Secuelas pos-COVID-19 en niños y adolescentes: más allá del mito

El mito de que los menores eran inmunes a la COVID-19 está echado por tierra. Los pacientes en edad pediátrica se infectan, se agravan y mueren en el mundo producto de la pandemia. Y aun cuando la gravedad no sea un factor recurrente en estos casos, sí­ lo son las complicaciones poscoronavirus.

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
Aunque en la provincia se suspendieron las actividades docentes en todas las enseñanzas, los niños no estarán protegidos en casa si la familia no mantiene una vigilancia estrecha sobre el cumplimiento de las medidas higiénico-sanitarias. (Foto: Carolina Vilches Monzón)
Miriam Elisa Peña López y Laura Seco Pacheco
8024
16 Enero 2021

Cuando a inicios del 2020 la pandemia de la COVID-19 se convirtió en un hecho real y palpable, las instituciones sanitarias y los gobiernos mundiales establecieron entre sus prioridades la protección de los niños y adolescentes.

«Quédate en casa » se les dijo, pero cuando se tiene 14 años no puede existir peor frase. Después del arranque de alegrí­a por unas vacaciones adelantadas y prolongadas, la realidad golpea. Peor resulta en un niño pequeño, que no tiene noción de lo que ocurre a su alrededor. La enfermedad afecta, incluso, sin padecerla.

Por fortuna, en los primeros momentos de la pandemia los  infantes y jóvenes de corta edad eran los menos afectados. Esto llevó a que se cometieran muchos errores, algunos por la comunidad cientí­fica, que llegó a proponer la existencia de una supuesta inmunidad para ese grupo etario. El tiempo se encargó de desmentirlos.

Respecto al porqué la baja presencia de la enfermedad en este segmento poblacional, aún se barajan cuatro teorí­as principales, según explicó a Vanguardia el doctor Frank Quintana Gómez, inmunólogo del hospital pediátrico José Luis Miranda.

(Foto: Tomada de Internet)

La primera, se relaciona con la protección que ejercen los adultos sobre los menores, que se ven menos expuestos y, por tanto, disminuyen las probabilidades de contagio.

La segunda, se asocia con su sistema inmunológico, que está mejor preparado para combatir gérmenes desconocidos; es inmaduro, sin embargo, más preparado para lidiar con un virus nuevo.

La tercera teorí­a tiene que ver con el receptor del coronavirus, la enzima convertidora de angiotensina 2, que se encuentra en las células de los distintos órganos. En el caso de los niños, presentan mayor cantidad de esta enzima, pero más inmadura y menos  funcional, explicó Quintana Gómez.

La cuarta teorí­a habla de competencia. Durante la primera infancia, los menores presentan una gran cantidad de virus que los están contaminando constantemente, y se cree que respuestas inmunológicas que tienen desarrolladas les sirven para protegerlos contra el SARS-CoV-2. Además, estos agentes patógenos compiten entre ellos por los espacios, y el hecho de estar infectados con otros virus respiratorios los protege.

En el caso cubano, y villaclareño, en este tercer rebrote de la epidemia se ha visto un aumento de la enfermedad en pacientes en edad pediátrica. aunque el paso por ella lo realizan con menor peligro que los adultos, el riesgo de complicaciones es latente. A esto se le suman las secuelas poscoronavirus.

A través del microscopio internacional

El Sars-Cov-2 resulta bastante sui géneris debido a lo elevado de su tasa de infección y alta letalidad. Utiliza la maquinaria nuclear de la célula para reproducirse a sí­ mismo. Cuando ya se desarrolla, la mata y se desplaza hacia otra. Un virus puede hacer 100 000 copias de sí­ mismo en 24 horas. Esta es la cantidad de células que están muriendo en los órganos.

Entonces no extraña que queden secuelas en los pacientes cuando el rastro de afectaciones en los diferentes sistemas de órganos resulta tan grande. Por tal razón se intensifican los estudios a nivel internacional, principalmente, en lo concerniente a los adultos, pero cada vez con mayor énfasis en adolescentes y niños.

El hospital pediátrico José Luis Miranda, en Santa Clara, se suma a estos diagnósticos, con una investigación multidisciplinaria que ya muestra sus primeros resultados en las áreas de Cardiologí­a y Psiquiatrí­a, aunque abarca varias especialidades.

En el panorama internacional ya se observan resultados poco halagí¼eños.

El sí­ndrome multisistémico inflamatorio pediátrico es una afección grave que parece estar relacionada con la COVID-19, y se caracteriza por la inflamación de algunos órganos y tejidos; por ejemplo, el corazón, los pulmones, los vasos sanguí­neos, los riñones, el sistema digestivo, el cerebro, la piel y los ojos. Los signos y sí­ntomas dependen de las áreas del cuerpo que se vean afectadas.

Los cuadros clí­nicos asociados a este sí­ndrome se presentan seis o siete semanas después de sobrepasar la enfermedad, y sus indicios más frecuentes resultan la fiebre, el dolor abdominal, vómito o diarrea, erupción en la piel, dolor en el cuello, labios rojos, secos y agrietados, ojos rojos, mucho cansancio e hinchazón de manos o pies.

Corazón adentro

Lisella Leiva Ramí­rez fue una de las primeras pacientes villaclareñas en edad pediátrica en resultar positiva a la COVID-19. Contacto de la enfermera Yaquelí­n Collado Hernández paciente cubana, de Caibarién, con más tiempo de ingreso por el virus en el paí­s, la joven de 17 años fue trasladada al hospital militar Comandante Manuel Fajardo Rivero.

«Fueron dí­as muy duros. Estaba sola, pensaba en mis padres, en mi familia y en mis amigos con los que compartí­a mis estudios. Tení­a miedo de lo que podrí­a suceder. También estaba preocupada por Yaquelin, cada vez que ella tení­a una recaí­da, era una recaí­da emocional para mí­.

