Lázaro merece un lugar entre los inmortales

Inconcebiblemente, Lázaro Pérez, figura emblemática de los villaclareños que integraron el equipo Azucareros no aparece en una gigantografí­a en el «Sandino».

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Osvaldo Rojas Garay
Osvaldo Rojas Garay
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07 Abril 2017
Lázaro Pérez, su figura no ha sido exaltada en una gigantofrafí­a en el estadio Sandino. (Foto: Tomada de Internet).

El tema tuve la intención de abordarlo el pasado 17 de diciembre al cumplirse el aniversario 80   de su natalicio, pero coincidió con la entrevista que le hicimos a Ariel Borrero Alfonso a propósito de su retiro del béisbol activo.

Retomo la idea tras conmemorarse este viernes 7 de abril, 12 años de su deceso y 45 el próximo domingo del tercer y último tí­tulo conquistado por los aguerridos Azucareros en un decisivo encuentro frente a Mineros, en el que recibiendo los enví­os del espirituano José Antonio Huelga Ordaz, le correspondió realizar el último out, un fly de Agustí­n Arias a sus manos.

Nos parece inconcebible que la figura del caibarienense Lázaro Pérez Agramonte, el mejor receptor cubano de los 15 años iniciales del béisbol revolucionario, no haya ha sido exaltada en una de las gigantografí­as que se han levantado en el estadio Sandino en reconocimiento a los grandes peloteros villaclareños.

Hace poco más de cinco años   me pidieron una lista de los posibles candidatos a ser inmortalizados en el cuartel general de los anaranjados y cuando vieron su nombre entre las proposiciones me explicaron que Lázaro no entraba en esa selección porque no se tomaban en cuenta los casos de jugadores fallecidos, algo increí­ble, como si todos algún dí­a no fuéramos a ser ví­ctima de ese accidente irremediable de la vida que es la muerte.

Hice una pesquisa para comprobar lo ocurrido en otros territorios. En el «Mártires de Barbados », de Granma, por supuesto que no falta Manuel Alarcón Reina, el Cobrero y en Sancti Spí­ritus hay un lugar para José Antonio Huelga Ordaz, el Héroe de Cartagena y Eulogio Owen Blandino, el Gallo de Cabaiguán.

Me parece contradictorio que por estos dí­as, cuando se le ha querido etiquetar al «Villa Clara » el nombre de Azucareros, se ignore a Lázaro Pérez, quien en mi opinión constituye junto a su coterráneo Silvio Montejo Boffill, el binomio más emblemático entre todos los jugadores   de nuestra provincia que lucieron el traje de los carmelitas. Aclaro que nos referimos a peloteros de nuestra provincia y no a los nativos de Sancti Spí­ritus y Cienfuegos, que aportaron hombres como Antonio Muñoz, José Antonio Huelga, Rolando Mací­as, Pedro José Rodrí­guez, Aquino Abreu, Modesto verdura, Owen Blandino, por citar algunos.

Por otro lado, Lázaro y Antonio Nicolás Muñoz Hernández, el Gigante del Escambray son los peloteros que más veces vistieron el uniforme de Azucareros con diez y fue el receptor regular en las tres coronas nacionales conseguidas por el   conjunto que representaba a la antigua Las Villas.

Hay más, se trata del único pelotero del paí­s que se ha proclamado en siete oportunidades campeón nacional –sin contar selectivas, Súper Ligas y Copas Revolución-, tres con Industriales, similar cantidad con Azucareros y una con Occidentales, equipo que en 1962 ganó la serie fundacional, lo cual permitió que el estelar enmascarado de la Villa Blanca se convirtiera en el primer villaclareño en disfrutar   la conquista del banderí­n.

Asimismo fue el primero que disparó un jonrón como emergente, el último de los pioneros de la primera serie nacional de este territorio que se retiró y el penúltimo de toda Cuba, solo superado en este sentido por su gran amigo, el también difunto Owen Blandino.

Internacionalmente es el único exponente del deporte de las bolas y los strikes villaclareño con medallas de oro en seis campeonatos mundiales, mientras que en Juegos Panamericanos obtuvo tres metales áureos y uno de plata e integró el elenco cubano que se impuso en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1970 y 1974.

En dos ocasiones resultó segundo en la relación de los mejores bateadores en justas del orbe, en 1969, detrás de Blandino y en 1971, escoltó a Rodolfo Puente, en un año en que lo eligieron entre los diez atletas más destacados del archipiélago cubano.

Como director condujo al equipo Las Villas a la segunda posición en la selectiva de 1981, aunque en la campaña de 1981-1982 las cosas no le fueron bien con el «Villa Clara ».

Colocar su gigantofrafí­a en el estadio Sandino es saldar una deuda de gratitud con este maestro de la receptorí­a, con más razón ahora que muchos persisten en denominar a nuestra representación como Azucareros y entre los distinguidos en la principal instalación beisbolera   de los anaranjados, paradójicamente solo dos: Pedro Jova y Alberto Martí­nez –una temporada-   lucieron el uniforme de aquel equipo que se entregaba al terreno como pocos en la historia de los campeonatos nacionales.    

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