Aunque actualmente solo se edita el suplemento humorístico Melaíto, resulta imposible pensar en seis décadas de historia de Vanguardia sin mencionar todas las publicaciones que construyeron con historias de vida un patrimonio documental.
Victoria Beatriz Fernández Herrera y Mónica Sardiña Molina
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08 Agosto 2022
08 Agosto 2022
hace 2 años
El bautizo de tinta ocurrido el 9 de agosto de 1962, no solo regalaba un nuevo periódico a la provincia de Las Villas. Marcó el nacimiento de una editora que no tardaría en dar a luz, mimar y hacer crecer a varios hijos.
El más dulce y juguetón nació el 20 de diciembre de 1968 y responde al nombre de Melaíto, pues fue concebido en medio del entusiasmo de la Zafra de los Diez Millones. Empuñada por Pedro Méndez, Roland, Panchito, Celia, Linares y Martirena, la mocha trascendió cañaverales e ingenios para chapear bajito el humor costumbrista, sin temor a la crítica hecha con respeto.
Aún después de la división político-administrativa de 1976, la tirada semanal de ocho páginas llegaba a las provincias de Cienfuegos y Sancti Spíritus, y en la década de los 80 se vendió también en La Habana. Según recuerdan Adalberto Linares y Alfredo Martirena, sobre el prestigio internacional del suplemento, influyeron notablemente las familias que lo enviaban ejemplares a los cubanos que cumplían misión internacionalista en ífrica. Incluso, en una ocasión llegó un sobre con el único pedacito de papel sobreviviente de un número que pasó, de mano en mano, entre los combatientes de una unidad.
De los altibajos tecnológicos no se han salvado estas páginas. La rudimentaria técnica editorial ponía a prueba cada semana la paciencia de la diseñadora Celia Farfán. El inevitable receso de la impresión durante el período especial obligó a realizar exposiciones mensuales en vidrieras. La migración a la tecnología offset facilitó los detalles del dibujo, el uso de fotografías y el collage cuando comenzó la recuperación paulatina, y otra crisis de la poligrafía obliga ahora a volcar todo el contenido en redes sociales y poner a disposición de los lectores un diseño de ocho páginas en PDF.
Otros rasgos distintivos de Melaíto resultan el Salón de Humorismo Gráfico, que abre sus puertas cada año desde el 2000, y los murales que exhiben, en distintos puntos de la ciudad de Santa Clara, las mejores obras de colegas invitados a mostrar su arte.
Aunque añoran la cercanía de un colectivo que se reunía cada jueves para compartir historias y tragos mientras elegían la ilustración que aparecía en portada, Martirena y Linares se enorgullecen de mantener viva la llama del humor apegado a la realidad de la gente que lo disfruta.
Como hijo adoptivo nació Huella, un suplemento cultural editado en Vanguardia, pero escrito por intelectuales villaclareños, con la cooperación de algunos periodistas. Cuentos cortos, poesía y crítica especializada sobre las distintas manifestaciones artísticas llevaron la excelencia y el reconocimiento del público a sus páginas. Marelys Concepción Díaz, directora de Vanguardia, aún lamenta la desaparición de este mensuario, que puso fin a la colaboración de prestigiosos escritores con la Editora.
El Santaclareño, suplemento mensual de cuatro páginas, resaltó la historia, las costumbres y la identidad de la urbe a partir de enero de 1995. A decir de Narciso Fernández Ramírez, periodista de Vanguardia y colaborador del mensuario, «la idea de un periódico encargado de reflejar la cotidianidad de la cabecera provincial partió del entonces primer secretario del Buró Provincial del PCC, Lázaro Expósito Canto ».
Ilustrar la ciudad de Santa Clara mediante textos constituía su objetivo fundamental. «El periodista Raúl Cabrera se encargó de la edición principal y la coordinación de los temas; para su conformación, se analizaban los asuntos más relevantes del mes », recuerda Narciso.
Los periodistas noveles graduados durante los primeros años de la carrera de Licenciatura en Periodismo en la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas encontraron en El Santaclareño su primera escuela. No obstante, profesionales de experiencia también escribían asiduamente.
El propio Raúl Cabrera creó Nuestras Calles, una sección de curiosidades sobre la historia de las vías de la ciudad. La Cara Fea, otro de los espacios más gustados del suplemento por su crítica certera, estuvo a cargo de Idalia Vázquez Zerquera, actual periodista de Vanguardia. Según relata Narciso, circuló varios años y abordó los más diversos temas sociales.
«Usted podía leer en estas páginas sobre la historia de la Ceibita y la entrada del Ejército Libertador en 1899, el valor patrimonial del teatro La Caridad o el relato del día de fundación de Santa Clara; pero también informaba sobre los sucesos socioeconómicos y políticos más trascendentales en el municipio cabecera.
