El lunes 21 de febrero arriba la Ronera Central, en Santo Domingo, al medio siglo de existencia. Una asunción de retos productivos destinados a fortalecer la tradición ancestral.
Un centro que alberga una parte insustituible de la tradición ronera en la región central de cuba. (Foto: Luis Machado Ordetx)
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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20 Febrero 2022
20 Febrero 2022
hace 2 años
Alquimistas, alquimia… el redescubrimiento de todo lo que somos. Así piensan, en lo inmenso, los hacedores de bebidas espirituosas cuya obra engrandece el terruño, mientras sacan a la luz los fortines que distinguen a la Ronera Central, en la comunidad George Washington, en Santo Domingo, sitio protagonista de una conciencia de permanente compromiso con el país.
Allí están recogidas las esencias de conversaciones sostenidas con Carlos Rubén Armas Díaz, director general de esa entidad, que representan el sentir de anónimos trabajadores de un centro que, el lunes 21 de febrero, celebrará 50 años de existencia.
Allí se aúnan el legado primigenio de la ruta licorera que surgió, primero, en Sagua la Grande, con la destilería El Infierno creada en 1870 (Avellaneda s/n), especializada en la fabricación de aguardientes, alcoholes y rones, hasta llegar a su homóloga San Lino (1884), en Cartagena, Cienfuegos, tal como explicó el Maestro del Ron Cubano César Augusto Martí Marcelo.
No dudo que después sumaran alcoholes obtenidos en San Nicolás y La Vizcaya (1894), en Cárdenas, por la cercanía a la región. Tal vez añadieron otros aguardientes de refinerías villareñas nacidas a principios del pasado siglo. El diálogo de memoria-tradición queda abierto en el tiempo entre hombres que, desde la instalación perteneciente a la Corporación Cuba Ron S. A., sienten un gusto desmedido por una historia que enaltece al terruño dominicano.
Orígenes
Dos fundadores en activo se mantienen de aquella avanzada que, en 1972, desbrozó el camino ronero en la producción y el embotellamiento de Decano, Legendario y Coronilla. Ambos se desempeñan en diferentes labores. Carlos Manuel Pérez Manso tiene ahora 73 años y es mecánico industrial. José Luis González Migollo ronda similar edad, y en su tránsito por la fábrica fue almacenero, jefe de laboratorio e inspector de materias primas y calidad de los terminados.
Los dos recuerdan aquellos días cuando, después de desmovilizados del Servicio Militar Obligatorio, llegaron junto a otros jóvenes a las instalaciones de una antigua desmotadora de algodón y readecuaron, pico y pala en mano, la estructura civil de la edificación. Allí se construiría una fábrica de ron. Debieron ser, dijeron, los últimos meses de 1969, mientras el país estaba abocado a transformaciones económico-sociales.
González Migollo, un hombre de memoria prodigiosa, rememora los viejos barriles de madera, con vino armenio, traídos a la fábrica con el propósito de añejar rones nacionales. No sirvieron, porque la bebida original dejaba acidez al alcohol. Tampoco funcionó con eficiencia la cisterna de aguardiente recubierta de cemento y marmolina. Fueron tropiezos que se subsanaron después. De época más reciente, añade Pérez Manso, iban a cerrar la Ronera en 1999 debido a problemas que presentaban los rolos y platos de la columna de destilación, y se las ingenió, con asesoría técnica y la colaboración de mecánicos, para que los alcoholes no dejaran de llegar a la fábrica.
Otros tiempos
Con la incorporación de jóvenes universitarios, sin desatender las enseñanzas de experimentados hacedores roneros, la tradición comenzó a acentuarse a finales del siglo pasado. Otras perspectivas para el conocimiento registraron fortalezas al consolidar el prestigio de los licores terminados.
Mayra Cuevas Hernández es ingeniera química y aspirante a Maestra del Ron Cubano, y atiende desde 2004 los sistemas de gestión de la calidad y líneas específicas en la inocuidad de los alimentos. Las correspondientes certificaciones de esos sistemas inocuidad, energía, medio ambiente, seguridad y salud del trabajo, de acuerdo con normas homologadas por organismos internacionales, imprimen valor agregado a los productos que salen al mercado.
