El reconocido árbitro cubano junto al inolvidable comandante Camilo Cienfuegos. (Foto: Tomada de Internet)
Osvaldo Rojas Garay
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04 Diciembre 2017
04 Diciembre 2017
hace 6 años
En la pelota como en el resto de las disciplinas deportivas, por muy justos que sean en sus decisiones los árbitros no suelen ser figuras populares y pocas veces trascienden a su época. Se recuerda el hit de oro, el jonrón o la joya de pitcheo del abridor o relevista que definió un desafío, pero la excelente labor para el mejor desarrollo del partido de los hombres de negro en la mayoría de las ocasiones queda en el anonimato y solo resuena prácticamente cuando decreta una jugada polémica.
Por eso, la figura de Roberto Amado Maestri Menéndez constituye un caso singular en el mundo del arbitraje cubano. Este reglano nacido el 8 de diciembre de 1909 –algunas fuentes señalan 1908- y fallecido a causa de una crisis de asma el 25 de septiembre de 1963 resulta un paradigma para los encargados de impartir justicia en el deporte.
Exaltado al Salón de la Fama de nuestro béisbol en noviembre del 2014, Maestri sobresalió por su autoridad y honestidad a toda prueba. Para él, las cualidades que debía tener un ampaya eran: «Rectitud tanto dentro como fuera del terreno, llevar una vida ordenada, y, principalmente, un gran conocimiento del juego y de las reglas del béisbol, y la indispensable psicología con los atletas ».
Muchas son las anécdotas que se pueden narrar de este hombre que ligó su existencia a la pelota como receptor del equipo Cubanaleco, en 1928, y después concluyó su carrera como jugador activo y su empleo en la Compañía de Electricidad tras sumarse a la huelga convocada por el movimiento obrero y comunista en 1935.
Una de las tantas historias que revelan el carácter de Maestri ocurrió una tarde de 1947 en el Delta Park, de Ciudad de México, cuando durante un encuentro entre los Diablos Rojos y el Veracruz, expulsó del terreno al millonario Jorge Pasquel, presidente de la Liga Mexicana, porque acompañado de dos de sus ayudantes, bajó al diamante a protestarle una decisión.
Dicen que Maestri, con tono enérgico le advirtió: «Señor Pasquel, usted manda en las altas esferas de esta pelota, pero en el terreno la autoridad soy yo†y le señaló: «Ahora mismo, usted y quienes le acompañan vuelven a los palcos, o doy por terminado el desafío ».
Seis años antes, en 1941, durante la celebración en La Habana de una serie entre los Dodgers de Brooklyn y un conjunto cubano, el norteamericano Leo Durocher, muy conocido por sus aparatosos encaramientos con los umpires, se dirigió irrespetuosamente a Maestri y éste luego de escucharlo unos instantes le ripostó: «Usted es un profesional de la turbulencia, pero aquí no va a venir a desprestigiar a los árbitros cubanos, ¡márchese! ».
Más allá de su talla de árbitro, Amado Maestri demostró varias veces su dimensión como hombre. El domingo 26 de noviembre de 1952 en el Gran Stadium de La Habana hoy Latinoamericano en choque televisado entre los eternos rivales Habana y Almendares, evitó con su valiente actitud que la policía batistiana masacrara a un grupo de estudiantes universitarios liderados por José Antonio Echeverría, que se lanzó al terreno para convocar a un acto de condena al tirano Fulgencio Batista.
Hoy se cumplen 62 años de otra escena similar ocurrida el 4 de diciembre de 1955, cuando nuevamente una representación del estudiantado universitario irrumpió en el Coloso del Cerro para protestar contra los crímenes de la dictadura batistiana.
Varias fuentes recuerdan como Maestri enfrentó a los sicarios de la tiranía, impidiendo de esa manera una golpiza mayor a los jóvenes revolucionarios.
Incluso, se afirma en algunas fuentes que para hacer valer su mando con hechos y no únicamente con palabras, Amado pegó un potente derechazo al rostro de uno de los batistianos.
Tras el enero victorioso de 1959, el reglano solo pudo intervenir en la Primera Serie Nacional (1962), pues el asma nos lo llevó físicamente a los 53 años de edad, pero él continúa siendo referencia para todas las generaciones de ampayas de nuestro archipiélago.
Desde el 2001, comenzó precisamente aquí en Villa Clara la tradición de celebrar cada 4 de diciembre en el país, el Día del írbitro en reconocimiento a aquella digna postura asumida hace más de seis décadas por Roberto Amado Maestri Menéndez.