Maestras..., creadoras

A 60 años de la Campaña Nacional de Alfabetización, Vanguardia rememora las historias de seis alfabetizadoras participantes en sus distintas etapas.

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Alfabetizadoras villaclareñas.
(Fotos: Victoria Beatriz Fernández Herrera)
Victoria Beatriz Fernández Herrera
Victoria Beatriz Fernández Herrera
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04 Enero 2022

«Lo hizo maestro, que es hacerlo creador ».  
José Martí­, ensayo Guatemala, 1878.

Con 79 años  aún imparte clases a estudiantes de noveno grado en la escuela Chiqui Gómez, en Santa Clara.  

Luz Marí­a Borrell, alfabetizadora y maestra.
Luz Marí­a Borrell, alfabetizadora y maestra. (Foto: Victoria Beatriz Fernández Herrera)

Fue el 22 de abril de 1960  cuando el lí­der de la Revolución Cubana hizo la exhortación:

«Necesitamos mil maestros que quieran dedicarse a enseñar a los niños y campesinos. Hace falta que ellos nos ayuden para mejorar la educación de nuestro pueblo y para que los campesinos aprendan a leer y se hagan hombres útiles para cualquier tarea. Los campesinos están esperando por ellos ».

No respondieron 1000, sino 5000 muchachos que se capacitarí­an de forma emergente para convertirse en los maestros voluntarios.

En mayo y junio llegaron los primeros a Minas del Frí­o. Allí­ se entrenaron para adaptarse al lugar y a la vida que tendrí­an en pocas semanas, en medio de la naturaleza agreste, con hamacas como camas y bautizados por interminables aguaceros, se habituaron al rigor diario de la vida en la montaña.

 Yo viví­a en Florida, Camagí¼ey, y estudiaba en el Instituto Bárbaro Moré. Estando en el instituto, los estudiantes escuchamos el llamado de Fidel Castro para conformar los primeros contingentes de maestros voluntarios que debí­an alfabetizar a la población en las zonas montañosas.

«Mi hermana y yo integramos las filas de ese ejército de alfabetizadores, los primeros » rememora Luz Marí­a Borrell, 61 años después.

Hubo tres contingentes de jóvenes y varios campamentos. Los maestros voluntarios se formaron allí­ antes de partir a las aulas.

 Al trasladarnos al campamento Alfredo Gómez, recibí­amos clases y, a la vez, educábamos a los campesinos del lugar. Aún no comenzaba la Campaña de Alfabetización, pero ya nosotros alfabetizábamos.  

En total, egresaron 5000 maestros voluntarios de tres contingentes en sucesivas graduaciones. En agosto recibieron sus certificados los primeros; el otro grupo, el 23 de enero de 1961.

Cuando terminó el curso, subimos el Pico Turquino tres veces. ¡Imagí­nese qué difí­cil!, pero, como dijo el Apóstol: «Subir lomas, hermana hombres » y así­ estábamos todos, ayudándonos unos a otros.

Salí­amos a las 12:00 de la noche del campamento y tení­amos todo el dí­a para subir, nos caí­amos, nos enfangábamos, pero seguí­amos firmes. Fue una experiencia inolvidable. La emoción de firmar el libro mirando  a José Martí­ es indescriptible.

Cuando, a partir de enero de 1961, se conformaban las brigadas de alfabetizadores y comenzó la Campaña, una buena parte de los maestros ya andaban en las lomas, habí­an adquirido conocimientos, y se convirtieron en responsables y asesores de los brigadistas en las localidades donde fueron designados.

 Los campesinos nos veí­an como niños, nos ayudaban a cruzar los rí­os, a subir las lomas. Eran zonas incivilizadas, los bohí­os estaban muy distantes. Nos adaptamos, y, cuando comenzó la campaña, ya estábamos listos.    

Luz Marí­a Borrell permaneció en la finca Las Tres Marí­as, en Chambas, hasta el final de la campaña, cuando se declaró la zona libre de analfabetismo.

Después de 60 años, no olvido [solloza] que pertenecer al ejército de maestros voluntarios cambió mi vida.

Hoy, con 79 años cumplidos, imparte clases a estudiantes de noveno grado en la escuela Chiqui Gómez, en Santa Clara.  

Recibió la Distinción Por la Educación Cubana. Actualmente, con 72 años, imparte clases de Español-Literatura en el IPVCE Comandante Ernesto Guevara.

Carmen Margarita Ruiz, alfabetizadora y maestra.
Carmen Margarita Ruiz.  (Foto: Victoria Beatriz Fernández Herrera)

En 1960 se inicia la formación emergente de maestros con los voluntarios para dar respuesta a la revolución educacional. En Las Villas, uno de los grupos emergentes de alfabetizadores recibió su preparación en el lugar que hoy ocupa la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas.

