Héctor Alomá (a la izquierda)junto a Normando Hernández, su compañero de batería durante muchos años en las transmisiones deportivas de la CMHW.
Osvaldo Rojas Garay
5890
23 Abril 2017
23 Abril 2017
hace 7 años
Hubiera querido que fuera una confusión, un rumor falso como aquel de julio de 2009 cuando lo enviaron para el otro mundo. Entonces su esposa Aleida me dijo que seguía vivito y coleando.
Este domingo no ocurrió así. La propia Aleida me confirmó la lamentable noticia: a las 4 y 50 de esta madrugada el destacado narrador y comentarista deportivo Héctor Lino Alomá Fontanills nos abandonó físicamente.
Nacido el 23 de septiembre de 1929, en Cruces, actual provincia de Cienfuegos, comenzó a hacer turnos de noche como locutor de cabina en la CMHK y por el día trabajaba en una farmacia.
Tras el triunfo de la Revolución empezó a laborar en el Departamento de Divulgación y Propaganda del INDER, en el antiguo territorio de Las Villas, y al surgir las series nacionales de béisbol simultaneaba esa actividad con la de narrador de la emisora CMHW.
Llegó el momento en que no pudo continuar realizando las dos tareas y para el bien de la narración deportiva se decidió por la Doblevé, que era lo que más le gustaba.
Pasó a la jubilación en la década del noventa, pero siguió prestando servicios como uno de los conductores del programa La Explosiónde las 12. Durante su vida profesional en la Reina Radial del Centro compartió micrófonos con Ramón Piti Rivera, Rafael González Reyes, Luis Acosta, José Luis Nápoles y Normando Hernández Castro, con quien integró un binomio emblemático en la narración deportiva en el llamado interior del país.
Admirador de los Cardenales de San Luis, Alomá tuvo el honor de conocer importantes figuras como el dirigente político Eduardo Chibás y el popular cantante Tito Gómez, además, por supuesto, de la mayoría de los grandes peloteros que han desfilado por las series nacionales.
Ocho años atrás cuando arribó a los 80 tuve el gusto de hacerle una extensa entrevista. Me confesó que su figura inspiradora había sido el argentino-cubano-estadounidense Buck Canell, a quien le estrechó la mano en mayo de 1969, cuando el ilustre cronista estuvo de visita por nuestro territorio e incluso dialogó con compañeros del periódico Vanguardia.
Canell llegó con el objetivo de dialogar con Martín Dihigo, el Inmortal, de quien se habían difundido falsos rumores de su muerte. Alomá y el colega Miguel íngel Pérez Cuéllar también desaparecido, acompañaron al distinguido huésped a Cruces, donde radicaba en aquellos momentos el primer pelotero cubano exaltado al Salón de la Fama en Cooperstown.
De Buck Canell recreó Héctor Alomá algunas frases que pegaron en los oyentes de las transmisiones beisboleras en el centro del país como «le tira y abanica » y «no se vaya nadie, que esto se pone bueno ».
Hace dos meses lo visité. Sentí que tenía una deuda pendiente con él. Ya había perdido la memoria y repetía a cada rato el nombre de Eduardo Chibás.
Héctor Alomá ha partido hacia la vida eterna. Desde acá, mientras lata mi corazón seguiré recordando a aquel hombre impecable al vestir, de carácter agradable, jocoso, que bebía una copita de vino, jugaba alguna que otra vez una partida de dominó y leía diariamente el periódico «porque había que mantenerse informado ». No podré olvidar nunca al amigo que desde hace un cuarto de siglo jovialmente acostumbraba a decirme el Chico de Báez.