En Cifuentes la Cooperativa de Producción Agropecuaria Bernardo Díaz Guerra se ubica entre las mejores del país en rendimientos cañeros. A pesar de las limitaciones de recursos materiales garantiza la diversificación de los cultivos.
Unas 17 800 toneladas de materia prima suministrarán a los ingenios Ifraín Alfonso (Ranchuelo) y Héctor Rodríguez (Sagua la Grande) en la presente campaña. (Foto: Carlos Rodríguez Torres). (Foto: Carlos Rodríguez Torres)
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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28 Diciembre 2021
28 Diciembre 2021
hace 2 años
Dos encuentros, casi interminables, se extendieron en diálogos junto al campo recién surcado. Las conversaciones no tenían recetas únicas, excepto comprobar plantaciones provechosas. En esa ruta un rostro era inequívoco: «sentido de pertenencia en todo lo que se emprende ». La frase es ajena. Lo dijo a boca de jarro una mujer dispuesta a demostrar cómo siempre surge un peldaño que escalar, más allá de los obstáculos impuestos en el camino.
Yamilé Báez Fernández, en las cercanías de Cifuentes, mostró cañaverales y cultivos varios en fomento-producción, luego de enfrentar un combate «cuerpo a cuerpo » contra el marabú y otras malezas invasoras. Fue un acontecimiento titánico y de voluntad campesina.
Ella, la mujer, desde hace años preside la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Bernardo Díaz Guerra, en Tajadora, única de Villa Clara que por tres ocasiones consecutivas consigue trofeo de oro al lograr rendimientos cañeros superiores a las 54 toneladas por hectárea. Antes aparecieron los de plata, con volúmenes por debajo de esa cifra. En apariencias se dice fácil. Las siembras dependen de la lluvia que «venga » del cielo, aunque cuentan con fuentes de abasto de agua cercanas. Son cosecheros con carencias materiales sistemas de riego similares a las de otros homólogos del país.
Allí, en esencia, persiste un baluarte desde el cañaveral fundamento de la agroindustria azucarera, y se confirma la propuesta del III Pleno del Comité Central del Partido para acometer un modelo de desarrollo que afiance la existencia histórica del sector.
Sin embargo, los agricultores de Cifuentes, con siembras-rendimientos y aplicación de ciencia y técnica para garantizar la materia prima que reclaman los ingenios, marcan una distinción. En una ocasión pregunté a la campesina por la existencia de una ¿taza de oro? De inmediato advirtió: « ¡Qué va!, todavía no estamos satisfechos. Falta mucho ». Ella sonrió sin malicia. Conoce del sentido de pertenencia y el empuje de los socios que integran el colectivo agropecuario.
Una década atrás
A punto estuvieron de disolverse, por ineficiencia y elevado monto de pérdidas monetarias. Entonces llegó Yamilé al enclave guajiro. Solo quedaban 12 campesinos para asistir un patrimonio terrestre de 647 hectáreas, en su mayoría infestadas de marabú. Sin créditos ni anticipos, con trabajo voluntario, limpiaron obstáculos en los suelos y dejaron plantadas las primeras 20 ha de caña. Era increíble a los ojos de otros.
Un aliento diferente se apoderó de los socios. Pareció posible llegar a otras metas: la caña «constituye un cultivo noble que, con resiembras anuales, responde con altos rendimientos. Todo hay que hacerlo con exactitud, hasta el cuidado de los retoños, y preservar las cepas que, aquí, alcanzan más de siete cortes », dijo la mujer.
De labores agropecuarias, en principio, se pasó a las cañeras. Con apoyo del sector azucarero los rendimientos se empinaron a 60 t/ha. Las deudas bancarias fueron disminuyendo, y el marabú dejó de invadir guardarrayas y caminos interiores. Los campos, listos para las siembras, eran liberados de malezas y otros estorbos. Pensaban, incluso, en el arribo de combinadas para los cortes de materia prima que enviarían a los ingenios cercanos.
Una confianza apareció en la zona, y muchos desearon formar parte de la forma productiva que levantaba vuelos económicos. Llegaron jóvenes dispuestos a laborar. Las ofertas de empleo eran muchas, pero con pocos atractivos. « ¡Eso sí!, era necesario demostrar cómo se partió de cero con más de ocho horas de trabajo. No habría distinción entre los días de la semana, y todo se haría rumbo a las plantaciones ». Sería la meta del colectivo.
