Ratifica la Dra. María del Carmen Llanes Camacho (Marikay), una cardiopediatra villaclareña que hace pocos días se acogió a la jubilación y admira su condición de mujer.
«El médico que no se actualice va quedando en el camino. Aun cansada llegas a la casa y tienes a un compañero que aguarda: el libro», confiesa la Dra. María del Carmen Llanes Camacho. (Foto: Ricardo R. González)
Ricardo R. González
@riciber91
3111
08 Marzo 2022
08 Marzo 2022
hace 2 años
Ahora repasa su vida. Cuarenta y seis años de ejercicio profesional de la Dra. María del Carmen Llanes Camacho constituyen toda una historia dotada de alegrías, tristezas, momentos recordables y otros no tanto. Lo que sí nunca tuvo cambios es que desde niña le fascinó ese mundo de cuidar a los enfermos, y al término del preuniversitario ya estaba decidida. Preparó su equipaje y marchó a la Escuela de Medicina Victoria de Girón, en La Habana, para cursar los primeros años de la carrera, aunque la pediatría no fue su primera opción.
Recuerda que rotó por especialidades pequeñas y todas le gustaron; sin embargo, cuando llegó al universo de la infancia, desde el punto de vista médico, se enamoró de la especialidad gracias a los doctores Berta Vergara Domínguez y Fernando González Seivane. Entonces dijo: «Ya está decidido, y me mantuve como pediatra hasta 1986, en que por necesidades del hospital José Luis Miranda me fui para cardiopediatría ».
En tu aval hay capítulos dedicados a la asistencia, a la docencia y a la investigación. ¿Alguna preferencia en particular o hay que verlos integrados?
Es todo un conjunto. La docencia va ligada a la asistencia y a la investigación. Me gusta mucho la asistencia, pero también la docencia. La balanza está equilibrada.
¿Aprendes de los alumnos?
Mucho y sobre todo del postgrado. Los residentes te aportan experiencias personales inimaginables vividas en sus guardias, en sus rotaciones, y eso te llena. Aprendes de todo, no necesariamente de las ciencias médicas.
El hecho de ser aprendiz constante en 46 años, ¿lo viviste?
Todos los días, y cuando impartía un seminario revisaba sobre el tema para evitar descontextualizaciones. Eso es en extremo importante, e interactuar con los alumnos en retroalimentación constante.
¿Consideras que la actualización constituye piedra angular para un médico?
Pobre de quien no lo haga, vas quedando en el camino. Aun cansada llegas a la casa y tienes a un compañero que aguarda: los libros.
El hospital pediátrico, ¿qué representa para ti?
(No lo piensa dos veces). Mi segunda casa, estoy allí desde 1974 y lo quiero como parte de mi vida. Mis compañeros, mis profesores, que algunos existen y otros lamentablemente no… Son muchos los que me dejaron una huella imborrable y a todos los recuerdo. Ellos están y estarán siempre porque son paradigmas y ejemplos de la pediatría.
Hay varios trabajos tuyos dedicados a la pediatría y los factores de riesgo en la población infantil.
Una línea principal son los factores que influían en la aparición de cardiopatías congénitas. Son muchas las que inciden y el trabajo fue premiado. Luego tomé la línea de la prevención ante una incidencia solapada. Me uní a un grupo que estudiaba el tema en la Universidad Médica y lo constatado llegó a asustarnos. Muchos niños ya hipertensos entre los 9 y los 12 años, que nos llevó a la práctica de una investigación, de cinco a siete años, en varias escuelas de Santa Clara, tanto en planteles de la periferia como del centro de la ciudad.
En tantos años de experiencia tienen que existir casos que impactan. ¿Te ocurrió?
Sin duda. Al principio me parecía que no iba a poder con ello, me dolía demasiado, pero llegamos a acostumbrarnos. Cada vez que se aborda el tema de las cardiopatías me acuerdo de esos casos, a tal punto que si llega un ciclón recuerdo el de una paciente fallecida, allá por la década de los 90.
¿Cómo es posible que una persona tan sensible se haya inclinado por la pediatría y en específico por la cardiología?
No lo sé, y me lo pregunto, aunque no son las patologías más alegres. Ya cuando veo una sonrisa, eso es para el médico la mejor medicina que puedes recibir. No te lo puedo explicar porque se vive por dentro, pero la risa del niño y el agradecimiento de los padres es como el aplauso para el artista.
¿Qué se siente por dentro?
Una satisfacción inexplicable. Creo que ha valido la pena. Nunca me arrepentiré.
¿Y cuando no ocurre esa respuesta?
Llega la tristeza. Vivimos la agonía y duele mucho. Prefiera dejarlo ahí.
El caso de Melany.
Fue una experiencia interesante. Uno de los más complejos atendidos por la cardiopediatría de Villa Clara. Además de la cardiopatía la menor presentaba el síndrome de DiGeorge, caracterizado por la ausencia de timo, algo que resulta imposible de detectar por técnicas prenatales, y que puede ocurrir con relativa frecuencia al asociarse las afecciones genéticas con las cardiopatías. Vivió varios años en el servicio. Su mamá, Yaima Quero Ramírez, laboratorista del «Arnaldo Milián Castro », portadora de una diabetes severa dependiente de insulina, buscaba su primer embarazo a toda costa para sentir de cerca el arrullo de la maternidad, y aunque no tuve una atención directa en el caso, creo que a todo el servicio nos cautivó y la pequeña se convirtió en una especie de mascota para todos.
Son los primeros días de tu jubilación. ¿Cómo te has insertado al nuevo mundo?
Me va muy bien. Disfruto las labores domésticas y hasta ahora no he sentido la nostalgia. Veremos cuando pase más tiempo, pero dejo claro que no descarto las posibilidades de asistir a impartir un seminario a los residentes. No es un adiós definitivo y me siento útil todavía. Sigo revisando, estudiando y con la mente ocupada.
¿Hobbies?
Todo lo del hogar me gusta. Reviso bibliografía para ver si aparece algo nuevo y me adentro en la lectura. El médico que no se actualiza diariamente será siempre mediocre. Hay que indagar, investigar.
¿La continuidad familiar?
Es una bendición. Una de mis hijas es médica cardióloga, la otra es arquitecta, y mis tres nietas encaminan sus pasos entre el periodismo y otros niveles de la enseñanza.
¿Ser mujer?
Que mayor felicidad que tener dos hijas y tres nietas. Es mi orgullo. Esa maternidad es indescriptible, hay que sentirla. Y muy feliz por pertenecer al grupo de mujeres, estar atenta al empoderamiento femenino y al nuevo Código de las Familias, porque no tengo duda de que seguiré soñando con la infancia.