El 13 de marzo se celebra el Día del Arquitecto Cubano, en saludo a la creación de la primera organización integrada solo por arquitectos y maestros de obras, en 1916.
Pedro Rodríguez Díaz se graduó como arquitecto en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, el 15 de julio de 1983. (Foto: cortesía del entrevistado)
Lety Mary ílvarez íguila (estudiante de Periodismo)
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13 Marzo 2022
13 Marzo 2022
hace 2 años
Desde los orígenes de la humanidad, la proyección y construcción de espacios habitables ha sido calificada como arte. La arquitectura, en todas sus expresiones y estilos, recoge la imaginación que cada ser ingenioso derrama sobre el papel. Pero más allá de las peculiares edificaciones que se erigen en famosos puntos de la geografía, laten las necesidades de los pueblos, la materialización en piedra y techo de una sociedad, donde el arquitecto crea y sueña en grande. Así lo define Pedro Rodríguez Díaz, especialista principal de la zona N. º 5, perteneciente a la UEB N. º 2 de Arquitectura y Vivienda, del municipio de Santo Domingo.
A quien fuera un amante de las clases de Dibujo Técnico, que recibía en secundaria básica, la decisión de convertirse en arquitecto le ha regalado fructíferos episodios. A propósito de celebrarse este 13 de marzo el Día del Arquitecto Cubano, Vanguardia conversó con este consagrado guardián de los proyectos sobre su trayectoria y consideraciones con respecto al camino que decidió seguir.
¿Por qué arquitecto?
Créame que no existe ninguna tradición familiar. Siempre vi al arquitecto como el profesional que ejecutaba un plano, me gustaba el dibujo técnico que estudié en séptimo grado y opté por hacerme arquitecto. Ya en el estudio de la especialidad me di cuenta de que era un poco más que solo dibujar: un arquitecto es un creador y constructor; por ello, me agradó más. Nunca me arrepentiré de haber estudiado esta carrera.
¿Cómo recuerda la etapa de su formación en la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas?
La recuerdo con nostalgia. Quisiera volver a aquellos tiempos. Mis compañeros de aula y yo éramos como familia, un grupo muy unido y lleno de juventud. Siempre estábamos planificando actividades recreativas. La última fue la graduación, en el Complejo Recreativo Arcoíris, el 15 de julio de 1983. Ya sobrepasamos los 60 años. Algunos viven fuera de Cuba, y otros, dolorosamente, han fallecido. Tuvimos la oportunidad de reencontrarnos todos en dos ocasiones. Yo pude asistir solo a una: en el Perla Azúcar, de Cienfuegos, y fue maravilloso.
¿Es cierto que se trata de una carrera difícil?
No considero que sea una especialidad tan difícil. Existen otras más complicadas, como la Ingeniería Eléctrica, Mecánica o Civil. Pero sí requiere dedicación. Muchas veces nos robó el tiempo de sueño con el fin de elaborar los proyectos y maquetas que se evaluaban en el año o semestre, generalmente en los trabajos de talleres de diseño. En aquel entonces, la Computación era incipiente. Todo se realizaba de forma manual, trazando línea a línea. Escribíamos, además, los textos con plantillas. Hoy se dispone de programas informáticos especializados para el dibujo, que facilitan las cosas. Eso es una ventaja para los estudiantes y los ya graduados.
¿Cuáles logros profesionales le han dejado mayor satisfacción?
Creo que una gran experiencia fue mi estancia de 15 años en Moa. Trabajé en obras de diversos tipos: industriales, viales, viviendas, educacionales, sociales, plantas de prefabricados y moldes deslizantes. Participamos en varios fórums de Ciencia y Técnica, y resultamos premiados a nivel de base y provincial. También asesoramos cinco trabajos de diploma, que fueron utilizados en beneficio de la empresa. La última fase de mi permanencia en aquel lugar estuvo marcada por el paso del huracán Lily, en 1997. En ese período prefabricamos y ejecutamos 100 viviendas con el Sistema Sandino en Cienfuegos. Allí me desempeñé como especialista principal. Logramos la proeza en un año.
¿Qué significó desplegar su labor en la rama del Turismo, sector regente en la economía cubana?
Trabajamos durante nueve meses en el polo turístico de Varadero. Allá ejecutamos en el hotel internacional N. º 2. Otra gran vivencia, pues conocí un nuevo sistema constructivo en el Trus-Panel. Se impusieron el rigor y la profesionalidad. En los contratos se proponían plazas de ejecución reales, y empleamos materiales de calidad, avalados y certificados; muchos de ellos, nuevos para mí. Fueron respetados el proyecto y el profesional a pie de obra. Nos exigieron el cumplimiento del contrato, las fechas pactadas y el cronograma ejecutivo.
¿Qué importancia les atribuye a las obras sociales?
