El diamante en bruto que encontró Natilla

A mediados de la década de los 60 en unas captaciones que se hicieron en el Escambray, Natilla Jiménez encontró a Antonio Muñoz.

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Antonio Muñoz, el gigante del Escambray
Antonio Muñoz, el mejor bateador zurdo que ha pasado por las series nacionales de béisbol. (Foto: Archivo del autor)
Osvaldo Rojas Garay
Osvaldo Rojas Garay
3021
28 Julio 2020

Cuando se habla de la búsqueda de talentos en el béisbol, casi siempre se pone de ejemplo el dí­a en que Pedro Natilla Jiménez encontró a Antonio Muñoz en el Escambray.

Hoy quiero recordarles lo que me contó  Cuso como le dicen los más allegados sobre este suceso para mi libro  El Gigante del  Escambray, que salió a la luz en el año 2015.

En diciembre de 1965, Muñoz integra el conjunto Azucareros que bajo la tutela de Jesús  Cojimba  González participa en el Campeonato Nacional de Segunda Categorí­a realizado en Ciego de ívila y Morón, en el cual intervinieron 12 equipos.

«Cuando mi mamá supo lo del viaje a esta ciudad me dijo: “Ir a Morón,  Cuso, eso es una locura, tú nunca has salido tan lejos” ».  

Finalmente Petrona accedió a que su hijo jugara en este certamen, en el cual se dieron a conocer, entre otros, Agustí­n Marquetti, el desaparecido Emilio Salgado, Lázaro Cordoví­ y Yoire Fombona. Los primeros tres debutaron ese año en la V Serie Nacional (1965-1966), al igual que Emilio López y Francisco Laví­n, compañeros de equipo de Muñoz.

Dos victorias e igual número de derrotas fue el saldo de Azucareros, que triunfó ante Pinar del Rí­o y Camagí¼ey, en tanto cedí­a frente a Vegueros y Habana.

Natilla Jiménez
Natilla Jiménez desde el primer momento quedó impresionado por las cualidades de El Gigante del Escambray. (Foto: Sitio del INDER)

Al año siguiente (1966)  al Inder de Condado llegaron noticias de un recorrido que estaban realizando, por la antigua provincia de Las Villas, Pedro  Natilla  Jiménez, Pedrito Pérez, Pablo Garcí­a, Lázaro Terry, Alberto ílvarez, Juan Suárez y otros compañeros, para captar talentos y abrir una Academia Provincial de Béisbol en Santa Clara.

Varios aspirantes de Condado, Palmarito, Caracusey y otras zonas responden a la convocatoria y se presentan en el estadio «Rolando Rodrí­guez », de Trinidad, donde se efectúan las pruebas correspondientes.

Allí­ la primera prueba que les hace Natilla es batear. El espigado joven hizo algunos swines   y el avezado entrenador le da una explicación técnica, le dijo que no virara la cara, que mirara bien la bola. Después lo puso en primera base a fildear y a hacer algunos lances de primera a tercera.

Luego le pitcheó Pablo Garcí­a, y  Natilla  se le acercó y le dijo: «Mira, muchacho, no batees más, te espero en Santa Clara ».              

Tan impresionado quedó  Natilla  Jiménez por las cualidades de aquel gigante zurdo que vio en las pruebas de captación en la entonces capital de la región Escambray, que al comentar el suceso afirmó: « ¡Qué poder, qué estampa de jugador! Si aprende y no se malogra, debe convertirse en el rey del bateo de nuestras series nacionales. No exagero compañeros. He descubierto a un diamante en bruto… ».

Transcurridas más de cinco décadas, el destacado entrenador Pedrito Pérez recuerda: «Desde el primer momento nos impresionaron su estatura y fortaleza y al verlo batear enseguida nos dimos cuenta del talento que tení­amos en nuestras manos para pulir ».

«En Santa Clara me hicieron otras pruebas. Ese dí­a trabajaron conmigo Jesús Oviedo y Edgar Domí­nguez, porque  Natilla  no se encontraba en ese momento. Esperé a que viniera y me dieron el ingreso para la Academia », me comentó Muñoz.

«Aquella captación de talentos fue una de las cosas más importantes que se hizo en la antigua provincia de Las Villas. De allí­ surgió un grupo de jugadores que elevaron la calidad del béisbol villareño y contribuyeron a que Azucareros ganara tres tí­tulos casi seguidos y a que en 1970 Las Villas conquistara la Serie Especial de los 10 Millones », me comentó Muñoz.

¿Cuáles fueron las primeras orientaciones que te dio  Natilla?, le pregunté a Cuso en una parte de mi libro.

Yo llegué a la Academia sin técnica alguna. Después que él terminaba las pruebas se quedaba en primera base hasta las doce y media o la una de la tarde, sin almorzar, entrenándome, enseñándome la técnica, cómo se jugaba la primera base, cómo se daban los pasos, cómo se realizaban los cambios de pie, cómo habí­a que estirarse y cuándo habí­a que bloquear la bola.

¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

Ya en los últimos dí­as de su vida, él quiso ver un juego de Las Villas en el «Latino » y después que nos saludó a todos me dijo: «Guajiro, qué vas a hacer hoy », y le contesté: «Nati, no te vayas que te voy a dedicar un jonrón »â€¦ y di jonrón.  

-Siempre has dicho que  Natilla  fue como un   padre para ti, ¿recuerdas alguna ocasión en que haya sido duro contigo?

Yo comencé aquí­ en el Sandino mis primeras series nacionales y habí­a una muchacha que se enamoró de mí­.  Natilla  tení­a la costumbre de sentarse en la oficina a recibir todas las llamadas; entonces un dí­a la muchacha llamó varias veces.

  «Empecé a bajar el rendimiento y él pensó que era debido a que yo estaba saliendo con la joven o estaba muy enamorado de ella. Reunió al equipo y me puso junto a mis compañeros de Azucareros y el castigo que me impuso fue hacer swines por todo el estadio y puso a Francisco Cantero a supervisarme. Me sentí­ disgustado con él, pero  comprendí­ que lo habí­a hecho para que yo anduviera por el camino correcto ».

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