Laura Rodrí­guez Fuentes
Laura Rodrí­guez Fuentes
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23 Marzo 2016

El 23 de marzo de 1896, en horas de la madrugada, un joven teniente coronel mambí­ irrumpe a caballo en la Plaza de Armas de Santa Clara. Parte a galope frente al Casino Español sorteando el fuego cruzado que viene desde el Gobierno Civil y el Teatro La Caridad.

Leoncio Vidal.Leoncio Vidal. (Foto: Tomada de Ecured)El alumbrado público de la céntrica plaza delata la resuelta acción combativa. Por un momento no piensa en la muerte, no siente más que una rabia incontenible contra el español que oprime su Patria. En ese instante recuerda a Rosa, su esposa. Acaricia el peine en su bolsillo con el nombre de su amada grabado.

Espolea a su caballo de una vez y por todas porque la operación asignada por el Generalí­simo Máximo Gómez ha de ser cumplida aunque sus hombres se hayan dispersado.

Ajedrez, pesas y periodismo...

Quizá pocos parques en una misma provincia compartan el nombre de un mismo mártir. Así­ ocurre con las plazas de Camajuaní­ y Santa Clara. La primera se enorgullece de su estancia en esos lares. La otra, fue testigo de la caí­da en combate de una joven promesa mambisa.

Leoncio Vidal Caro, el penúltimo de cinco hermanos concebidos por la cubana Marí­a Rosario Caro y el catalán Salvador Vidal Tapia, nació en Ceja de Pablo, actual Corralillo. Sin embargo, su juventud trascurrió en el municipio de Camajuaní­.

En el trascurso de la Guerra de los Diez años, la familia se trasladó a España por temor a los efectos de la contienda y, a su regreso a la isla, pasaron a vivir en Camajuaní­.

De acuerdo con el historiador Ramiro Porta Aponte, «la llegada de los Vidal Caro a Camajuaní­ marca una fecha significativa y memorable en los anales de este pueblo, y un punto de partida en su ulterior desenvolvimiento cultural y actividades independentistas, pues, en la década de los ochenta se convierten en los mayores promotores culturales del municipio ».

Según las descripciones de Porta Aponte, Leoncio tení­a vastos conocimientos mercantiles y gustaba de practicar su inteligencia. Creó, entre otras cosas, un arado que sustituirí­a el rudimentario usado por los campesinos e incursionó en la perforación de pozos artesanales y la crí­a del gusano de seda.

Jugaba ajedrez, del que tení­a notables conocimientos y levantaba pesas, entre otros deportes. De ahí­, «su fortaleza fí­sica extraordinaria ».

La primera publicación periodí­stica impresa de Camajuaní­, Número 13, se debe a la osadí­a de los hermanos Vidal Caro. Fue quizá, la plataforma para difundir sus ideas separatistas y el punto de partida para la posterior incorporación a la lucha.

La última noche

El generalí­simo Máximo Gómez habí­a regresado de Occidente en marzo de 1896. Con el asalto sorpresivo a Santa Clara se proponí­a, según el historiador César Ruiz, un ataque simultáneo que partiera de dos extremos y que hiciera enterar a los barrios apartados. Con esa embestida impedirí­a que el enemigo se trasladara hacia otras regiones.

Monumento a Leoncio Vidal, en el parque de Santa Clara.Busto de Leoncio Vidal, en el parque que lleva su nombre, en Santa Clara. (Foto: Tomada de Internet)

Hací­a ya varios meses que Leoncio habí­a dejado atrás las tertulias conspirativas y el Cuerpo de Bomberos Voluntarios para alistarse a las tropas mambisas. Para la fecha, su machete cargaba unos cuantos combates con pérdidas materiales y humanas al ejército español.

Tras la orden del general en jefe del Ejército Libertador se conformaron cuatro columnas y la acción estarí­a a cargo del teniente coronel Leoncio Vidal, el único que pudo entrar esa noche a la Plaza Mayor. En Biajacas gordas, el brigadier Juan Bruno Zayas lo propuso ante el Gómez para desempeñar el cometido y, a propósito, asignarle el grado de Coronel.

A pesar de la maestrí­a de Vidal y el notable í­mpetu que le distinguí­a, la potente luz de las farolas conspiró aquella madrugada del 24 de marzo contra el destino del mambí­.

Una sarta de plomo lloví­a sobre el escuadrón. Al caer su ayudante, el cabo Ramón Brito, Leoncio regresó en su búsqueda y lo dispone sobre la montura. Se habí­a quedado solo entre la balacera. Parte, entonces, hacia la Iglesia Mayor al encuentro de refugio. Los disparos enemigos le agujerean la cabeza y el pecho hasta dejarlo tendido y ensangrentado.

Sin embargo, su caí­da valerosa en combate no habí­a sido en vano. Rafael Lubián, presidente del Club Revolucionario de Santa Clara escribí­a a Máximo Gómez: «Pese a la muerte de Leoncio, ¡sensible pérdida!, la operación tuvo los resultados que esperábamos; pues a partir de ese momento, tropas del ejército español recorren los campos de esta provincia en busca de las fuerzas insurrectas para batirlas, disminuyendo así­ los enví­os de armas, municiones, ví­veres y tropas hacia Occidente, donde el General Maceo ha llevado la invasión ».

Más tarde, en 1898, Gómez refiere: «cuando suponí­a yo que los mí­os estaban dentro me enteré de lo ocurrido que habí­an matado al "guapetón" de Leoncio Vidal y me traen 15 heridos. Un í­mpetu me asaltó súbitamente y hubiera entrado a sangre y fuego en Villaclara con mis dos mil y pico de hombres... ».

Concluidas la dominación española en Cuba, el 4 de enero de 1899, el Ayuntamiento de Santa Clara decide nombrar la plaza con el nombre del mártir.

*Citas y referencias extraí­das de Leoncio Vidal a tiro de tercerolas, de Ramiro Porta Aponte, y Sí­ntesis histórica municipal de Santa Clara.

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