proceso conspirativo, y al joven de Encrucijada le dio la encomienda de preparar la Granjita Siboney, punto de concentración de los futuros asaltantes del Cuartel Moncada.
Al salir al combate, Abel pidió el lugar de mayor peligro, alegando que Fidel no podía hacer como Martí, que murió en su primer combate, pero el jefe del Movimiento lo convenció, pues su deber era estar al frente de sus hombres y además, si él moría, sería Abel quien continuaría la lucha, tal era la confianza.
En el hospital civil Saturnino Lora, Abel Santamaría dio pruebas de entereza y fidelidad, al extremo de dilatar la retirada para proteger la del jefe, lo que finalmente le sería imposible. En aquellos momentos del combate, tal y como refleja Silvio en su canción, se le vio contento y desnudo, pues al decir del poeta «iba matando canallas con su cañón de futuro ». A su hermana Haydée le dijo: «El que debe vivir es Fidel », a sabiendas que si Fidel vivía, la Revolución estaba salvada.
Contra Abel se ensañaron los carniceros del Moncada. Fue torturado salvajemente. Le dieron un bayonetazo en el muslo y le sacaron un ojo, y aún en esas circunstancias tuvo el civismo de salvarle la vida a un hombre inocente, al afirmar desafiante que no tenía nada que ver con lo sucedido esa mañana gloriosa de la Santa Ana.
Murió físicamente sin haber cumplido los 26 años. Su memoria trató se ser empañada en el juicio, pero la voz de Fidel y su propia vida sin manchas, lo exoneraron para siempre: «La memoria de Abel Santamaría no la pueden manchar, había que conocerlo, Abel era el más valiente, el más recto, era honesto; no puede pensarse nada deshonroso de su persona. Quieren manchar su recuerdo, después que se ensañaron con él de la forma brutal que lo hicieron, para luego asesinarlo ».
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Abel renace en su natal Encrucijada |
En ocasión del aniversario 90 de su natalicio, el 20 de octubre de 2017, en su Encrucijada natal se realizó el estreno mundial de la obra Historia de un ser de otro mundo, creación de Carlos Alberto Cremata, director de la compañía cubana de teatro infantil La Comenita, en respuesta a un reclamo personal de Fidel, pues sentía que se hablaba poco de Abel. Una bella historia que recorre a vida de Abel desde su más tierna infancia hasta su inmolación en la acción del Moncada, el 26 de julio de 1953.

Antes de marchar a la gloria, en arenga patriótica, había dicho Abel a los futuros asaltantes: «Es necesario que todos vayamos con fe en el triunfo, pero si el destino nos es adverso, estamos obligados a ser valientes en la derrota porque lo que pase en el Moncada se sabrá algún día, la historia lo registrará y nuestra disposición de morir por la Patria será imitada por todos los jóvenes de Cuba, nuestro ejemplo merece el sacrificio y mitiga el dolor que podemos causarle a nuestros padres y demás seres queridos. ¡Morir por la Patria es vivir! »
(Publicado en la revista digital Cubahora)