¡Mucha!, pues satisfacen las necesidades del pueblo. Empezamos por la vivienda como núcleo base de la familia. Luego, surgió un conjunto de factores imprescindibles para que determinada zona urbana funcione; entre ellos, la escuela, el consultorio médico, la tienda, la sala de video, el círculo infantil, etcétera. Todos estos servicios generan nuevos empleos para esa población y se acercan también a la familia.
Entonces la arquitectura tiene gran influencia sobre la calidad de vida de una comunidad.
Todas las inquietudes que se originan en la comunidad necesitan de una obra arquitectónica, más grande o más pequeña, pero una obra. Si se requiere de un consultorio médico, hay que construirlo, lo que conlleva un proyecto, un presupuesto, una fuerza constructora y un especialista que dirija la obra. Del mismo modo sucede con los demás servicios.
Entre los años 2011 y 2014 cumplió misión en la República Bolivariana de Venezuela ¿Qué experiencias le regaló la Gran Misión Vivienda Venezuela? ¿Existen diferencias con respecto a la concepción del trabajo en un país extranjero?
La misión internacionalista en la República Bolivariana de Venezuela nos hizo conocer otros materiales y sistemas constructivos, así como nuevos métodos de trabajo. El especialista a pie de obra era una autoridad, siempre tenía la última palabra. Compartimos con constructores de varios países, porque el comandante Hugo Chávez convocó al mundo entero para invertir en la construcción de viviendas en Venezuela. Concurrieron chinos, rusos, bielorrusos, turcos, y construyeron muchas empresas privadas venezolanas. Cada uno de ellos traía su sistema, muy seguros y antisísmicos.
«Los cubanos de la Gran Misión Vivienda Venezuela éramos supervisores y gozábamos de prestigio. Nos catalogaron de profesionales bien preparados y honestos en nuestras informaciones y partes.
«En cuanto a la concepción del trabajo, entre los extranjeros y nosotros se presentaban diferencias. Ellos eran muy serios con los cumplimientos de los cronogramas y exigentes con la calidad de la fuerza de trabajo. Por ejemplo, los chinos traían su fuerza calificada para las terminaciones. No aceptaban otra que no fuera la de ellos. Para los trabajos brutos contrataban fuerza de trabajo local ».
¿Cuánto han influido en usted los 19 años de vida laboral en la Empresa de Arquitectura y Vivienda?
Tuve la oportunidad de integrar un gran grupo de obras de la Batalla de Ideas, que fueron grandes en su construcción, entre las que se destacan obras educacionales y de la salud en Santo Domingo y Ranchuelo. Además, estuvimos presentes en la ejecución de varios edificios del Sistema Gran Panel IV-M. En ambos municipios construimos dos parques solares fotovoltaicos, considerados de los mejores del país. «Desgraciadamente, hoy tenemos pocas obras, producto de las desgracias provocadas por el bloqueo norteamericano y la pandemia de la COVID-19. Atravesamos por la limitación de diversos recursos materiales, como el acero de refuerzo, por lo que muchas viviendas iniciadas el año anterior se mantienen paralizadas. Sin embargo, tenemos buenas perspectivas con la ampliación de la Ronera Central ».
Se dice que la arquitectura es oficio de soñadores. ¿Mito o realidad?
Un arquitecto es un creador, según las posibilidades. Tiene sueños que quiere convertir en realidad, y se guía por una tarea técnica que se le asigna. Debe usar la imaginación en gran medida, para después comenzar su tarea de diseño. Luego, tiene que ser guardián de ese proyecto, y muchas veces se ve obligado a hacer cambios, porque cuando no falta una cosa falta la otra, y ya su sueño se va desvaneciendo, se va modificando. Como estudiantes, todos soñábamos con grandes obras, y nos imaginábamos materiales y formas novedosas, proyectábamos con libertad; aunque era solo una tarea docente, que no se ejecutaba. En la realidad todo es muy diferente. Sí, el arquitecto aparte de creador es también un soñador.
¿Qué aconseja a esos jóvenes que cada año aspiran a ingresar a la Facultad de Construcciones de la Universidad? ¿De qué virtudes debe nutrirse un arquitecto?
A las nuevas generaciones les digo que si tienen vocación, estudien, el país lo necesita. La arquitectura es el arte de proyectar, y no solo eso. En grandes obras pueden desempeñarse como arquitecto constructor a pie de obra, guiando el proyecto para que se ejecute como lo diseñó el proyectista. También, pueden desarrollarse como contratista o inversionista, y controlar la ejecución, la documentación y el presupuesto.
«Un arquitecto debe ser cuidadoso, organizado, estudioso. Cada día surgen nuevos materiales, nuevos sistemas constructivos. Debe ser un gran centinela del proyecto, y siempre tener presente que el dueño del proyecto es quien modifica y cambia ».