La inmortalidad de los héroes

El 9 de octubre de 1967 fue asesinado el Che en Bolivia. Treinta años después, sus restos llegaron a Cuba, y desde el 17 de octubre de 1997 descansan en Santa Clara.

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Llegada de los restos del Che y los de seis de sus compañeros de lucha a la Biblioteca Provincial Martí, de Santa Clara.
Llegada de los restos del Che y de otros seis guerrilleros a la Biblioteca Provincial Martí, Santa Clara, la tarde-noche del 14 de octubre de 1997 (Foto: Archivo de Vanguardia)
Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
1250
08 Octubre 2022

«En estos momentos acaban de llegar aquí­, a la biblioteca Martí­, de Santa Clara, los restos del Che y sus compañeros de la guerrilla caí­dos en Bolivia ».

Eran las 7:15 p. m. del 14 de octubre de 1997, y la voz emocionada de la locutora Minoska Cadalso retumbaba en ese instante sagrado de la Patria. El Comandante Ernesto Guevara de la Serna se reencontraba con Santa Clara, la ciudad que habí­a ayudado a liberar en diciembre de 1958 y que, de nuevo, lo acogí­a en su paso hacia la inmortalidad.

Osarios con los restos del che y de los combatientes de la guerrilla en Bolivia.
(Foto: Archivo de Vanguardia)

Junto a los restos del Che, los de otros seis combatientes internacionalistas: los cubanos Alberto Fernández Montes de Oca, Carlos Coello, René Martí­nez Tamayo y Orlando Pantoja, así­ como el boliviano Simón Cuba y el peruano Juan Pablo Chang.

Habí­an transcurrido 11 horas y 53 minutos desde que a las 7:22 a. m. la emisora Radio Rebelde iniciara una trasmisión especial que describió, minuto a minuto, el traslado de los restos del Che y los demás guerrilleros desde La Habana hasta Santa Clara.

Caravana de armones que trasladaron de La Habana a Santa Clara los osarios con los restos del Che y los de seis compañeros de la guerrilla en Bolivia.
La caravana partió de La Habana rumbo a Santa Clara (Foto: Juvenal Balán/Periódio Granma)

La voz inconfundible de Gladys Goizueta, ya fallecida, y de la también locutora Betsy Acosta marcó el inicio de la histórica trasmisión, para la cual se habilitaron 33 lugares desde donde se emplazaron controles remotos, dos móviles, dos cabinas provinciales y la de Radio Habana Cuba, así­ como la cabina central de Radio Rebelde; en total, 39 puntos, incluidos reportes de periodistas que sobrevolaban el cortejo en un helicóptero, a cargo de Diego Méndez y Luis Izquierdo.

Los armones que  trasladaban  los restos del Guerrillero Heroico y los de sus seis compañeros de lucha partieron desde la base del monumento a José Martí­, en la Plaza de la Revolución. Durante los dí­as 11, 12 y 13 de octubre, el pueblo habanero, de manera solemne como lo habrí­a hecho el de toda Cuba, les habí­a rendido honores a los combatientes, quienes regresaban a la Patria tras permanecer 30 años enterrados en yacimientos ocultos en la pista de Valle Grande, en Bolivia.

Estaban en Cuba desde el 12 de julio de ese mismo año. La misión de búsqueda e identificación habí­a involucrado, durante meses, a un grupo de cientí­ficos cubanos que realizaron el hallazgo de los sitios de enterramiento y dieron a conocer la noticia ante el mundo.

Se cumplí­a lo prometido por Nicolás Guillén en su elegí­a «Che Comandante, amigo », en la cual afirmaba:  No por callado eres silencio, / y no porque te quemen, / porque te disimulen bajo tierra, / porque te escondan en cementerios, bosques, páramos, / van a impedir que te encontremos, /Che Comandante, amigo.

Y no faltó una flor

La noticia del traslado de los restos del Che a Santa Clara habí­a despertado una enorme expectativa en el pueblo. Toda Villa Clara se preparó para recibirlos. La emoción resultaba indescriptible.

El 14 de octubre de 1997, a ambos lados de la Carretera Central, desde la entrada a la provincia por Cascajal hasta la biblioteca Martí­, un mar de pueblo esperó el cortejo fúnebre. Se presenciaron las más diversas muestras de respeto y amor, flores, saludos postreros y adioses al héroe y sus acompañantes; hubo, sobre todo, muchas lágrimas.

Pueblo rinde tributo al paso de la caravana que trasladaba los restos del Che y los de seis de sus compañeros de la guerrilla en Bolivia.
Pueblo rinde tributo  a los héroes al paso de la caravana. (Foto: Archivo de Vanguardia)

Al llegar al parque Vidal, por la calle Marta Abreu, y hasta desembocar en «La Toscana », el silencio era sepulcral. Solo las emocionadas voces de Minoska, Normando Hernández y Marí­a Leisa Olivera se escuchaban ní­tidas. Ni el acostumbrado ruido de los revoltosos pajaritos de la plaza se oyó aquella tarde-noche, llena de atención y compromiso.