Así lo confirmó Mayra Guzmán Villavicencio, in geniera hidráulica y doctora en Ciencias Técnicas en la especialidad de Química, actual directora de Gestión Administrativa. Hace un año recibió su título académico al defender la tesis «Gestión de la tecnología y la innovación y su integración con el análisis complejo de procesos en la Ronera Central », entidad que, como otros trabajadores, considera «la prolongación del hogar », por el sentido de pertenencia que dejan todos los momentos de la producción.
El estudio tiene su precedente en una maestría que cursó en la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas, referida a la Gerencia de la Ciencia y la Innovación Tecnológica. Desde entonces, no cesó en la implementación de una metodología de innovación para determinar puntos débiles, y encontrar alternativas en la optimización industrial, tecnológica, de factibilidad económica y de impacto medioambiental. También desbroza el camino a la creatividad laboral.
Es el pensamiento que anima a Mitehel Niebla Lago, agrónomo, aspirante a Maestro del Ron Cubano y jefe del área de fabricación. Allí se localiza el enclave principal al que llega el alcohol desde la destilería y se convierte en mezcla para el producto terminado luego del añejamiento de los licores. Representa una cultura que crece entre todos por conservar con celo los secretos de elaboración.
La idea prende en Aida Camacho Corrales, operadora integral de la línea de embotellado, una contrapartida del registro y control de terminados. Son saberes acumulados desde que, hace 39 años, se sumó al laboreo de la destilería. A partir de entonces «la fábrica y los trabajadores constituyen una familia », dijo. Todos están empeñados en fortalecer el prestigio de los rones cubanos en el mercado foráneo.
Modernidad
Siete premios internacionales obtuvieron en exigentes concertaciones foráneas el pasado año. Fue el Ron Eminente producido por la Corporación Cuba Ron S. A., en Asociación Económica Internacional con el Consorcio Louis Vuitton-Moí«t Hennessy, un «caballo de batalla », según refiere Armas Díaz, el director de la Ronera Central. «Es un terminado único y distintivo », apunta su creador, el Maestro del Ron Cubano César Augusto Martí Marcelo. Tiene la bebida por color, añejamiento y dulzor las principales características que identifican los rones y aguardientes conservados en el tiempo. Constituye una tradición que distingue lo nacional y la cultura de espirituosos que se adueña de la fábrica dominicana.
Recientemente, Cuba sumó otro lauro salido de aquí: un añejo que comercializa un cliente italiano. «Es también la ruta explicó el doctor en Ciencias Técnicas Martí Marcelo para llegar a declarar el ron cubano como Patrimonio de la Humanidad, según el expediente presentado a la Unesco, y confirmar a la bebida en el conocimiento ancestral que acumulan generaciones de maestros, en particular, de la región central, a lo largo de la historia ».
El año que concluyó, aclaró Armas Díaz, no fue de los más productivos de la Ronera Central, pero sí muy exigente en los compromisos con el mercado. A pesar de los embates del SARS-CoV-2, aportaron al país 4,9 millones de pesos por concepto de exportaciones incluyendo Cubay (signo que los identifica), y las marcas Eminente, Sao Can, Kawama y Paralelo 22, en lo fundamental y desplazaron los resultados económicos conseguidos en el período precedente.
En el medio siglo de producción por Cuba, la Ronera Central tiene retos: adentrarse en la construcción civil de dos naves de añejamiento para almacenar unos 56 barriles, el montaje de una línea de embotellado que impulsará acabados de marcas exclusivas y una pequeña planta de lavado de envases, con el propósito de sustituir importaciones.
No muy atrás quedarán los mantenimientos del parque fotovoltaico primero de su tipo en entidades homólogas, que permite abastecer y generar electricidad, y mitigar los impactos negativos al medio ambiente por emisión de dióxido de carbono.
Ahí descansan los retos perspectivos para preservar «la herencia que reposa en centenarias bodegas de añejamiento, y de una cultura conservada y enriquecida con celo para distinguir a un “personaje†de fidelidad absoluta a la historia de nuestro país: el ron cubano », dijo Martí Marcelo, quien confirmó que ese constituye el espíritu de la nación.