Ricardo R. González, Luis Machado Ordetx y el propio Narciso Fernández Ramírez plasmaron sus ideas durante años en las páginas de El Santaclareño.
En diciembre de 1995, surgió el suplemento mensual Arimao. Dirigido a los lectores residentes en las montañas de Guamuhaya, en Manicaragua, la publicación reflejó el acontecer de los habitantes del Escambray villaclareño mediante fotografías y textos.
El Plan Turquino localizado en la zona de Manicaragua gozó de mejor representación periodística en comparación con otras regiones. Para mitigar el vacío informativo sobre el norte de la provincia, la editora Vanguardia fundó Bamburanao en 2008, un periódico exclusivo para los pobladores del área montañosa de los municipios de Remedios y Caibarién.
En agosto de 2008, ambos mensuarios se fundieron en un único suplemento denominado Manantial, como referencia a los flujos naturales de agua muy comunes en las montañas. Al incluir los intereses informativos de dos territorios totalmente diferentes, el contenido de sus páginas se dividió entre las montañas del Escambray y las lomas de Bamburanao.
Según rememora Liena María Nieves Portal, periodista y subdirectora de Vanguardia, un equipo de tres o cuatro reporteros, en dependencia del momento, viajaba todos los meses a alguno de estos sitios, de difícil acceso, para dialogar con sus pobladores y recopilar historias.
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«Una vez llegábamos, teníamos todo un día para conocer el lugar. Fuimos a Arroyo Bermejo, a Pico Blanco, a lo más intrincado de un cafetal, a General Carrillo, a La Herradura.
«Conocimos, por ejemplo, al médico habanero que, durante su período de servicio social en el pueblo ubicado en las cercanías del Hanabanilla, se enamoró y decidió quedarse a vivir a orillas del lago. Logramos palpar la vida, la intimidad, la cotidianidad de estos poblados ».
Con sumo cariño recuerda Marelys Concepción Díaz a este hijo de Vanguardia. Sin distinción entre experimentados y noveles, todos los periodistas se adentraron en el día a día del caficultor más apartado, el último rincón donde se aplicaba la ciencia, el doctor que llegaba a sus pacientes a lomo de mulo, los niños que iban todos los días a la escuela a través del lago Hanabanilla y el maestro que, para educar a uno o varios alumnos, caminaba varios kilómetros o atravesaba la gran masa de agua.
«Hasta los choferes disfrutaban estas experiencias bellísimas, a pesar de que muchas veces se rompió el jeep y en una ocasión hubo que halarlo con una yunta de bueyes, porque se atascó subiendo a Pico Blanco. Nos sobreponíamos al riesgo para cubrir ciclones, crecidas del Hanabanilla, inundaciones en Jibacoa y carreteras incomunicadas ».
Al explorar espacios diferentes al citadino, Manantial permitía escribir sobre historias interesantes de forma desenfadada y visibilizar, además de las necesidades de las comunidades, sus potencialidades no explotadas.
El más joven de los descendientes se llamó El Azucarero. Nació del interés del ex primer secretario del Partido en la provincia, Julio Lima Corzo, y las relaciones de trabajo con el grupo Azcuba. Tuvo como objeto principal enaltecer a los trabajadores del sector en momentos de dificultades para la zafra cubana. El interés inicial fue dedicar el contenido al aspecto puramente fabril y resaltar los datos estadísticos de la producción; sin embargo, para Liena María Nieves, «el acercamiento a nivel humano resultó mayor. Uno de los descubrimientos más importantes fue el papel de la mujer cubana en la industria, su sacrificio personal y sus esfuerzos físicos ».
A pesar de ser un tema poco atractivo para muchos reporteros, todos se sumaron a la aventura de atravesar cañaverales y entrevistar a los hombres dedicados al corte o a los operarios de combinadas, labores tan anónimas como imprescindibles.
No exentos de escaseces logísticas, todos estos suplementos variaron el formato y el número de páginas en distintos momentos, pero aportaron mucho desde el punto de vista editorial, a juicio de la directora de Vanguardia.
«La frecuencia mensual y el perfil flexible de las publicaciones daban espacio a la investigación periodística, la creatividad, y la diversidad de géneros y temáticas. El diario digital se nutrió de fotorreportajes, galerías de imágenes y textos de altísima calidad.
«Siempre trabajamos sobre el concepto de una redacción integrada, los mismos periodistas tributaban al periódico, los suplementos y la web. Un editor coordinaba los trabajos en cada uno, pero la planificación se hacía en conjunto. Los profesionales de diseño y corrección también se esmeraron mucho en la visualidad y la presentación de los materiales ».
Aunque actualmente solo se edita el suplemento humorístico, resulta imposible pensar en seis décadas de historia de Vanguardia sin mencionar todas las publicaciones que elevaron la preparación de sus profesionales, conquistaron a los públicos más diversos y construyeron con historias de vida un patrimonio documental.