Aunque «Habana » y «Almendares » se cansaron de ganar el campeonato en el béisbol profesional cubano de la primera mitad del siglo pasado, ninguna de sus formaciones alcanzó los elogios del club de Santa Clara de 1923-24, que, al decir de los especialistas, es el más poderoso equipo que se integró en nuestro país en aquellos tiempos.
Dirigidos por Agustín Tinti Molina, los Leopardos de Santa Clara lograron una impresionante victoria en su segunda presentación en la Liga Cubana de Béisbol, al extremo de sacarle 11 juegos y medio de ventaja al «Habana », ocupante de la segunda posición.
Los pilongos terminaron con 36 triunfos y 11 fracasos, mientras que los Leones del «Habana », comandados por Adolfo Luque, finalizaron con balance de 25 y 23, seguidos de «Almendares » (18-29) y «Marianao » (16-32).
Fue tal el empeño de los peloteros del «Santa Clara », que se decidió finalizar prematuramente el campeonato, pues tanto en la capital del país como en la Boulanger Park santaclareña, las gradas permanecían desiertas, porque los aficionados habían perdido el interés por ver los juegos, debido al paso arrollador de los Leopardos.
Para que se tenga una idea del poderío de este club, basta señalar que alcanzaron un average colectivo de 331, producto de 143 hits en 1644 turnos oficiales al rectángulo de bateo. De la alineación regular, solo el segunda base Frank Warfield no pudo promediar sobre 3000, pero se quedó a solo cuatro puntos de la privilegiada marca.
Un vistazo a la novela titular nos revela que los receptores Frank Duncan y Julio Rojo batearon para 330 y 320, respectivamente; los inicialistas Eddie Douglas y Oscar Johnson lo hicieron para 336 y 345; el torpedero Walter Moore, para 386, y el defensor de la esquina caliente, Oliver Marcells, fue el líder de bateo del torneo, con astronómica cifra de 393.
Lo más sobresaliente de aquel equipo era su cuerpo de jardineros, integrado por Alejandro (el Caballero) Oms (381), Oscar Charleston (375) y el caibarienense Pablo Champion Mesa (328), considerado el mejor trío de guardabosques en la historia de la Liga Cubana. Tal así es que lograron llenar de envidia al inmortal John McGraw, prestigioso mánager de los Gigantes de Nueva York, quien declaró «que eran los más completos outfilders que había visto, y su valor para cualquier team de Liga Grande era de UN MILLí“N DE PESOS », una cifra extraordinaria por aquel entonces.
Bill Holland, con sus 10 triunfos ante 2 reveses, resultó la figura cumbre en el pitcheo de aquel equipo, que tuvo en Rube Curie (8-2) y Dave Brown (7-3) a sus otros dos caballos de batalla. Serpentineros ilustres como Eustaquio Bombón Pedroso (0-0) y José de la Caridad Méndez (3-1), el famoso Diamante Negro, integraron el formidable staff de los campeonatos del 23-24.
Si son observadores, habrán notado la gran cantidad de jugadores foráneos que había en aquella nómina. Algo frecuente en esa época.
No sería este el único título que alcanzarían los Leopardos de Santa Clara. Volverían a triunfar en las temporadas 1935-36, 1937-38 y 1938-39, aunque la más resonante conquista fue la de 1923-24, con un extraordinario equipo donde brillaba con luz propia un excepcional trío de jardineros que, al decir de un cronista del periódico El Comercio, de Caibarién, llenó de envidia a John McGraw, mánager de los Gigantes de Nueva York.