Será básico para aportarle a la vida la solución de complejos problemas que agobian en la cotidianidad, y en ello tendrán un peso considerable los proyectos locales.
Ahora que los tiempos demandan miradas diferentes, la ciencia villaclareña enfila su curso y apuesta por que las investigaciones desplieguen sus potencialidades y aporten innovaciones.
Resulta un objetivo esencial en la búsqueda de soluciones a complejos problemas que agobian cotidianamente, y en ello tendrán un peso considerable los proyectos locales, en correspondencia con las propias debilidades presentes en los municipios: el mejor escenario para conocerlas.
En este sentido habrá que «auscultar » los puntos flacos, a fin de aplicar sus correspondientes «tratamientos » y utilizar las fortalezas que impulsen el avance en cada territorio.
No son utopías. Se imponen pasos certeros dirigidos a aprovechar los recursos propios, y desterrar el nefasto hábito de esperar a que un barco llegue de tal o más cual lugar cargado de productos importados, una práctica a la que tanto se recurrió en etapas anteriores.
Lo primero es contar con proyectos sólidos, sin dar cabida a las improvisaciones, por lo que habrá que pensar en elementos básicos dirigidos a las inversiones eficientes, al caudal que ofrece el encadenamiento productivo y de qué manera el municipio pudiera incorporar sus potencialidades a la cartera de exportaciones.
Si bien los renglones de la economía reclaman urgente prioridad, la preservación de la vida humana no puede aislarse de estos objetivos, por lo que será necesario desplegar todo el intelecto en el enfrentamiento al cambio climático y a los fenómenos naturales que atentan contra la población.
La tormenta tropical Laura constituyó el más reciente de los ejemplos, mas no podemos dormirnos en los laureles ante una prioridad tan esencial como es la preservación de la vida humana.
Si no tuviéramos una Defensa Civil consolidada, un sistema gubernamental a prueba de fuego y, en el caso de Villa Clara, una plataforma de estudio de peligros, vulnerabilidades y riesgos (PVR), que contempla desde los territorios hasta el último consejo popular y zonas, la realidad fuese otra.
Nuestros científicos avizoraron el futuro, crearon esta herramienta en medio de un universo cada vez más complejo y reforzado, ahora, con los efectos de una COVID-19 devenida desafío impostergable.
Por ello se hace énfasis en la diversidad de las intervenciones, que desde cada terruño se actúe con un marcado sentido de pertenencia y que, además de lo eminentemente económico, se dediquen pensamientos y acciones hacia lo sociocultural, lo comunitario, sin excluir lo que resulta para la nación una prioridad de primer orden: la producción de alimentos.
Estos proyectos de desarrollo local no deben quedarse en la individualidad ni en «parcelas privadas ». Impera abrir el espectro hacia las entidades estatales, las cooperativas agropecuarias y no agropecuarias, los trabajadores por cuenta propia, organizaciones de masas y sociales, e, incluso, unir varios de ellos para consolidar el objetivo.
Abogo por la cooperación como elemento vital, por el seguimiento oportuno con la guía de aquellos que más saben. No se trata de dejar a los municipios como barcos a la deriva. Habrá que asesorarlos en los detalles pertinentes, acompañar a los más rezagados para que puedan avanzar.
En el logro de este propósito nuestra comunidad científica ha decidido tender manos a quienes lo requieran, porque el trabajo comunitario integrado extiende su mirada hacia el aprovechamiento de los recursos territoriales dirigidos a la sostenibilidad.
A mi modo de ver, en la actualidad no se conciben fórmulas anteriores que llevaron a que un proyecto quedara a mitad del camino o que simplemente no sobrepasara las metas pautadas, sin ver materializado el objetivo por el cual surgió.
Habrá que consultar, no irse con la primera idea que pase por la mente, sino razonar, meditar, en bien de la comunidad.
Por otra parte, existe el aporte del 1 % a la contribución territorial para el desarrollo local, que en Villa Clara ha tenido sus fisuras, al dirigirse mayoritariamente a obras de beneficio social, que evidentemente hacen falta. Pero, ¿por qué no utilizar este financiamiento para potenciar también el sector productivo o para la diversificación de la agricultura y el crecimiento de la acuicultura?
¿Por qué no enfilar la mirilla hacia las minindustrias locales para cerrar ciclos y lograr el encadenamiento deseado?
No hay que olvidar que al dedicarse estos aportes a la rama productiva, se generan mayores riquezas e ingresos.
Además, los residentes en cada municipio no pueden ver el asunto como actores lejanos ni cruzados de brazos. Esos proyectos y estrategias encierran los sueños de muchos, la vida del pueblo, los anhelos de años y que quisiéramos convertirlos en realidad, lo que un día pensamos y no fuimos capaces de sugerir o de apoyar.
Se trata de mejorar la calidad de vida y el bienestar colectivo, con la participación de todos; conjugar los intereses personales y familiares con los sociales, para edificar una sociedad mejor aportando cada uno lo que pueda. Sentar cátedra por un fin que consolide ese empeño de que todos pensemos, actuemos y le aportemos al país.
Claro, cada quien con su responsabilidad, pero inmersos en el precepto de acciones transformadoras de la realidad que conduzcan al progreso. Se trata de hacer historia con acierto científico, de unir el talento colectivo en busca de bienestar.