Corazón de ciudad

¿Cuál es la magia o el encanto de Santa Clara? ¿Qué habrí­a que cambiarle a esta ciudad? Los que la habitan nos cuentan.

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Monumento a Marta Abreu en el Parque Vidal.
Monumento a Marta Abreu en el Parque Vidal. (Foto: Miguel Denis Dorta)
Miguel Denis Duardo (estudiante de Periodismo)
921
16 Julio 2022

Esta ciudad tiene una melodí­a bien rara. Los pasos suenan, pero no alcanzan a escucharse. La respiración de los viejos, mucho menos. Las voces, murmullos. El ambiente es demasiado agitado como para detenerse en esas cosas. En Santa Clara, la música de los establecimientos, de las guitarras vagabundas, el trinar de los totí­es, de motonetas, carros, camiones y patines, marcan el pulso de la urbe.

Zona del Parque Vidal, de Santa Clara.
(Foto: Miguel Denis Dorta)

«Un poco de todo llega hasta aquí­ », cuenta Islen Carnaval López, dependiente de un extracto de ciudad llamado El Mejunje. «Si Santa Clara no duerme, este lugar, tampoco. Desde las 7:00 a. m. hasta cualquier hora de la madrugada está lleno de gente: roqueros, animalistas, adolescentes, trovadores, extranjeros, raperos, transformistas, universitarios, artistas. Todo el que se pierde viene a parar aquí­ ».

Algo muy parecido comenzó a sucederle al pueblo desde el lejano y fundacional 15 de julio de 1689. Cuando se asentaron las primeras familias desde Remedios ¿18, 32, 70, 7 familias?, poco tiempo estuvieron solas. Enseguida llegaron los foráneos al centro de Cuba, y empezaron a cultivar sus huesos, la sazón, los dicharachos y los cuentos de noche.

(Des)memorias pilongas

«A inicios del siglo xix el Cabildo Congo de la ciudad era el que iniciaba la procesión a la Virgen de la Caridad, frente a la Iglesia de Buen Viaje, con sus cantos y vestuarios, que luego dieron paso a las comparsas de la segunda mitad del propio siglo ».

Con 93 años de andanzas citadinas, la investigadora cultural y vicepresidenta de la Unión Nacional de Escritores y Artistas (Uneac) de Villa Clara, Martha Anido, relata que en las calles de antaño se oí­an las carrozas de caballos y, luego, los coches con capacidad para más personas, «porque la ciudad fue creciendo y también la necesidad de moverse ».

Ya el galope se escucha menos. «Es natural el cambio, pero insano el olvido »; considera la mujer que revive glorias pasadas.

«En febrero, época de carnaval, decoraban los coches, los autos, los maniquí­es y postes de la luz. Era un festejo participativo. Ahora la gente va, pero tan solo se sienta a ver las comparsas y carrozas pasar. No se siente el ambiente carnavalesco.

Escultura El Niño de la Bota Infortunada, en el Parque Vidal, de Santa Clara.
Escultura El Niño de la Bota Infortunada, en el Parque Vidal, de Santa Clara.

«Parecido sucede con la celebración de la Verbena de la calle Gloria. Antes, las personas iban a disfrutar más de la música, con los juegos de los niños, de la comida ligera. Hoy, la mayorí­a se concentra sobre los  quioscos de las confituras o lo que lleven a vender. Las realidades sociales han cambiado mucho, pero debemos ser creativos para mantener la tradición local.

«Oiga, hay mucha historia por evocar. Por ejemplo, las tertulias literarias en casa de Miguel Gerónimo Gutiérrez, donde además de pianos, guitarras y versos, los patriotas gestaban el alzamiento de Las Villas para la guerra de 1868. O al también santaclareño José Surí­ íguila, cirujano autodidacto considerado uno de los primeros poetas cubanos, allá por los inicios del siglo xviii, y que, sin embargo, no hay nada tangible en esta ciudad para recordarlo.

«Hay que tener el deseo de conservar, de hacer, de no perder el legado de los años. Así­ sucede con las construcciones. No hemos conservado los lugares emblemáticos. Se han destruido o los hemos dejado destruir para luego, en su ausencia, hacer un parquecito ».

