No sé a ciencia cierta cuando empezó lo mío con el fútbol, más de una vez me han dicho que a los zulueteños esto nos viene de serie. Pero a Maradona lo conocí en las paredes de una barbería, en un afiche colgado y con una camiseta albiceleste. Y luego, mientras crecí y creí en su fútbol evocador de pasiones, lo volví a conocer en los rostros de los que rayan sus ojos cuando Argentina juega.
La vida lo juntó con Fidel y con Cuba, lo metió en mi historia de amor y aniquiló en una jugada todo cuanto pensé que conocía sobre el más universal de los deportes. Diego fue maravilla y de la misma forma que Fidel, Diego también hizo revolución. Y la coincidencia selló sus vidas un 25 de noviembre.
Tras su primera visita a Cuba en el año 1987 el argentino se llevó una gorra verde olivo firmada por Fidel, y en el 2000 se vistió de cubano y vivió y bebió de nuestra tierra.
Diego, con la izquierda, supo ser mejor hasta fuera del campo, dio su apoyo a Chávez y a Evo, confió a plenitud en el sistema de salud cubano, y cuando ningún otro centro quiso verlo morir, vino a salvarse a Cuba y vivió.
Quiero pensar que sé muy poco sobre Maradona, que no he visto todos sus goles y que por ahí hay otra canción no escrita por Sabina que lo define de una forma mejor:
Pelotero genial, hincha pelotas,
amigo de Fidel, hermano mío,
loco, enfermo, cabrón, líbero en zona.
Benditos sean los tacos de tus botas,
bendita tu receta contra el frío,
mano de dios, bendito Maradona.
Ahora que Diego ha muerto he visto a los azules degradados deslizándose en los rostros, abrazos y luces. He visto a los estadios casi llenos sin sus gentes porque cuando Diego murió el mundo entero escuchó la voz de Víctor Hugo narrando el gol del siglo: « ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme. Maradona, en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos. Barrilete cósmico. ¿De qué planeta viniste?, para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina ».
El Pibe del Napoli, tocado por Dios, el de los rizos y un 10 que no se debería volver a escribir, el que las echó hasta con la mano y le cayó a patadas al ego sobre un terreno de fútbol. El Pibe ha muerto antes del silbatazo final.