Las urnas de los siete guerrilleros fueron situadas en la Sala Caturla de la Biblioteca Provincial Martí­. La del Che ocupaba el lugar central y más prominente.

Esa noche, los familiares más í­ntimos estuvieron hasta bien entrada la madrugada alrededor de los restos de sus seres amados. Allí­ estaba, junto a ellos, Aleida March, la madre de cuatro de los hijos del Guerrillero de América: Aleidita, Celia, Camilo y Ernesto.

Familiares de René Martí­nez Tamayo, combatiente cubano caí­do en Bolivia.
Familiares del peruano Juan Pablo Chang (a la izquierda) y del cubano René Martí­nez Tamayo, combatiente cubano caí­do en Bolivia. (Fotos: Archivo de Vanguardia).
Familiares de René Martí­nez Tamayo, combatiente cubano caí­do en Bolivia.

También, los allegados a Alberto Fernández  (Pachungo), Carlos Coello  (Tuma), René Martí­nez Tamayo  (René), Orlando Pantoja  (Olo), Simón Cuba  (Willy)  y Juan Pablo Chang  (Chino).

Todos los familiares fueron atendidos en el entonces Salón Eco, desde donde se moví­an hasta la cercana Sala Caturla, en una organización exquisita y adecuada al momento que se viví­a: de emoción y también de dolor por la irreparable pérdida.

El 15 de octubre, en horas tempranas, inició el flujo del pueblo. Todos pasaban frente a los féretros luego de haber depositado una flor en la entrada de la biblioteca.

Larga fila de villaclareños para rendir tributo al Che en octubre de 1997.
Pueblo de Santa Clara en larga fila para rendir tributo al Che en octubre de 1997.
Comienzo y final de la larga fila que avanzaba en silencio durante todo el dí­a para  rendir tributo al Che y sus compañeros de lucha. (Fotos: Archivo de Vanguardia)

La fila era interminable. Comenzaba frente al restaurante La Toscana, en la esquina de la calle Máximo Gómez y Marta Abreu, y se extendí­a por esta última hasta la terminal de ómnibus intermunicipal, a más de un kilómetro de distancia.

Las fotos de la época dejaron para la posterioridad esos dí­as hasta el 16 de octubreen que todos los santaclareños y pobladores de los distintos municipios de Villa Clara vení­an a rendirle honores al legendario guerrillero cubano-argentino.

No pocos pasaron más de una vez, y nunca faltó en sus manos la flor en homenaje a los caí­dos.

Pueblo de Santa Clara coloca flores en homenaje al Che y sus compañeros, en octubre de 1997.
El pueblo de Santa Clara rinde homenaje al Guerrillero Heroico y deposita una flor en su honor en la entrada de la Biblioteca Martí­, en cuya Sala Caturla fueron velados los revolucionarios caí­dos en la gesta de Bolivia (Foto: Archivo de Vanguardia)

No hay balas contra el ejemplo

El 7 de octubre de 1967 el Che hizo su última anotación en su diario de campaña: «Se cumplieron los 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones, bucólicamente (…). Salimos los 17 con una luna muy pequeña y la marcha fue muy fatigosa y dejando mucho rastro por el cañón donde estábamos, que no tiene casas cerca, pero sí­ sembradí­os de papa regados por acequias del mismo arroyo ».

Al siguiente dí­a se produce la emboscada de Quebrada del Yuro y cae prisionero, al quedar herido en una pierna e inutilizarse su fusil.

De nada valieron los esfuerzos del boliviano Simón Cuba  (Willy)  para intentar sacarlo del cerco, ni su heroica actitud protegiendo a su comandante de la brutalidad de la soldadesca sedienta de sangre y de gloria mal habida.

Herido, fue vejado en la escuelita de La Higuera. Con valentí­a se enfrentó a sus captores, quienes, al asesinarlo a mansalva, el 9 de octubre, mataron al hombre, pero le dieron vida al sí­mbolo, al í­cono revolucionario más grande del siglo xx.

Su muerte fue un vil asesinato, ordenado desde Washington, y sin mediar juicio alguno. Le temí­an vivo, sin saber que les iba a causar mucho más pavor después de muerto.

Cincuenta años después, en pleno siglo  xxi, el Che sigue siendo ejemplo e inspiración de millones de hombres en todo el mundo. Su estatura se agiganta cada minuto que pasa.

Fidel Castro en la velada solemne en homenaje al Che, el 18 de octubre de 1967.
(Foto: Tomada del sitio  fidelcastro.cu)

En la velada solemne del 18 de octubre de 1967, que reunió a un millón de cubanos en la Plaza de la Revolución José Martí­ de La Habana, Fidel afirmó: «La muerte del Che es un golpe duro, es un golpe tremendo para el movimiento revolucionario, en cuanto le priva sin duda de ninguna clase de su jefe más experimentado y capaz.

