Resultado de la poca percepción de riesgo, en aproximadamente cinco meses se ha triplicado la proporción de personas con edades entre los 15 y los 24 años infectadas.
Desde que esta bomba biológica explotó (desde el mismísimo minuto cero), las organizaciones internacionales, los medios de comunicación, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) obraron mal. ¡Muy mal! Hicieron creer al mundo que los garantes del orden sanitario mantenían la situación bajo control. Por muy poco tiempo el caos permaneció lejos.
La COVID-19 empezó a tocar puertas y puertas y más puertas hasta que, con sus tentáculos, invadió este planeta. Luego, como si fuera poco, la opinión pública comenzó a «intuir » que el nuevo coronavirus era un «remedio » al estilo de la más moderna selección natural para liquidar a la población anciana.
La juventud, que pensó llevarse la «mejor » parte, entró al ruedo con una alta dosis de confianza. Los padres abrazaron la tranquilizadora idea de que en los niños la COVID-19 no pasaba de ser un catarro complicado. ¿Autocomplacencia? Tal vez, pero matizada con un poco de infodemia, desinformación y fake news.
En Madrid, este miércoles convocaron una gran manifestación contra el uso del nasobuco. El movimiento, protagonizado por gran cantidad de jóvenes, cree que la pandemia es un complot gubernamental de distracción.
Hace un par de semanas, Donald Trump aseguró a la opinión pública que los niños eran casi inmunes a la COVID-19 y que por tanto debían volver a sus clases presenciales.
En las redes sociales circularon retadoras actitudes de adolescentes lamiendo inodoros, timbres, desodorantes o artículos en supermercados bajo el rótulo « ¿Quién le tiene miedo a la COVID? ».
Los rebrotes, costumbres y hábitos de vida, las fiestas y el contacto social de la antaña «normalidad » están dañando la resiliencia colectiva. ¿Resultado?: en aproximadamente cinco meses se ha triplicado la proporción de personas con edades entre los 15 y los 24 años infectadas.
Las últimas cifras de China donde comenzó el brote el pasado diciembre y existe más experiencia sobre el agente patógeno evidencian que los menores podrían contraer la enfermedad en proporciones comparables a las de los adultos. Pero no vayamos tan lejos.
En Cuba, los casos positivos de personas jóvenes han aumentado considerablemente y el rango de edad entre 20-29 años (604) se encuentra en el segundo lugar de los contagios, solo superado por los pacientes de 50 a 59 años (708). Por su parte, 165* niños de cero a nueve han sido víctimas de la enfermedad.
«Tengo un mensaje para los más jóvenes: no son invencibles, el virus los puede poner en el hospital por semanas o incluso matarlos », dijo en marzo Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS, como si hubiera anticipado lo que estaba por venir. Los jóvenes mueren, sí. Y no por patologías médicas preexistentes.
Muchos de los casos más graves de COVID-19 en los adultos pudieran deberse a respuestas inmunitarias hiperactivas que destruyen células sanas junto a las infectadas. Teorías. Ningún científico lo sabe aún. Durante el mes de julio, de acuerdo con cifras de los centros para el control de las enfermedades, aproximadamente 3800 adultos jóvenes fallecieron debido a la pandemia.
Ahora, la enfermedad está incluida dentro de las principales causas de muerte para este grupo etario. BBC Mundo ha revelado testimonios que aseguran que durante los últimos días, en España uno de los países europeos más golpeados las neumonías derivadas de la COVID-19 también se están complicando en pacientes jóvenes.
¿Y en los niños? En ellos se levantan nuevas sospechas. Los últimos reportes del síndrome multisistémico inflamatorio pediátrico (MISC-C) causan preocupación. Europa, Reino Unido y ahora Estados Unidos activan protocolos para tratar a pacientes que han sido hospitalizados en cuidados intensivos debido a la impredecible patología.
En Cuba, según datos del Grupo Nacional de Pediatría del Ministerio de Salud Pública, dos niños llegaron a complicarse con esta afección. Desde que las autoridades internacionales dieron la alerta, los médicos iniciaron una férrea vigilancia. Por fortuna, el nuevo síndrome continúa presentándose con muy baja frecuencia y la mayoría de los infantes se recuperan por completo. Pero la dolencia es nueva y las secuelas aún no han podido ser apreciadas en su justa medida.
Sin pecar de alarmista, la COVID-19 es una realidad que no admite valentías ni desenfrenos. Takeshi Kasai, funcionario de la OMS, advirtió que las personas de 20, 30 y 40 años son las que impulsan en estos momentos la propagación del virus a los más vulnerables. Muchos de ellos, jóvenes asintomáticos que, sin saber que están contagiados, arrastran la irresponsabilidad a casa.