Lissela Leiva Ramí­rez formó parte del grupo de los 41 pacientes evaluados por la doctora Lisset Ley Vega. (Foto: Cortesí­a de la especialista)

«Quedé con secuelas: perdí­ peso, casi no podí­a comer, tení­a mucho dolor de cabeza, me detectaron una pericarditis. Tuve que recuperarme para continuar la escuela y retomar los estudios para ingresar a la universidad. Fue muy difí­cil ».

Lisella formó parte de la evaluación cardiovascular a 41 niños positivos a la COVID-19 en Villa Clara, la primera provincia cubana en disponer de un estudio de este tipo.

«El 24 de marzo de 2020 aparecieron los primeros infantes positivos a la COVID-19 en el territorio. Examinamos primero un grupo, contagiados hasta el mes de julio de 2020, y luego trabajamos con otro, perteneciente al segundo rebrote, en septiembre », explicó la Dra. Lisset Ley Vega, especialista de I y II grados en Pediatrí­a y de II en Cardiologí­a.

«Se les realizó un examen fí­sico, rayos X de torax, ecocardiogramas, electrocardiograma, lo que arrojó que, de los 41 estudiados, 8 sufrí­an complicaciones cardiovasculares », explicó la especialista al frente del estudio.

Los padecimientos detectados fueron pericarditis inflamación e irritación de la membrana que rodea al corazón que puede acompañarse de lí­quido alrededor del órgano, miocarditis o alteraciones en el músculo cardí­aco, y alteraciones del ritmo, bradicardia.

(Foto: Cortesí­a de la especialista Lisset Ley Vega)

«Estas afecciones deben ser reversibles. Actualmente los pacientes están bajo tratamiento y reciben un seguimiento estrecho de su evolución cardiológica. Es importante destacar que de los niños a quienes se les han podido detectar secuelas pos-COVID-19, más del 95 % no experimentaban antecedentes patológicos de enfermedades crónicas y todos mantení­an un estado nutricional óptimo.

«Durante el debut y la fase aguda, se mantuvieron asintomáticos o solo refirieron sí­ntomas leves como congestión y secreción nasal, pérdida del olfato, febrí­cula. Sin embargo, sintieron en la convalecencia dolor en el pecho, cansancio fácil ante un esfuerzo fí­sico y palpitaciones.

«Es decir, que no existe una relación entre complicaciones asociadas a la enfermedad y secuelas posteriores. Depende de cada organismo y pueden ser variadas y muy serias. Por esto, alertamos a las familias sobre la importancia de proteger a los menores ».

Cuerpo enfermo, ¿mente sana?

«La COVID-19 ha venido a desequilibrar todo el entramado social en el que estamos viviendo y que genera un fuerte impacto psicológico, también, en los niños y adolescentes ». Así­ comenta la doctora Addys Pérez Fernández, psiquiatra infantil y jefa del Grupo Provincial del Psiquiatrí­a Infantil en Villa Clara, al exponer las implicaciones de la enfermedad en la psiquis de los pacientes.

Los menores, alrededor del mundo, han perdido sus rutinas, el juego con los amigos, el contacto con los abuelos, unido al cierre de los colegios. Se les ha enseñado el temor al contagio. Aprendieron que el contacto fí­sico es peligroso. Se les ha dicho que las manifestaciones de afecto en forma de besos y abrazos ya no son adecuadas.

(Foto: Tomada de Internet)

«La enfermedad requiere afrontamiento desde la psicologí­a social y desde la psiquiatrí­a infantil, ya que el nuevo coronavirus se ha convertido en un factor de riesgo psicopatológico que implica la aparición, evolución y gravedad de algunos trastornos mentales como depresión, ansiedad, fobias.

«Las secuelas médicas asociadas a la COVID-19 son altamente conocidas por los facultativos y hasta por la población en general. Sin embargo, las psicológicas y psiquiátricas asociadas, a pesar de que desde sus inicios fueron alertadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), resultan poco distinguidas y en muchos paí­ses han sido minimizadas.

«En Villa Clara estamos inmersos en la evaluación de todos los pacientes convalecientes en edades pediátricas, a partir del proyecto Con Vida 2020, impulsado por el Ministerio de Salud Pública, de conjunto con la Unicef. Ya hemos evaluado 25 pacientes de 36 positivos hasta el 30 de octubre del 2020, con el consentimiento informado de los padres para participar en la investigación.

(Foto: Tomada de Internet)

«En ellos detectamos cuadros depresivos, cuadros fóbicos por miedo intenso a la enfermedad; sentimientos de culpa, sobre todo, en los adolescentes. También, trastornos de adaptación, generados por la ansiedad ante la exposición al virus, a predominio depresivo, a predominio ansioso, o mixtos, llegando a algunas manifiestaciones de conducta suicida en adolescentes. Hemos observado en ocho pacientes factores de riesgo en cuanto al sobreconsumo de tecnologí­as, que trae asociado trastornos del sueño, ansiedad, irritabilidad ».

La doctora Pérez Fernández explicó que al estudiar a los pacientes en su entorno familiar quedó claro para los especialistas que ha existido muy poca percepción de riesgo. «Incluso, una vez enfermos los niños y adolescentes, hemos constatado que la familia no advierte el impacto emocional que la enfermedad ha generado en sus menores ».

Las investigaciones para determinar las secuelas en pacientes pediátricos continúan y, tristemente, cada vez la muestra a estudiar se hace mayor. Más angustiante aún resulta cuando los enfermos pasan de ser un frí­o número a rostros conocidos. ¡Que nuestros niños y adolescentes no se sumen a estas estadí­sticas!

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