Con machetes y hachas se limpiaron las primeras 450 hectáreas. «Aquellos marabuzales estaban de anjá », dicen algunos socios. Prometieron sierras manuales, pero llegaron tarde, y luego no sirvieron en el corte de una madera dura que tenía hasta 20 centímetros de diámetro. Los «emprendedores » cañeros tenían el ánimo de no desmayar en una meta que, en principio, pareció imposible.
En 2020 habían desmontado unas 1200 hectáreas de marabú. Con la roturación de suelos, se plantaron de caña. Los sembrados de la gramínea representaban entonces más del 75 % de la superficie en cultivo y exhibían rendimientos por encima de las 60 t/ha. El pasado año enviaron al ingenio Héctor Rodríguez, en Sitiecito, unas 21 800 t, y cuantificaron 71,8 t/ha, cifra impensable en suelos de secano.
En la actual zafra suministrarán caña a ese ingenio, y también al Ifraín Alfonso (Ranchuelo), entidades que recibirán unas 17 800 t. La cuantía disminuye de manera discreta, al igual que los rendimientos. Todo obedece a que durante los últimos cuatro años apenas pudieron plantar caña por fallas objetivas en el acondicionamiento de los campos. Como en otras ocasiones, detrás de los equipos de corte mecanizado situarán pelotones manuales en la recogida. Eso permitirá disminuir las pérdidas en cosecha y sumará volumen de materia prima en los basculadores, dijo Yamilé.
Otras aventuras agropecuarias
Campo libre de caña; de inmediato, los retoños reciben atenciones culturales. Durante la primavera sembraron 13 ha y en el frío unas 145, las cuales, dentro de dos zafras, estarán en producción. También acentúan la roturación de tierra y siembra para satisfacer los compromisos perspectivos. Entonces, «mantener los rendimientos por encima de las 70 t/ha será nuestra meta. No es fácil, porque son suelos de secano. Sin embargo, resulta extraño confesó; el marabú es como la madre y el padre del cañaveral. En esas superficies el suelo está descansado, con fertilización orgánica. Lleva trabajo desbrozar malezas, limpiar obstáculos; sin embargo, cuando realizas una siembra de caña sin fallas y el campo se cierra, los rendimientos se disparan », precisó Yamilé.
En superficies agrícolas de las unidades básicas de producción cooperativa (UBPC) Manaquitas y Victoria, planifican los futuros crecimientos cañeros de la «Bernardo Díaz Guerra », una organización campesina con dispersión geográfica. Allí ya prosperan las plantaciones.
«No crea… son más de siete años lidiando con el marabú en ocasiones resulta difícil su control y otras infestaciones de plantas. No obstante, se puede vencer la mala hierba, ¡claro que sí! », añaden algunos cosecheros en Tajadora.
Esa comunidad, en la cual residen , aproximadamente, 700 habitantes, recibe una atención directa de los campesinos: garantizan las producciones agropecuarias a partir de un autoconsumo diversificado. También contribuyen con ventas directas a entidades estatales. Los acopios de leche fresca, por año, crecen y rondan los 50 000 litros. El módulo pecuario es uno de los más completos del sector. Tampoco pierden la esperanza de incursionar en el fomento de tabaco a sol, propuesta que en diciembre último tenían en proyecto, pero dejaron para la campaña entrante.
«Las plantaciones cañeras no meten miedo. Difícil resulta combatir malezas y marabú, posibles de vencer, y luego sembrar nuevas áreas », comenta la presidenta de la CPA Bernardo Díaz Guerra, una forma productiva que conquistó, durante la última década, los más empinados reconocimientos que reciben entidades agropecuarias del sector.
Sin concluir el balance económico del año, ya tienen más de 2 188 604 pesos de ingresos. La ganancia es de 1 131 931, cifra que irá en aumento. Un cálculo preliminar del costo por peso de producción indica que ronda los 0.48 centavos, monto casi exclusivo en una forma productiva agropecuaria.
De esas estadísticas, se estima que los cooperativistas y fuerzas contratados reciben por día $350.00, y el anticipo se sitúa en los $7500.00. Por concepto de estimulación, dos veces al año, consiguen más de $4000.00. Después del período de liquidación anual, en ocasiones esa cantidad se multiplica por diez.
Saquemos las conclusiones. Allí, en Tajadora, desde los cañaverales y otras producciones agropecuarias, una «aventura » convierte el lugar en el permanente «oro » que brota del trabajo.