La Olimpiada de Ciudad de México, 1968, todavía es muy recordada por la gran cantidad de primacías extraordinarias que allí se establecieron, la más deslumbrante de todas fue el salto de 8,90 metros establecido por Robert Bob Beamon, que pasados 52 años nadie ha podido sobrepasar en citas estivales y, por supuesto, continúa siendo el récord más antiguo del atletismo olímpico.
El récord del orbe en aquellos momentos era de 8,35 metros compartido por el estadounidense Ralph Boston y el entonces representante de la Unión Soviética Ter-Ovanesyan, a quienes el norteamericano les hizo trizas el récord por 55 centímetros.
Se ha dicho que aquel 18 de octubre de 1968 se conjugaron varios factores, la altitud de Ciudad de México (2.250 metros), acompañada por un viento de cara de 2,0 metros, así con 22 años, a Beamon le bastó un salto para entrar en la historia y convertirse en una leyenda del atletismo.
Fue tan extraordinario el récord que los jueces tardaron 20 minutos en dar el resultado oficial. Lo curioso es que nunca más Bob Beamon se acercó a esa primacía, realizó algunos saltos esporádicos, y se retiró.
Aunque no tuvo una extensa carrera deportiva, a Beamon le valió aquel récord fuera de serie, para ser exaltado al Hall of Fame Olímpico estadounidense. Como primacía del orbe la marca duró hasta el campeonato mundial realizado en 1991, en Tokio, donde el norteamericano Mike Powell logró un fenomenal salto de 8, 95 metros.
En la misma competencia, uno de los más grandes deportistas de todos los tiempos, Carl Lewis, logró 8,91, pero su marca no fue homologada, pues la registró con más de 2 m/s de viento a favor.
Aunque a Beamon le destrozaron la primacía mundial en 1991, cada vez que se efectúa una Olimpiada, a partir de Ciudad de México, 1968, es difícil que en el atletismo no se mencione el nombre de Robert Beamon, pues todavía es dueño del récord olímpico más longevo del atletismo olímpico y parece que se va a mantener por largo tiempo.