Signos de alarmas

Otros azotes, ya reiterados, rondan por los campos villaclareños. No se trata de la brutal sequía, los incumplimientos en los programas de siembra de cultivos varios, las limitaciones de recursos materiales y de semillas, y sus derivaciones en precios abusivos de los alimentos…

A esa suma llegan los «asaltos» a plantaciones, sin que preocupe a los malhechores los períodos de cosechas. Hasta la semilla de ñame, de cualquier dimensión, se llevan. Así dijeron hace poco por Camajuaní, territorio en el cual un 30% de los posibles acopios pasa a manos de  «capos» que luego reinventan los «tráficos» de lo todo lo recogido en los campos.

La mayor preocupación llega con los delitos que inciden en el deterioro de la masa ganadera, principalmente, en bovinos y equinos. Los animales no escapan a la falta de pastos, forrajes y plantas proteicas, en ocasiones inexistentes en algunas fincas.

La provincia, segunda con mayor masa de reses del país —después de Camagüey—, decreció en montos de animales durante los tres primeros meses del 2023. Algunos cálculos, a priori, aseguran que la cifra en pérdidas rebasa los 24 000 animales, y de acuerdo con el dato, menos de medio millón de bovinos se amontonan ahora en predios villaclareños.

El hurto y sacrificio ilegal de ganado, sistemático en cualquier comarca, mantiene en vilo a propietarios que, con guardias, patrullas y corraletas improvisadas, contemplan con airada molestia cómo, sin importar horarios del día, una res «tomó el camino equivocado» y fue a parar a manos de matarifes que luego negocian con los bultos de carnes seleccionadas. Otros dueños de animales —porque también los hay— se desentienden de la debida protección, ¡y allá va eso!   

Las muertes por desnutrición en bovinos adultos, y en especial de terneros, clasifican entre las pérdidas que gravitan con sistematicidad. Unos 5000 animales, por diferentes causas que involucran la alimentación y el manejo de los rebaños, se cuantificaron de menos al concluir el segundo mes del año. Por estos días, con seguridad, el volumen creció.

Al terminar febrero tampoco los nacimientos, casi siempre a costa de la monta directa, según el índice de vacas en existencia, registró una efectiva correspondencia, y apenas llegaron a la cantidad prevista para un mes.

Todo, a corto o largo tiempo, de una manera u otra, representa volúmenes de leche, carne y derivados, renglones dirigidos a industrias y autoabastecimientos, casi siempre incumplidos en la concertación de cifras que involucran a los diferentes territorios.

Un vuelco al «desolado» panorama ganadero —sin importar a quién favorezca la tutela de la masa—, reclaman estos tiempos para preservar la historia del sector.

Al ritmo que vamos, en picadas y sin efectivas siembras de alimento, el manejo de los rebaños  —con inseminación artificial y mejoramiento racial, a veces deteriorado—, y la persistencia del hurto y sacrificio, los villaclareños entraremos en signos de alarmas.