Hubo un tiempo en que los equipos de Villa Clara y Matanzas protagonizaban una gran rivalidad en la Liga Superior de Baloncesto (LSB). Esos días han vuelto. Los matanceros, cuartos clasificados, serán los rivales de los Lobos de Villa Clara en las semifinales de la LSB. El equipo de Carlos Valle, máximo aspirante al título, se encuentra con los alumnos de Allens Jemmott, equipo revelación del torneo. Aquí algunas claves de la serie.
Los equipos
«La Máquina » Jemmott configuró este año un equipo capaz, con una gran forma física que ahoga a sus rivales a través de la defensa a presión y de esa forma logró grandes victorias. Una de ellas borró el invicto de los Lobos al final de la segunda fase.

Existe cierta paridad en esta serie. Son los dos equipos con mayor efectividad en tiros de campo en la LSB (VC: 50% y MTZ: 45%), de acuerdo con las estadísticas del sitio www.inder.cu. Ambos equipos se anotaron 82 puntos como promedio en los tres encuentros de la Liga y Matanzas dominó en los rebotes a Villa Clara con una media de 30.4 capturas por partido frente a 23.3 de los alumnos de Carlos Valle. La efectividad en los tiros de campo favorece a los nuestros: 53.4% frente a 47% de los yumurinos.
Ellos ganaron los cinco primeros partidos en la última fase, para asegurar su boleto al play off, pero vienen de perder los dos últimos, incluyendo uno frente a Villa Clara. A la ofensiva, confían en las destrezas de Yuniskey Molina y Lázaro Sánchez. Promedian, en ese orden, 18 y 18.7 puntos frente a Villa Clara, números altos para el torneo cubano. Aún así, la defensa de los Lobos ha demostrado poder manejar a Matanzas como equipo, resistiendo los ataques de Molina y Sánchez.
Sin embargo, a este par de anotadores acaban de sumar un hombre que podría causar verdaderos problemas a los Lobos: William Granda.
Los refuerzos

A nuestros refuerzos, ya los conocemos. Del otro lado, William Granda y Yusset Tito fueron los escogidos para mejorar al cuarto lugar. Tito es el quinto mejor reboteador del torneo, uno de 7 atletas que bajaron más de 100 balones en total. Sin embargo, no es un hombre a tener en cuenta para Yoel Cubilla, sino para la banca. Promedia 5.8 anotaciones y 6.2 rebotes por partido. Se trata de un jugador de rotación que aporta músculo a la ya rocosa defensa de Matanzas. Quizás Jemmott decida alinearlo como titular y utilice de sexto hombre a un jugador más ofensivo de los suyos. Carlos Valle y su asistente Reinaldo Miranda no deberían preocuparse mucho por Tito.
No tanto así con William Granda. Si se miran los números, el escolta avileño no parece gran cosa: este año frente a Villa Clara promedia 17 puntos, 0.6 rebotes, 1.3 asistencias y 2 robos por partido, números similares a los de los matanceros Molina y Sánchez. Pero viendo más de cerca, aparece su segundo partido frente a los Lobos, donde anotó 31 puntos (4 de 5 en triples) con 2 rebotes, 2 asistencias y 5 robos de balón. Ese es Granda.
Un jugador de equipo nacional que vivió una evolución después de sus incursiones en el Cono Sur. Regresó como un atacante más versátil y un defensor más astuto. Su experiencia y talento lo convierten en el hombre llamado a emparejarse con Andy Boffil, su amigo y ex compañero en Ciego de ívila y el equipo Cuba. Conoce a los Lobos y conoce la Sala Amistad. Su rendimiento es una de las claves en esta serie.
Trío de ases
Villa Clara cuenta con los líderes de tres departamentos individuales y el segundo mejor en promedio de anotación: Yoel Cubilla, Raúl Abreu y Andy Boffil. El primero se ha consolidado como un pívot dominante, seguro compañero de Jasiel Rivero entre los titulares del equipo Cuba. Domina los rebotes (9 por partido) y los tapones (2) en toda la Liga.
Si el liderato de Cubilla no sorprende a nadie, unos cuantos se llevarán las manos a la cabeza al conocer que Raúl Abreu fue el de mejor promedio de asistencias con 3.7 por partido (empatado con Yosiel Monterrey). De Abreu conocíamos sus espectaculares donqueos y su explosividad en el contraataque. Ahora, inmerso en la poderosa ofensiva de los Lobos, explota su físico, atrae la doble marca y asiste al compañero abierto. Sigue sumando razones para su inclusión en la pre selección nacional.



El capitán Andy Boffil completa el trío de lujo. El propio Andy reconoce una evolución en su juego y es ahora un atleta más completo. Anota como de costumbre (24.3 puntos por partido) pero este año acompañó los encestes con 2.1 asistencias por partido (décimo en la Liga) y 4.2 robos por encuentro (séptimo en general). Se notan en Boffil las ansias de un título esquivo para él en su provincia. El entrenador Reinaldo Miranda asegura que gran parte de los resultados de estos Lobos recae en el trabajo de Andy como líder en las prácticas, en el hotel y en los partidos. Es, sin dudas, el alpha de esta manada.
Romero: el valor oculto
A principios de esta temporada el base titular de los Lobos, Didiel González, sufrió una lesión de rodillas que lo apartó por todo el año. El peso de la posición recayó en Jorge Romero (24 años) quien fuera el recambio de González al año pasado. Desde entonces, Romero emprendió un viaje hacia la titularidad que ha desembocado en una consolidación de sus virtudes como jugador.
Jorge encarna los preceptos de la escuela villaclareña de bases, un linaje ilustre que incluye a Leonardo «Maravilla » Pérez y Liván Rodríguez. Domina ambas manos a placer y su drible endemoniado le permite llegar a donde quiere a través de las defensas. Aun así, sus entrenadores le señalan la falta de confianza en su talento y la enorme responsabilidad que requiere regular el juego del mejor equipo de Cuba. No se equivocan: frente a Matanzas, Jorge podría ser clave para los Lobos.
En los tres partidos frente a los yumurinos Romero promedia 11.7 puntos, 2 asistencias y 2.3 robos de balón. En todos, demostró excelente tino en la toma de decisiones y esto lo refleja el excelente porcentaje de tiros de campo (48.3%) y el haber cometido ¡una sola pérdida de balón! Si este tímido joven es capaz de emular estos resultados, lo más probable es que Villa Clara acabe disputando la final de la Liga Superior, luego de más de quince años de espera.