
«Mire, yo tengo que tomar precauciones. Como trabajo con público, me conoce mucha gente, y venían a mi casa a tomar café o agua; pero vivo con personas ancianas y tengo que cuidarlas a ellas y a mí del coronavirus », manifestó convencida de sus palabras Ania Veitía Rodríguez, residente en la comunidad de Jibacoa, perteneciente al Plan Turquino de la zona montañosa del municipio de Manicaragua.
Un cartel de «No pase » y un pedazo de cinta amarilla en la entrada de su hogar advierten a vecinos y transeúntes de la determinación de esta jibacoense de cumplir con las medidas higiénico-sanitarias orientadas y divulgadas por el Ministerio de Salud Pública (Minsap).

Sin traspasar los límites del portal, Ania expresa su criterio acerca de la responsabilidad de la población ante la situación epidemiológica: «El colectivo de médicos, mejor no lo queremos, se lo digo de verdad; pero aquí todavía falta mucha disciplina. A personas sospechosas o que han dado positivo las he visto en la calle, además de niños sin nasobuco jugando afuera y los padres como si nada », dijo con cierto disgusto mezclado con preocupación.
Ante la lejanía de la cabecera municipal, la habitual tranquilidad y pocos habitantes, parecía que en las comunidades del «Turquino » la pandemia no daría problemas. No obstante, desde su inicio hasta la fecha se han diagnosticado 67 casos positivos, y en el momento de este reportaje (miércoles 1. º de septiembre), se hallaban 132 sospechosos varios pendientes de resultados de PCR y cuatro confirmados.
En el apartado rincón montañoso, la pelea contra el flagelo resulta intensa, constante y también llena de heroicidad por parte del personal de la Salud, debido, en buena medida, a las particularidades de un lugar ubicado a decenas de metros sobre el nivel del mar, en medio de una geografía abrupta y plagada de obstáculos.
Desafíos en el lomerío
En el área de Salud del policlínico Enfermera Paula María Pérez Morales, de Jibacoa, los pacientes más afectados con sospecha del virus SARS-CoV-2 son trasladados a la consulta de IRA (Infecciones Respiratorias Agudas) desde los diferentes y apartados poblados. En un pequeño espacio hay dos camas disponibles para los posibles remitidos al hospital de campaña levantado en la escuela primaria Reinaldo Urquiza, en la cabecera municipal.

En la montaña habita una población de 4047 personas distribuidas en diez consultorios del médico de la familia. De ellas, cuatro con personal integrado por un médico y dos enfermeras, quienes no descansan ante los desafíos que exige la lucha contra el coronavirus. De manera general, se encuentran trabajando 14 galenos uno por cada consultorio; tres en la sala de IRA y dos en el hospital de campaña.
La doctora Yordaika Elda Rivero Ramírez, directora del área de Salud, refiere que en la atención a los pacientes afectados por la COVID-19 se siguen los protocolos orientados por el Ministerio de Salud Pública y con las actualizaciones correspondientes según se indique, con la asistencia de los equipos básicos y el personal que trabaja directamente en el enfrentamiento a la pandemia.
«En estos momentos atendemos a cada persona con síntomas identificada a través de la pesquisa o porque se presenta de manera voluntaria en la sala de IRA u otro servicio en los consultorios. Luego de evaluada y clasificada, entra dentro del sistema de atención a los pacientes sospechosos o positivos.