«Pero se equivocan los que cantan victoria. Se equivocan los que creen que su muerte es la derrota de sus ideas, la derrota de sus tácticas, la derrota de sus concepciones guerrilleras, la derrota de sus tesis. Porque aquel hombre que cayó como hombre mortal, como hombre que se exponí­a muchas veces a las balas, como militar, como jefe, es mil veces más capaz que aquellos que con un golpe de suerte lo mataron.

«Nos dejó su pensamiento revolucionario, nos dejó sus virtudes revolucionarias, nos dejó su carácter, su voluntad, su tenacidad, su espí­ritu de trabajo. En una palabra, ¡nos dejó su ejemplo! ¡Y el ejemplo del Che debe ser un modelo para nuestro pueblo, el ejemplo del Che debe ser el modelo ideal para nuestro pueblo! ».

Para siempre el Che en Santa Clara  

A las 7:00 a. m. del 17 de octubre de 1997 se le rindió al Che su última guardia de honor en la Sala Caturla. La encabezaron el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, y el entonces primer secretario del Partido en Villa Clara, Miguel Dí­az-Canel Bermúdez, en la actualidad primer secretario del Comité Central del PCC y presidente de la República.

íšltima guardia de honor al Che, realizada por el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez y por MIguel Dí­az-Canel Bermúdez, entonces primer secretario del Partido en Villa Clara.
íšltima guardia de honor al Che, realizada por el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, el segundo de la Columna Invasora Ciro Redondo, y Miguel Dí­az-Canel Bermúdez, entonces primer secretario del Partido en Villa Clara. (Foto: Archivo de Vanguardia)

Minutos después, por la calle Tristá, repleta de pueblo, subí­an hacia la Plaza de la Revolución Ernesto Che Guevara los restos de los siete revolucionarios internacionalistas caí­dos en Bolivia.

Allí­, miles de santaclareños esperaban ansiosos. Todos sabí­an que Fidel estarí­a de nuevo entre nosotros. Pastor Felipe, con su enorme y bella voz, declamó vestido de verde olivo el poema «El Memorial », de Enrique Núñez Rodrí­guez.

Pueblo en la Plaza Ernesto Che Guevara durante la ceremonia de inhumación de sus restos y los de seis de sus compañeros de la guerrilla en Bolivia.
(Foto: Archivo de Vanguardia)

Minutos después, Silvio Rodrí­guez, el trovador de la Revolución, salió guitarra en mano y, sentado en solitario en la inmensa plazoleta, cantó  La era está pariendo un corazón, esa canción sí­mbolo que estrujó aún más los corazones de todos los presentes.

Ceremonia militar en el acto de inhumación de los restos del Che y los de seis de sus compañeros de la guerrilla en Bolivia.
Revista militar en honor a los combatientes de la epopeya de Bolivia (Foto: Archivo de Vanguardia)

Luego vino Fidel. Su rostro reflejaba la intensa emoción que viví­a. Era uno de esos instantes, como bien dijera, inolvidables, esos que solo ocurren una vez cada mucho tiempo, quizá, cada cientos de años.

No fue un discurso común. Resultó una pieza oratoria brillante, excepcional. Fidel nos hablaba del amigo, del compañero, del gigante moral que era el Che, de su ejemplo, de lo que representaba para las presentes y futuras generaciones.

Se refirió a él como un héroe vivo, un Quijote de la Revolución que regresaba a casa en momentos difí­ciles, para reforzar la causa del socialismo y de la Patria:

«No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos. Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles, que esta vez incluye no solo cubanos sino también latinoamericanos que llegan a luchar junto a nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de gloria. Veo además al Che como un gigante moral que crece cada dí­a, cuya imagen, cuya fuerza, cuya influencia se han multiplicado por toda la tierra ».

El cierre de su discurso sirve cada dí­a de inspiración, pues tiene la capacidad de transportarnos, 25 años después, a los tiempos heroicos y difí­ciles que hoy vivimos: « ¡Gracias, Che, por tu historia, tu vida y tu ejemplo! ¡Gracias por venir a reforzarnos en esta difí­cil lucha que estamos librando hoy para salvar las ideas por las cuales tanto luchaste, para salvar la Revolución, la Patria y las conquistas del socialismo, que es parte realizada de los grandes sueños que albergaste! ».

Colocación en los nichos de los restos del Che y los de seis de sus compañeros de la guerrilla en Bolivia.
Los osarios del Che y los demás guerrilleros llegan al Memorial, donde minutos después quedarí­an inmortalizados para la historia en sus respectivas tarjas. (Foto: Archivo de Vanguardia)
Fidel enciende la llama eterna el memorial donde fueron depositados los restos del Che y los de seis de sus compañeros de lucha.
Fidel enciende la llama eterna al Destacamento de Refuerzo que encabeza el comandante Ernesto Che Guevara. (Foto: Archivo de Vanguardia)
Memorial del Che en Santa Clara.
Memorial. (Foto: Tomada de Internet)

En nuestra Plaza, en el Memorial,  arde hermosa la llama eterna encendida por Fidel esa mañana, hace ya 25 años.

Su fuego inextinguible nos ilumina y nos hace creer, convencidos, en la inmortalidad de los héroes.

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