Ariel Mallea: médico primero, internacionalista después

Entrevista a Abraham Ariel Mallea Cordero, médico internacionalista, doctor del policlí­nico Mario Muñoz Monroy, del poblado La Esperanza, en el municipio Ranchuelo. 

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Yandry Machado Mederos, estudiante de Periodismo
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20 Julio 2022

En mayo de 1963 tuvo lugar la primera misión internacionalista cubana. Por iniciativa del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, 29 profesionales de la salud partieron de forma voluntaria a Argelia para paliar el éxodo de médicos que se producí­a en ese paí­s. Dos años después, los colaboradores volví­an satisfechos a su tierra.

Desde entonces, la Mayor de las Antillas comenzó a sembrar amor por los cuatro puntos cardinales del planeta a través de sus galenos. La brújula humana apuntaba con precisión hacia los más recónditos lugares, especialmente hacia ífrica y América Latina, las regiones más necesitadas de asistencia sanitaria.

Modestia y sencillez también son cualidades de Ariel Mallea. (Foto: Yandry Machado Mederos)

De amor y de mucho altruismo conoce Abraham Ariel Mallea Cordero, doctor del policlí­nico Mario Muñoz Monroy, del poblado La Esperanza, en el municipio Ranchuelo. Lo sabe porque 27 años lo separan de aquel dí­a en que le entregaron el tí­tulo de Especialista en Medicina General Integral y porque lleva adheridas a su memoria cuatro misiones internacionalistas.

Sobre sus experiencias en Guatemala, Chile, Venezuela y Brasil nos comenta el doctor Mallea.

- ¿En qué paí­s se sintió más a gusto?

En Guatemala, porque fue mi primera misión. Lo pasé bien a pesar de estar en las montañas, bastante alejado de la ciudad. Me sentí­a muy útil; mi trabajo repercutí­a en varios asuntos porque éramos dos médicos para 32 000 pacientes.

«Atendí­amos comunidades indias, y la labor diaria era muy movida, í­bamos un dí­a a cada aldea. Nosotros trabajábamos para una ONG y a los dos cubanos nos tocó atender a toda esa población. Esta misión fue a raí­z del paso del huracán Mitch por Centroamérica y el comienzo del Plan Integral de Salud ».

- ¿Qué le han aportado las misiones internacionalistas?

Mucha experiencia. Ha sido una prueba constante como médico. Fue difí­cil, tuvimos que lidiar con enfermedades que en Cuba ya se habí­an erradicado. Yo era más joven, tení­a 24 años durante mi primera misión. Nos enfrentamos a accidentes, epidemias y múltiples enfermedades; pero fue la forma de reafirmar lo que habí­amos aprendido.

-Misiones internacionalistas ¿motivaciones económicas o profesionales?

Para nadie resulta un secreto que una misión constituye una ayuda económica para tu estatus y el de tu familia; pero uno también posee el deseo de conocer algo nuevo y de probarse como médico.

«Lo que más te motiva es el desempeño como profesional. Allí­ eres tú solo, no tienes a quién llamar. A lo primero que nos enfrentamos nosotros fue a un parto en el que el niño vení­a de pie. En Cuba, esos partos los hace el especialista, allá lo tuvimos que hacer nosotros porque no habí­a nadie más. Fue difí­cil, pero lo logramos ».

- ¿Existe algún inconveniente que deba ser cambiado para beneficio de los colaboradores?

Muchos, principalmente la confianza. Hay que confiar en los colaboradores, en el hombre. Existen todaví­a costumbres que dificultan el trabajo. Además, los jefes a veces controlan más de lo que tienen que controlar y a lo importante no le prestan atención. Yo fui colaborador por casi 10 años y nunca hice nada que no debiera. Menos control y más confianza.

- ¿El método de ejercer la Medicina en Cuba se parece al de los paí­ses que visitó?

Es totalmente diferente, sobre todo en la forma de tratar al paciente. En Cuba los tratamos como iguales. En esos paí­ses ven al médico de otra forma. Después se acostumbran y se dan cuenta de que no estamos por encima de ellos.

«En ocasiones, es el mismo sistema capitalista el que separa al médico del ser humano. La sistematicidad y el seguimiento que existen en Cuba no lo vi en ninguno de esos lugares. Allá el método se basa en resolver en consulta y nada más ».

Alguna historia que lo haya marcado…

Recuerdo una aldea que quedaba a ocho kilómetros del pueblo. Solo nos daba tiempo ir una vez al mes y tení­amos que trasmitir la información a la ONG para la que trabajábamos. Cada vez que iba a la aldea los niños se escondí­an sin causa aparente. Con el tiempo descubrí­ que me tení­an miedo porque yo soy muy grande y hablo muy alto. Mis compañeros de trabajo me decí­an Gulliver en el paí­s de los enanos. Ellos pensaban que yo los estaba regañando. Sin embargo, después de conocerme, si yo me enfermaba y poní­an a otro médico, ellos no se atendí­an.

«Recuerdo también una ocasión en que un médico guatemalteco que era polí­tico nos fue a buscar porque tení­a una embarazada con falta de aire. Era una joven de 18 años con una insuficiencia cardiaca crónica. Nosotros la estudiamos y supimos identificar el padecimiento. Estábamos recién graduados de la especialidad, pero lo supimos hacer bien. Esta experiencia fue nueva, incluso para los médicos de ese paí­s porque no acostumbran brindar atención a pacientes de comunidades pobres, donde las enfermedades son más agudas ».

(Foto: Tomada del perfil de Facebook del entrevistado)

¿Cuál es el principal reto de la Medicina cubana en los momentos actuales?

Hay mucha escasez de recursos y, a veces, provoca que los médicos caigan en la indolencia. Yo, por lo menos, no puedo acostumbrarme a que no haya porque no fue lo que yo estudié. Por eso es que gran parte de mi generación se siente frustrada.

«Yo estudié en pleno Perí­odo Especial. Pasé un año de Servicio Militar y comencé la carrera en el año 88. Para estudiar nos colábamos en los hospitales que tení­an planta. Los custodios nos sacaban. La comida no era buena. Pasamos mucho trabajo. Pero tení­amos un fin: nos interesaba la Medicina. Lo que pasa ahora es que muchos se están graduando, viendo la escasez como algo normal y sin querer caen en la indolencia. El médico que no siente por los pacientes tiene que dejar la profesión ».

Su mensaje para los que optan por la Medicina...

Primero, que les guste. Mis padres me pelearon cuando les dije que, entre tantas carreras, habí­a elegido la de Medicina. Cuando yo estudié, las misiones prácticamente no existí­an.

«Poco a poco el gusto por la Medicina se convirtió en el gusto por la oportunidad de una misión, pero sin perder el amor por la profesión. A los que optan por esta carrera les recomiendo que se preparen, que estudien mucho. En este campo hay muchas cosas que no todo el mundo está dispuesto a ver y a hacer ».

Con casi 10 años de experiencia en misiones internacionalistas, uno de ellos en el Contingente Henry Reeve, el médico Abraham Ariel Mallea Cordero lamenta su padecimiento de diabetes que, entre otras prohibiciones, le impidió enfrentar la Covid-19 en Cuba y en otras partes del mundo.

 

 

 

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