Como sucede en una típica película de terror, el Mundial Rusia 2018 se ha encargado de eliminar poco a poco a sus «protagonistas », selecciones en muchos casos favoritas. Bien lo podríamos calificar con una frase salida de una superproducción hollywoodense de horror: Aquí nadie está a salvo.
Alemania, Argentina y España se fueron antes de la fase donde los buenos cinéfilos dirían: la cosa se pone buena. Se marcharon sin cogerle nunca el pulso al Mundial. Ninguno desplegó el fútbol que poseen ni el que es necesario para trascender en eventos como este, dejando a sus aficiones con un sabor amargo en la boca, de esos que no se quitan hasta dentro de cuatro años.
A medida que avanzó la trama otros grandes quedaron en el camino. Brasil y Uruguay llegaron hasta cuartos de final y con ellos la aspiración de ver un equipo latinoamericano alzar la copa en Moscú. Para ser más exactos ninguno de este lado del mundo pudo alcanzar las semis, hecho que no ocurría desde el Mundial de Alemania 2006.
La canarinha lo intentó pero le faltó ese extra que define a los campeones, carecieron de la indefinible mezcla de suerte y actitud necesaria para llevarse los grandes títulos. A Uruguay si algo le sobró fue precisamente actitud pero su fútbol no pudo con la efectividad de los franceses.
Por mucho que se busquen razones para este fracaso la calidad de los conjuntos de nuestro continente está más que demostrada, solo que al parecer tendrán que esperar a Catar 2022 para conseguir su «final feliz ». Si tienen intenciones de hacerlo deberán madurar como equipos y saberse capaces de ganarle a cualquier selección europea.
El devenir de los del viejo continente ha transcurrido por otros cauces. Francia y Bélgica avanzaron creyéndose protagonistas de su propia historia y venciendo sus viejos demonios del pasado: la falta de fe. Por supuesto, no solo de fe se han nutrido para ganar, ambos cuentan con seleccionados de gran talento. Pero un gol francés marcó la diferencia entre ambos, y los galos discutirán el título de Rusia 2018.
Mientras Inglaterra, el eterno grande en horas bajas, ha seguido en pie como uno de esos personajes secundarios que se crecen ante las situaciones límites y sorprenden a todos. Antes del comienzo del torneo nadie hubiera fruncido el ceño si les decían que los ingleses no pasaban de la fase de grupos. Ahora los leones, beneficiados por el organigrama, se quedaron al borde de la segunda final de su historia, en un campeonato donde nadie apostaba por ellos.
Los croatas parecen empeñados en causarle algún que otro infarto masivo a sus aficionados. Dos tandas de penaltis consecutivas pueden provocar sobresaltos hasta en los más robustos corazones. Sus mediocampistas estrellas no habían sabido dirimir los partidos en 120 minutos y se habían impuesto en los disparos desde los 12 pasos para plantarse en semifinales. Pero frente a los ingleses sí aprovecharon el alargue, para acceder a su primera discusión de la Copa.
Si de nombres propios se trata las luces de los reflectores no han iluminado a nadie en especial. En mi opinión, Kylian Mbappé y Harry Kane tienen el mayor número de papeletas para caminar por la alfombra roja y recoger el Balón de Oro del certamen.
Ambos se apoyan en virtudes diferentes para optar por la distinción: el francés en su desequilibrio y el inglés en su olfato goleador. De todas formas que la balanza se incline para un lado, para otro o para ninguno de los dos, depende mucho de los que ha sucedido en los partidos determinantes.
Francia y Croacia han «sobrevivido » hasta el capítulo conclusivo, el sueño de bordar una estrella dorada en su camiseta los ha llevado hasta la final. Serán millones los que se reúnan frente a sus televisores, tal vez con palomitas incluidas, para ver coronarse al nuevo campeón del mundo y así presenciar el desenlace de esta película que nos tendrá a todos en suspense, hasta el próximo domingo.