Adictos al balón

Las discusiones, polémicas y los debates balompédicos sobre el Mundial de Fútbol de Rusia 2018 están a la orden del dí­a en nuestras calles.

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Caricatura de Alfredo Martirena sobre pasión por el fútbol.
(Carictura: Alfredo Martirena)
Samuel Ernesto Viamontes (estudiante de Periodismo)
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05 Julio 2018

Rueda la redonda en Rusia y las olas de pasión que levanta el más universal llegan a todos los rincones del planeta y más allá; desde astronautas en órbita hasta cientí­ficos en la Antártida, todos parecen estar pendientes de lo que sucede en el Mundial.

La excepción no es nuestra isla tropical, a miles de kilómetros de Moscú, y aquí­ el caluroso verano se funde con el ardor futbolero que se vive por estos dí­as. Las discusiones, polémicas y los debates balompédicos están a la orden del dí­a en nuestras calles.

Algunos no tan amantes del deporte preguntan incluso qué provoca el surgimiento de tales emociones en los cubanos, obligados a pedirles «prestadas » sus selecciones a brasileños, argentinos, alemanes o españoles.

Lo cierto es que las pasiones despertadas por el fútbol no son endémicas de Cuba. Rusia 2018 está batiendo todos los récords de transmisiones televisivas, con emisiones que llegan a cerca de dos centenares de naciones.

Si la final de Brasil 2014 capturó a 695 millones de espectadores, y durante todo el torneo 3200 millones fueron testigos de al menos un minuto de juego, el evento actual parece encaminado a destrozar estas cifras.

Por si fuera poco, empiezan a difundirse historias sobre algunos aficionados, al parecer en competencia perpetua por ser el más apasionado seguidor de sus selecciones.

Ejemplos de estas pasiones desmedidas son los hinchas colombianos. Según una encuesta realizada en la nación cafetera, un 68 % de los fanáticos estarí­an dispuestos a dejar a su pareja por ir al Mundial y un 14 % renunciarí­a a su trabajo.

Si pensamos que las mujeres escapan de tales extremos, vale conocer que el 48 % de las colombianas se pintarí­a el pelo de azul y el 13 % llegarí­a a desnudarse con tal de ir a apoyar a su equipo.

Los argentinos no se quedan atrás. Lucas, un joven cordobés, fue en bicicleta de Madrid a Moscú, un trayecto de 12 000 km, para ver jugar a la albiceleste. Mientras otro aficionado, cuyo nombre no fue revelado, tatuó en su cuerpo los nombres de los 23 jugadores gauchos.

La explicación de esta pasión tan desbordada ha sido el tema de varios estudios cientí­ficos que tratan de comprender lo que para muchos es incomprensible: ¿por qué el fútbol es tan popular?

Algunos proclaman que el secreto está en la sencillez de su práctica y comprensión. Necesita pocos implementos y se puede jugar en cualquier lugar con el único requisito de un balón, o algo parecido.

Otros le otorgan el crédito a la existencia de una jugada culminante que funge como liberadora de tensiones, éxtasis máximo y meta absoluta: el gol. Aunque un papel nada desdeñable en la difusión del deporte también lo desempeña la maquinaria mediática y de marketing que acompaña al más universal.

Por último se menciona la importancia del sentido de identidad que genera en los aficionados, superior a la de otros deportes. El balompié llega a formar parte del propio estilo de vida de las personas.

Las razones pueden o no convencer, nadie parece tener la verdad acerca de la popularidad del fútbol. Tal vez la respuesta a la interrogante solo la tengan aquellos que por millones aprietan sus gargantas y corazones al grito de GOOOOOL.      

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