 El llamado a la alfabetización se produjo al yo cumplir 11 años. Mi mamá, con un pensamiento avanzado para la época, me apoyó en cuanto pudo y comencé a asistir a clases de preparación para alfabetizadores emergentes en la Universidad de Las Villas.

Por aquellos dí­as de Revolución, el Comandante en Jefe Fidel Castro sugirió que fuera Varadero el lugar para la preparación de los alfabetizadores. De esta forma, los que nunca tuvieron acceso a esta hermosa playa pudieron prepararse y disfrutar de sus paisajes. El 16 de abril de 1961 llegó el primer contingente, integrado por 2000 jóvenes.

 La muerte de Conrado Bení­tez marcó un antes y un después en nuestras vidas. Los futuros alfabetizadores se preparaban para partir hacia Varadero, donde serí­a la preparación. Mi abuelo, preocupado por mi vida e insistiendo en mi corta edad y experiencia, me impidió asistir. Yo alfabeticé en mi barrio, a dos vecinos de la zona.

En los terrenos donde hoy se erige el IPVCE Comandante Ernesto Guevara, se ubicaban varias fincas de campesinos en pésimas condiciones constructivas y con escasos recursos.  

 Yo nunca imaginé ser profesora. Me gustaban mucho las reuniones donde nos impartí­an las orientaciones y me emocionaba el amor que recibí­a de las personas a las que alfabeticé. Me llamaban maestra y yo era una niña.

Carmen Margarita Ruiz Garcí­a recibió la Distinción Por la Educación Cubana en el Mausoleo en homenaje al joven alfabetizador Manuel Ascunce y al campesino Pedro Lantigua, en Limones Cantero. Actualmente, imparte clases de Español-Literatura en el IPVCE Comandante Ernesto Guevara.

Tiene 70 años y es profesora en el Centro de Entrenamiento para Concursos ubicado en el IPVCE Comandante Ernesto Guevara.

Iliana ílvarez Pacheco, alfabetizadora y maestra.
Iliana ílvarez Pacheco. (Foto: Victoria Beatriz Fernández Herrera)

Al comenzar la Campaña de Alfabetización, mis compañeras del barrio, mayores que yo, se alistaron para alfabetizar en las zonas rurales. Yo también querí­a contribuir y mi mamá me ayudó a encontrar personas necesitadas cercanas a mí­. Mi mamá me acompañó a cada una de las casas en las que alfabeticé por años.

«Alfabeticé a una persona inválida. Esa persona tení­a un altar con las once mil ví­rgenes y, al entrar, debí­amos rezar antes de comenzar el estudio. Yo iba todas las tardes con mi mamá al lado, como siempre rememora Iliana con lágrimas en los ojos. Alfabeticé también, como se decí­a en aquella época, una mujer de la vida. Son las dos anécdotas que más me marcaron ».

Para que aprendieran, debí­amos tomarlos de la mano y guiarlos. Al terminar de alfabetizar, verlos firmar con su nombre era un orgullo tremendo.

Iliana ílvarez Pacheco terminó su labor como alfabetizadora popular con diez años y cursando el sexto grado. Alfabetizó a varias personas, incluida su mamá.

El 22 de diciembre, cuando Fidel declaró a Cuba territorio libre de analfabetismo me sentí­ parte de algo grande, de algo fabuloso que se logró gracias a miles de jóvenes como yo. Ese sentimiento me hizo maestra hasta hoy.

Actualmente, es profesora en el Centro de Entrenamiento para Concursos ubicado en el IPVCE Comandante Ernesto Guevara.

Tiene 73 años e imparte la asignatura   de Biologí­a en el IPVCE Comandante Ernesto Guevara, y seguirá mientras sus estudiantes la acepten.

Martina Báez Morales, alfabetizadora y maestra.
Martina Báez Morales.  (Foto: Victoria Beatriz Fernández Herrera)
Martina tení­a 12 años en 1960. Su experiencia fue similar a la de tantos jóvenes que, aun cuando permanecieron en sus hogares, contribuyeron en la Campaña de Alfabetización.

 Me comuniqué con Agustí­n encargado de organizar a los alfabetizadores en El Santo, Encrucijada y le dije que querí­a dar clases, que querí­a ayudar a Fidel. Me dijo: «Tú le vas a dar clases a los milicianos ».    

Cinco milicianos se preparaban en El Santo para dirigirse hacia el Escambray a combatir la contrarrevolución. Martina estuvo encargada de enseñarles a leer y a escribir en los tres meses que restaban para su ascenso a las montañas de la región central.

 De dí­a asistí­an a la preparación militar y, en las noches, se incorporaban a las clases. Al inicio mostraban cierto rechazo hacia mí­, después me aceptaron y agradecieron.

