
El 3 de febrero de 1977 se divulgó la noticia: Martín Magdaleno Dihigo Llanos había sido elegido para el Salón de la Fama de Béisbol de Cooperstown, Nueva York, por el Comité Especial de Ligas Negras.
Mas, no fue hasta el 8 de agosto de 1977 –hace hoy 40 años- que se colocó la placa correspondiente a Dihigo en el lugar que lo convertía en el primer pelotero cubano y segundo latinoamericano –después del puertorriqueño Roberto Clemente- en ser exaltado al salón de los inmortales del béisbol.
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Muchos de los que lo vieron jugar decían que era el jugador más completo que había pisado un terreno de béisbol. Por algo, al confeccionarse el equipo negro Todos Estrellas de todos los tiempos, lo denominaron como el más versátil por su facilidad para desempeñarse en las nueve posiciones.
De él dijo el legendario lanzador Leroy Satchel Paige: «Dihigo es el pelotero más completo al que me he enfrentado en las Ligas Negras. Era una estrella en cada posición. Tenía unas manos fuertes, seguras, gran velocidad, pero sobre todo, gracia para jugar a la pelota ».
Con esta opinión coincidió otro estelar, Back Leonard, quien afirmó: «Dihigo lo hacía todo bien†jugaba cualquier base y, además, era un pitcher que hubiese ganado al menos veinte juegos en las Mayores. Lo veía y no salía de mi asombro, todo lo hacía con soltura y elegancia, tenía vista, tenía piernas, tenía brazo y era inteligente ».
Así de grande era Martín Dihigo, elevado al Salón de la Fama de Cooperstown, sin haber transitado por las llamadas Ligas Mayores, debido a la barrera racial establecida en ese nivel hasta 1947. Después accedieron a ese sitio otros tres cubanos, Tany Pérez, en 2000 y José de la Caridad Méndez y Cristóbal Torriente, en 2006.
Entre las tantas hazañas rubricadas por el excepcional beisbolista está la que protagonizó con los Leopardos de Santa Clara, en la temporada de 1935-1936, en la cual participó como manager-jugador.
Como director guió al Santa Clara a la conquista de su segundo banderín en la Liga Cubana con balance de 34 y 14. No conforme con eso, se adjudicó nueve lideratos, entre ellos los de ¡bateo y pitcheo!
Terminó al frente de los bateadores con 358 de average y encabezó el casillero de ganados y perdidos entre los serpentineros con 11 satisfacciones y 2 fracasos, para 846 de promedio.
Además culminó de puntero solitario en anotadas (42) y triples (8) y compartió la cima de los hits (63) con Willie El Diablo Wells y de empujadas con Bill «Cy » Perkins (38).
En el pitcheo a su corona en average de ganados y perdidos le añadió la de victorias (11), juegos completos (13) y lechadas (4).
Dos años más tarde en México, rindió una labor similar con las íguilas de Veracruz, al obtener el liderato de los bateadores (387) y acaparar los principales departamentos en el pitcheo, pues resultó el mejor en ganados y perdidos con 18 y 2 (900), en ponches (184) y en promedio de carreras limpias (0.90).
Aunque nació el 25 de mayo de 1906 en el ingenio Jesús María (Cidra), actual municipio de Limonar, Matanzas, Dihigo vivió sus últimos años en Cruces, donde residía su esposa María Aurelia Reina Rodríguez (conocida por ífrica).
De ahí que en el año 1969, al sufrir una dolencia cardíaca, el Inmortal fuera ingresado en el Hospital Regional de Cienfuegos. Se corrieron entonces rumores de que Don Martín había fallecido. Incluso la falsa noticia llegó a Estados Unidos y fue muy lamentada por Roy Campanella.
Al enterarse de todo lo sucedido, en una de las entrevistas que le hicieron Dihigo expresó: «Hombre que va, yo no voy a morir hasta 1978 ».
Su última presentación pública ocurrió en el 13 de mayo de 1969 en el estadio Augusto César Sandino, al ser invitado a realizar el primer lanzamiento en un juego correspondiente a la II Serie de las Estrellas. La pelota se la devolvieron al inolvidable José Antonio Huelga, quien se encontraba a su lado, pero Don Martín se la quitó y mientras se la guardaba en el bolsillo le dijo: «No ves que este es mi último lanzamiento ».
Poco tiempo después de ese acontecimiento, el 20 de mayo de 1971, víctima de una trombosis cerebral dejó de existir el extraordinario pelotero.
Entre las tantas crónicas que le dedicaron extraigo un fragmento de la que le escribió el gran Bobby Salamanca, la cual aparece en el libro «El inmortal del béisbol Martín Dihigo », de Alfredo Santana Alonso:
«Los que con él fueron jóvenes y no se saben viejos –señaló Bobby-, pensarán que ya puede morirse cualquiera (…) si se murió el Inmortal, con la muerte de Martín no hacen juego las frases fúnebres (…). Si la muerte diera un chance, hoy volvería a reírse de Campanella. «Ahora es verdad, Roy, pero quizás tú ni lo sabes esta vez ».