Orestes Miñoso y Tony Oliva serán incluidos oficialmente en el Salón de la Fama el 24 de julio de 2022, y elevarán a seis el número de cubanos en Cooperstown.
Orestes Miñoso (izquierda) y Tony Oliva (derecha) debieron llegar mucho antes al Salón de la Fama en Cooperstown (Fotos: Tomadas de Internet)
Osvaldo Rojas Garay
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10 Diciembre 2021
10 Diciembre 2021
hace 2 años
Cuando el pasado domingo 5 de diciembre se dio a conocer la noticia de que Saturnino Orestes Armas Miñoso (1923-2015) y Pedro (Tony) Oliva López Hernández (1938) habían sido seleccionados para ingresar en el Salón de la Fama en Cooperstown, se hizo justicia con dos peloteros que debieron llegar mucho antes al templo de los Inmortales.
Elegidos tras la votación de dos comités de veteranos, ambas estrellas del deporte de las bolas y los strikes serán exaltados oficialmente el 24 de julio del 2022. Lástima que Oliva no esté allí acompañado por su compatriota, Minnie Miñoso, quien no recibirá en vida el anhelado reconocimiento, pues falleció en el 2015.
La relación de peloteros latinos en Cooperstown ha crecido a 17, y para orgullo de la familia beisbolera cubana, la mayor de las Antillas encabeza esa lista con seis miembros, seguida por Puerto Rico (5), República Dominicana (3), Panamá (2) y Venezuela (1).
Apodado el Cometa Cubano, Orestes Miñoso compiló sobre 300 de average en ocho ocasiones, resultó el máximo «estafador » de la Liga Americana en tres oportunidades, participó en siete Juegos de las Estrellas y ganó tres Guantes de Oro en el jardín izquierdo. Promedió 298 en su carrera.
Minnie Miñoso se convirtió en 1949 en el primer latino negro en acceder a las Grandes Ligas, dos años más tarde de aquel 15 de abril de 1947, día en que Jackie Robinson abrió las puertas que estuvieron cerradas para los de su raza. El Cometa jugó en cinco décadas diferentes en la Gran Carpa. Su último partido fue en octubre de 1980, próximo a cumplir 57 años.
En el caso de Tony Oliva resaltan, entre otras cosas, tres lideratos de bateo. Sus dos primeros, 323 en 1964 y 321 en 1965, lo convirtieron en el primer jugador en ganar títulos de bateo en sus dos primeras temporadas completas en Grandes Ligas.
En 1964 lo seleccionaron el Novato del Año en la Liga Americana, pues, además de su average de 323, fue líder del circuito con 217 hits, 43 dobles y 109 carreras anotadas, sumado esto a 32 jonrones y 94 impulsadas.
Al oriundo de Pinar del Río lo eligieron en ocho ocasiones para intervenir en los Juegos de las Estrellas. En 15 temporadas, todas con los Twins de Minnesota, promedió 304. Por otra parte, el hermano del otrora destacado lanzador de las series nacionales, Juan Carlos Oliva, disparó 220 jonrones en su carrera.
¿Quiénes son los otros?
Antes que Miñoso y Oliva, ya tenían su placa en el nicho de los inmortales Martín Magdaleno Dihigo Llanos (1906-1971), desde 1977; Atanacio (Tany) Pérez Rigal (1942), en el 2000; José de la Caridad Méndez Báez (1887-1928) y Cristóbal Torriente (1893-1938), ambos en el 2006. De los seis, Tany Pérez y Oliva son los únicos que viven todavía.
El primer jugador latino exaltado al Salón de la Fama fue el puertorriqueño Roberto Clemente, en 1973; un año después del trágico accidente de aviación que le costó la vida el 31 de diciembre de 1972, cuando intentaba llevar ayuda humanitaria a los damnificados por el terremoto en Nicaragua. Los boricuas tienen a otros cuatro peloteros en Cooperstown: Orlando Cepeda (1999), Roberto Alomar (2011), Iván Rodríguez (2017) y Edgar Martínez (2019).
De República Dominicana han sido exaltados Juan Marichal (1983), Pedro Martínez (2015) y Vladimir Guerrero (2018). Panamá cuenta en el nicho de los inmortales con Rod Carew (1991) y uno de los mejores relevistas de todos los tiempos: Mariano Rivera (2019), mientras que Venezuela se da el lujo de tener un astro del campo corto como Luis Aparicio, cuya placa fue colocada en el prestigioso recinto en 1984.
Casi todos los países del área donde se juega béisbol tienen su Salón de la Fama; pregunto entonces por qué no hay en nuestro país un recinto donde se resalten los peloteros cubanos. Existió uno establecido en 1939, que se interrumpió en 1960; luego, gracias a un entusiasta grupo de amantes al béisbol, se trató de rescatarlo y se reabrió en el 2014. Hubo otro intento, pero todo quedó ahí.
Increíble que desde el 2016 Matanzas posea su Salón de la Fama en el vetusto estadio Palmar de Junco y no haya uno nacional. Pienso que Villa Clara, cuna de grandes peloteros, desde Alejandro Oms, Pablo (Champion) Mesa, Conrado Marrero y Manuel (Cocaína) García hasta la actualidad, puede tomar la iniciativa de los yumurinos y hacer el suyo.