En 1962, se crearon las Escuelas para Maestros Primarios con el plan conocido como Minas-Topes-Tarará. El plan de estudio era de cinco años (uno en Minas del Frí­o, dos en Topes de Collantes y dos en el Instituto Pedagógico Makarenko, en Tarará) y los profesores eran prestigiosos maestros, generalmente egresados de las Escuelas Normales.

 Después que terminé la campaña, en enero del 1963 empecé en Minas de Frí­o y me gradué en Tarará. Nunca di clases en escuelas primarias, pero, desde entonces, soy maestra. Sesenta años después imparto la asignatura   de Biologí­a en el IPVCE Comandante Ernesto Guevara y seguiré mientras mis estudiantes me acepten.

Rosa Durán ya tiene 75 años y acumula 43 cursos trabajados en el IPVCE Comandante Ernesto Guevara.

En 1961 tení­a 14 años, llené las planillas junto a mi hermano, Nicanor Durán, y fuimos a alfabetizar.

Cuando el ataque a Girón, Rosa Durán estaba en Varadero, en Caguama, recibí­a una capacitación por 15 dí­as para incorporarse a la alfabetización. Aun así­, todos continuaron.  

Rosa Durán Vázquez, alfabetizadora y maestra.
Rosa Durán Vázquez. (Foto: Victoria Beatriz Fernández Herrera)

A mí­ me ubicaron primero en Remedios y después en la zona del Escambray, en el central Heriberto Duquesne. Recuerdo a Dominguillo, tení­a más de 70 años, y salió a caballo por toda el área gritando a viva voz «Llegaron los maestros ». Nunca olvidaré a Dominguillo. Solamente aprendió a firmar. En el central, alfabeticé a ocho personas.

Los grupos de la contrarrevolución disparaban tiros al aire en las noches, los jóvenes maestros permanecí­an en sus lugares de ubicación sin posibilidades de salir por su seguridad personal. «Ante cualquier diligencia, yo tení­a que salir acompañada por el campesino dueño de la casa y por dos milicianos », aclara Durán.

 Nosotros salí­amos de uniforme, camisa y pantalón verde olivo y boina gris, con el farol, la cartilla y el manual. El aula era en un batey cercano al central. Los campesinos sabí­an sumar mentalmente, nosotros le enseñábamos a leer y a escribir.

El 22 de diciembre, en la histórica Plaza de La Revolución en La Habana, el pueblo se compenetró con los alfabetizadores y con Fidel para dar a conocer al mundo que Cuba era territorio libre de analfabetismo.

 Nos llevaron en tren y cuando Fidel nos habló, decí­amos a coro “Fidel, Fidel, dinos qué otra cosa tenemos que hacer”. Fue inolvidable.

Rosa Durán tiene 43 cursos trabajados en el IPVCE Comandante Ernesto Guevara. «Me gusta ser profesora », me dice sonriendo.

Al cierre de la Campaña Nacional de Alfabetización, en 1961, 667 484 analfabetos habí­an sido alfabetizados completamente y otros 39 728 continuaban en proceso. Por primera vez en la historia cubana, la cuestión de la masividad de la cultura fue planteada como un problema que exigí­a solución práctica. La Campaña logró solventar este problema y demostró que sin la Revolución no podrí­a haberse llevado a cabo la epopeya de la alfabetización.

A sus 76 años es profesora de Matemática en el Centro de Entrenamiento para Concursos ubicado en el IPVCE Comandante Ernesto Guevara.

Amalia Garcí­a Suárez, alfabetizadora y maestra.
Amalia Garcí­a Suárez. (Foto: Victoria Beatriz Fernández Herrera)

Yo querí­a ir al campo, como todos; pero, mis hermanos y mis padres, ambos mayores, dependí­an de mí­ en gran medida. Dos muchachitas del barrio y yo nos reunimos con las coordinadoras de la Campaña en el área y nos dieron la opción de trabajar en la periferia de la ciudad de Santa Clara.

Con los elementos mí­nimos, la cartilla y el manual, Amalia alfabetizó a José y Marí­a, un matrimonio con dos hijos, muy humildes, habitantes en la zona rural de Santa Clara.

 íbamos todos los dí­as y se convirtieron en una extensión de mi familia. Estuve en la Campaña hasta octubre y apoyé en otras zonas en las que aún no habí­an concluido el programa de estudio.

«Le agradezco a la Campaña lo que soy. A mí­ me fue imposible ingresar a la Escuela Normal escuela para la formación de maestros en 1959 y, cuando culminó la alfabetización, me pude incorporar a las llamadas aulas de seguimiento ». Hoy, Amalia es profesora de Matemática en el Centro de Entrenamiento para Concursos ubicado en el IPVCE Comandante Ernesto Guevara.  

Esos jóvenes hací­an historia sin saberlo, escribieron una epopeya para la historia de Cuba desde la ingenuidad de sus no más de 18 años.  

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