
De su villaclareño Santo Domingo natal lo recuerda casi todo. Tampoco escapa de las evocaciones el parque Rafael Casallas y su entorno, en Placetas, donde transcurrió una etapa de la vida profesional del Dr. José Andrés Ores Viego.

Un día de 1977 inició su residencia de la especialidad en el hospital José Luis Miranda, aunque tres años antes ya era interno para pasar el postgraduado en el hoy hospital general docente Daniel Codorniú Pruna, de la Villa de los Laureles, con la dualidad de ejercer como pediatra, y durante un tiempo asumió la dirección del centro asistencial.
Ya en Santa Clara, llegó una misión a tierras angolanas, y de regreso, culminó su especialidad en 1982. A partir de ese momento, la vida del Dr. Ores ha sido de continuo ejercicio y superación. Por ello fue a La Habana a pasar un curso de Nefrología Pediátrica. Logró su objetivo y a partir de entonces le acompañan ambas ramas en su profesión.
A su trabajo médico asistencial se sumó un diplomado en Terapia Intensiva. En este servicio permaneció 16 años realizando las guardias. Detalles que se agolpan, recuerdos bonitos y otros no tanto, propios de la sala a la que ingresan los pacientes graves.
«La recuperación de muchos casos nos dejan esas memorias felices, no así los que perdimos, a pesar de hacer todo lo posible por evitarlo. Esos criterios populares de que los médicos llegan a deshumanizarse son totalmente erróneos. Somos seres humanos y sentimos los desenlaces, golpean y dejan huellas».
—¿Guardias, remembranzas?
—Apenas con un médico; sin embargo, teníamos un personal de enfermería tan calificado que resultaba un apoyo inestimable, una verdadera retaguardia, capaz de desplegar cualquier tarea.
«No he podido olvidar muchos casos, pero queda el deber cumplido, la misión de que no faltó nada por hacer ante accidentes de tránsito muy traumáticos o de menores con afecciones terminales que no eran recuperables…»
La terrible epidemia del dengue hemorrágico en la década de los 80 vuelve a sacudir el alma y la sensibilidad, sin minimizar las complejidades ocasionadas con el alza de las enfermedades meningocócicas y sus incidencias continuadas durante 1979, 1980 y 1981.
El intelecto y la experiencia del Dr. José Ores van más allá de la asistencia. Junto a los también galenos José Ramón Ruiz Hernández y Jesús Sánchez Pérez formó parte de la trilogía de autores del libro Villa Clara en la Pediatría Cubana, un recuento histórico pormenorizado del desarrollo de la especialidad, en la que, sin dudas, el territorio despunta en el país.
A su currículo se adjunta el de haber sido presidente del capítulo de la Sociedad Cubana de Pediatría en el territorio, y en la actualidad se desempeña en el departamento de docencia de la institución pediátrica, «y colaboro con las tareas que exige el perfil», añade.
—Entre médico, pediatra, intensivista, docente, ¿con cuál se queda?
—Con todas, porque están el aprendizaje, las vivencias que nos permiten recapitular para mantener las neuronas activas y seguir apostando por la salud y el bienestar de la infancia.