Una vez finalizada la Copa del Mundo de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) en China, conviene saltarse los convencionalismos y desdeñar el comentario fácil sobre el fracaso que lo fue de la selección de Estados Unidos. Ya habrá tiempo de sobra para hablar sobre el equipo que terminó en el séptimo lugar: ahora es el turno de España. Un elenco que, con su segundo Mundial, acumula 11 medallas en 13 apariciones internacionales de primer nivel, incluyendo sus dos títulos del orbe, tres europeos y otro par de platas olímpicas.

Trece años después de coronarse en Japón 2006, «La Roja » cerró un torneo redondo para ellos con una victoria (75-95) sin demasiados contratiempos ante Argentina, la revelación de la Copa. Para sorpresa de todos, los sudamericanos alcanzaron la final sin un solo integrante de la NBA en su plantilla, en un torneo donde participaron, entre otros, el Jugador más Valioso y el Jugador Defensivo del año pasado en la mejor liga del mundo. Sin embargo, la experiencia y la solidez con que España se presentó en el torneo y especialmente en la final terminaron por borrar el sueño albiceleste.
El entrenador de los europeos, el italiano Sergio Scariolo, tuvo, entre tantos otros, dos grandes aciertos de cara a este torneo. Primero, ante la ausencia de los interiores Serge Ibaka, Nicola Mirotic y el mejor jugador de la historia del baloncesto español, Pau Gasol, llenó esos espacios con jugadores útiles para una defensa de ayuda. El físico y la experiencia en sistemas FIBA de hombres como Pierre Oriola y Pau Ribas fueron el complemento perfecto para los NBA españoles. Juntos conformaron una de las tres mejores defensas del campeonato.
En el partido final, no solamente redujeron al ala-pívot Luis Scola (1/10 en tiros de campo, 2 asistencias y 4 faltas personales) con Oriola como titular, sino que volvieron improductivo el ataque argentino en general, limitando su eficiencia ofensiva (puntos por cada 100 posesiones) casi a 10 unidades por debajo de su promedio.
El segundo mérito de Scariolo fue colocar las riendas del equipo, no en Marc Gasol, sino en el base Ricky Rubio. Luego de una agotadora campaña en la que terminó alzando el título de los Toronto Raptors en Estados Unidos, cargar de minutos y protagonismo a Gasol sería arriesgado. El italiano quien también forma parte del staff de los Raptors reconoció la situación y además detectó en otro de sus alumnos, Rubio, la necesidad de mayores responsabilidades.
No se equivocó: el mariscal de 28 años fue el Jugador más Valioso del Mundial, con 16.4 puntos, 4.6 rebotes, 6 asistencias y 1.5 robos por encuentro. Once años atrás en esta misma ciudad, un jovencísimo Ricky había presentado combate al «Dream Team » de Kobe Bryant y LeBron James por el título olímpico, pero no pudo alcanzar el éxito. Esta vez, al recibir los trofeos de campeón y mejor jugador, Rubio alzó su mano al mismo cielo de Shanghái, en recuerdo de su madre, fallecida tres años atrás debido al cáncer, un motor aún más íntimo que la confianza de Scariolo. Con un campeón así, ¿para qué hablar del séptimo lugar?