«A todos se les realiza el test de antígeno. Esta no ha sido el área de Salud con más dificultades a la hora de disponer de los insumos para la importante prueba, pues, apenas se agotan, se envían en menos de 24 horas o pocas veces demora un día entero », explica.
Según Yordaika, al haber poca disponibilidad de pruebas, han buscado la forma de hacer un uso racional del medio diagnóstico. Cuando el enfermo comienza con la sintomatología en las primeras 24 horas, en ese corto lapsus el test puede dar negativo. Por eso, esperan la evolución de los síntomas en las próximas 48 horas para que el organismo dé una respuesta más certera.
«Aunque tengamos el test en las manos, tratamos de no usarlo en los momentos iniciales, pues puede dar negativo y al tratar de hacerlo por segunda ocasión, pudiéramos no disponer de este, que es cuando el diagnóstico sería más seguro debido al aumento de la carga viral.
«Luego de evaluar a la persona positiva, comenzamos con el Nasalferón. Nos mantenemos en comunicación con la Dirección de Salud del municipio, y de no tener nosotros el medicamento, acudimos de inmediato en el ómnibus a buscarlo, a pesar de la distancia. No importa la hora de regreso; apenas llega, el personal toca a las puertas de los pacientes hasta tarde en la noche para entregárselo directamente », argumenta la directiva.
El área de Salud del Plan Turquino de Manicaragua tiene un diseño estratégico al contar con comunidades ubicadas hasta a 15 kilómetros de distancia montaña arriba, con respecto a Jibacoa. Aunque cuentan con los equipos básicos en los consultorios, carecen de transporte urbano al eliminarse la movilidad de los pacientes con síntomas, como parte de las medidas de enfrentamiento a la pandemia.
Por tal motivo, muchos contagiados deben ser trasladados en el ómnibus conducido por valientes choferes, quienes también están a la par del equipo de Salud en cuanto al combate contra la pandemia.
Un médico con cuatro nombres y decenas de agradecidos
Cuando el doctor Nelson Alberto Pascual Giraldo se presenta, nadie queda ajeno al detalle de que sus apellidos también son nombres comunes. Pero, más allá de la curiosidad, llama la atención que este médico se encarga de velar por la salud de los más de 920 habitantes de Jibacoa.

Entre sus pacientes se hallan ahora cinco embarazadas, seis lactantes, dos postrados y una persona encamada. Además, el 47 % de la población son personas que superan los 60 años o de la tercera edad. En la batalla contra la COVID-19 el joven galeno de 28 años apenas cuenta con un minuto de descanso. Mantiene en vigilancia casi a 60 contactos directos y un convaleciente menor de 12 años.
Residente de primer año de Medicina General Integral (MGI) y graduado en Camagí¼ey, el doctor Nelson Alberto no se amilana ante las dificultades de una zona tan compleja como la montaña, ni ante la escasez de insumos o medicamentos. Busca las más variadas iniciativas para atender lo mejor posible a cada paciente.
«Siempre se crean alternativas para lograr que el paciente se sienta lo mejor atendido posible y evitar complicaciones. Todos los días visito varias personas, y no hay tiempo para descansar. Pero, ese es mi deber », expresa.
Así, camina distancias para prestar su servicio en la comunidad, no pocas veces sin transporte. Con un suero y medicamento en las manos se dirigió hasta la zona de Coco Solo para atender a la abuela Julia Rodríguez Ruiz, de 60 años de edad, diagnosticada positiva e ingresada en su propia casa.

Luego de colocarle la bolsa con la sustancia curadora, Nelson Alberto le explica a una de las nietas de Julia cómo retirar la aguja al terminar de vaciarse el suero, que duraría unas cuatro horas. A pesar del malestar, la paciente se siente agradecida por los cuidados del joven doctor.
«Me han atendido muy bien durante el tiempo que he estado aquí. El medicamento demoró un poco, pero enseguida que llegó me lo pusieron. He sentido mucho dolor en la espalda y las piernas, pero voy levantando. Mi hijo, junto a su esposa y demás personas de su casa también son positivos, y ya han recibido todo lo necesario », dice Julia, con cierto brillo en sus azules ojos.
El galeno se despide y recorre nuevamente la solitaria carretera. Por el camino saluda y atiende a otros enfermos, tanto positivos como sospechosos en espera del resultado del PCR.
Gracias a su desempeño y esfuerzo al igual que los demás miembros del personal de Salud en las alturas de las montañas villaclareñas la batalla contra el SARS-CoV-2 no se detiene. Y el empeño por salvaguardar la salud de cada persona retumba hasta en el pico más alto del imponente paisaje.