Anota una carrera para Azucareros. (Foto: Archivo del autor)
Osvaldo Rojas Garay
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17 Enero 2021
17 Enero 2021
hace 3 años
El 17 de enero parece ser una fecha signada para los grandes deportistas. Ese día nacieron: el mítico boxeador norteamericano Cassius Clay (Mohamed Alí); la ex reina mundial de ajedrez Maya Chiburdanidze (Georgia) y el desaparecido jardinero central capitalino Antonio í‘ico Jiménez.
También un 17 de enero de 1949, en Algaba, pequeño lugar enclavado en Condado -poblado perteneciente en la actualidad al municipio espirituano de Trinidad-, al Escambray le nació hace 72 años un gigante: Antonio Nicolás Muñoz Hernández.
Mucho tuvieron que esperar Petrona Plutarca Hernández Rivero y Víctor Muñoz Fernández por la llegada del hijo varón. En el intento vieron la luz cuatro hembras: María (1933-1996), Marta (1938-2008), Eva (1941) y Deborah (1945), hasta que al fin apareció ¡un niño!
«Pónganle Antonio Nicolás y Dios lo bendigará », insistió el tío paternal Antonio a la mamá del recién nacido. Así llegó a este mundo Cuso –como le llamaba desde pequeño su tía Sara-, el diamante en bruto que en la década de los 60 Pedro Natilla Jiménez descubrió para entregarlo al béisbol y convertirlo en el Gigante del Escambray, el bateador más temido en su época de esplendor en la pelota revolucionaria; el que abrió los clubes de mil anotadas, mil impulsadas e igual cantidad de boletos; el primero que disparó 200 y 300 batazos de vuelta completa e idéntica cantidad de biangulares.
Mi ídolo
Desde pequeño siempre quise parecerme a él como pelotero. Allá en Báez, cada vez que organizábamos un «pitén » siempre buscaba la manera de que me ubicaran en primera base y me autodenominaba Antonio Muñoz.
Crecí y no llegué a ser pelotero, pero me dediqué a guardar cuanto dato sobre jugadores de béisbol llegaban a mis manos, en particular de mi ídolo.
Abracé el periodismo y así tuve la oportunidad de conocerlo bien, sobre todo después de haber viajado desde mi pueblo natal hasta Cienfuegos para entrevistarlo en aquellos días amargos en que lo excluyeron de la preselección nacional con vista a los Juegos Panamericanos de Indianápolis, 1987.
A partir de entonces tuve la posibilidad de haber estado cerca de él en la mayoría de sus momentos importantes e incluso tuve el privilegio de invitarlo a Báez, dos días después de participar en su último juego en series nacionales, el 7 de febrero de 1991.
Tuve el honor también de estar en sus despedidas en Cienfuegos, Villa Clara, la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, Suazo, Rebacadero y en la mismísima finca Algaba, donde dio sus primeros pasos.
En las conversaciones me asombraba cada vez más de cómo este hombre sin haber transitado por la pirámide de alto rendimiento, formándose prácticamente dentro de las mismas series nacionales llegó a convertirse en el bateador más temido del béisbol criollo, capaz de sumar 71 lideratos en nuestros certámenes beisboleros.
Pocos jugadores han creado un estilo propio de pararse a batear en «jon ». Muñoz sentó cátedra en esto por su forma de tirarle a la pelota, su manera de aprobar con la cabeza si el lanzamiento era bola o strike. Se subía un poquito la manga de la camisa, sacaba un pañuelo y se lo pasaba por la cara.
Más de 30 años vinculado al Gigante me han permitido constatar a un hombre fuera de serie en el béisbol y como ser humano. No por gusto, Juana Marín, una señora del Condado le dijo: «Cuando te retires se acabó la pelota para mí, porque tú eres el único pelotero que yo deseaba verlo batear y jugar ».
Gracias a su calidad recorrió el mundo, pero nunca dejó de ser el guajiro humilde del Escambray, el mismo que venía a Algaba y se ponía a jugar con los muchachos, el que vi un día en Suazo dedicarle una parte de su tiempo a un niño con discapacidad mental, el que lloró de emoción en Báez cuando le pusieron una reconstrucción de su jonrón en Japón, el que no se marchó de Báez sin visitar la casa de una ancianita que lo quería conocer.
Antonio Muñoz sigue prendido en el corazón de los cubanos lo demuestran los gestos de solidaridad que recibió durante el mes y seis días que estuvo hospitalizado en Cienfuegos, en noviembre-diciembre de 2012.
Varios periódicos del mundo se hicieron eco de la salud del más grande bateador zurdo que ha desfilado por series nacionales. Jugadores de varias provincias visitaron a Muñoz. Otros llamaron telefónicamente para brindarle su apoyo al mejor primera base de las series nacionales.
Cuando se habla de Antonio Nicolás Muñoz Hernández, pinareños, capitalinos, cienfuegueros, espirituanos, villaclareños y orientales se quitan el sombrero antes este gigantón como persona y pelotero, el que con su retiro del béisbol activo en 1991, puso fin a la época romántica de nuestro béisbol.