Con el criterio de Martha coincide Carlos Santiago Coll Ruiz, director del Archivo Histórico Provincial. «Ante el poco desarrollo de una nueva infraestructura, las necesidades socioeconómicas van a resolverse sobre el patrimonio edificado. Tanto es así­, que en muchos casos solo quedan, de patrimonial, las fachadas ».

Estas dos  personas que no quieren respirar un aire distinto al de su ciudad, también hicieron coincidir sus respuestas ante la interrogante:

Santa Clara está en el corazón de Cuba, pero, ¿dónde encontrar el corazón de la urbe?

En el Parque Vidal.

A tu tierra, grulla, aunque sea con una pata

Leonardo Garcí­a Valdés lleva 20 años limpiando las hojas secas, pétalos y los residuos caí­dos sobre los caminos y jardines del Parque Vidal: el lugar favorito de su ciudad natal. «Yo lo cuido. Aquí­ crecí­. Traje a mis hijos en su momento y, también, a mis nietos.

Parque Vidal, de Santa Clara.
 (Foto: Miguel Denis Dorta)

«He salido del paí­s a tres misiones internacionalistas y 17 veces a la antigua URSS. Mis amigos me jaranean de por qué no me quedé por allá, pero, ¿pa' dónde voy a ir?, si no hay nada mejor que lo de uno.

«Para mí­ andaba medio perdida Santa Clara, pero la están pintando, la van recuperando. Sin embargo, mira ese edificio al lado del Pre el IPU Osvaldo Herrera. Antes fue un cine, cafeterí­a y lugar de viviendas; ahora, ruinas. El gobierno y la gente tienen que hacer un gran esfuerzo pa' acabar de rescatarlo. Poquito a poco, como dijo Dí­az-Canel ».

Por otro lado, él dice que la juventud anda muy a lo loco, y su ritmo para trabajar es lento, pero no le molestan los muchachos «que ya han hecho suya la ciudad ». Javier Alejandro Valdés Luna tiene 15 años, y en el parque dejó un poco de su piel, sangre y alguna disimulada lágrima de hombre, mientras aprendí­a a montar patineta con sus amigos.

Hace ya más de un año de esos tropiezos, «ahora, a falta de un skate-park, patinamos todos los dí­as hasta las seis de la tarde; y en los fines de semana, hasta las dos de la madrugada, en el malecón ».

Javier Alejandro Valdés Luna, patinetero,
Javier Alejandro Valdés Luna, uno de los skaters  que patinan en la ciudad. (Foto: Miguel Denis Dorta)

La acera lateral del histórico teatro La Caridad se ha convertido en «el malecón » de una ciudad nostálgica por la costa. «Para ahí­ va un poco de todo, reparteros, raperos, otakus, trovadores y nosotros, los skaters ».

Felizmente, sin mar

El trovador Ernesto Fabián es otro hijo de esta tierra. También joven, de 24 años, pero prefiere experimentar su ciudad con menos velocidad.

«Mi lugar preferido es el parque, lo más parecido que tengo al cuarto de mi casa, donde me inspiro y creo. Mi mayor disfrute es sentarme a ver la gente que no conozco, y andar las calles. Quizás, por eso hay un pedazo de Santa Clara en todas mis canciones.

«En Malecón sin mar   «hablo del malecón mí­o, no el de hoy. Ahora es de los más nuevos, que casi debes pedirles permiso para tener un pedazo de muro. Pero eso está bien, Santa Clara se transforma porque cambia su gente ».

Trovador Ernesto Fabián.
El trovador Ernesto Fabián. (Foto: Miguel Denis Dorta)

«Ciudad a cuestas  es otro tema construido tras mucho observar. «El estribillo de mi canción es un binomio de amor y odio: amo la parte espiritual y odio, de manera sana, las cosas que están mal: Parques mugrientos, muriendo en el corazón de su último banco ».

El de Las Arcadas, siempre ha sido de los más bonitos, pero generalmente las personas solo llegan a los baños. «Ya esto es 24 horas », cuenta Juventino Toledo Madrigal, administrador del parque desde el 98.

«Porque cuando cierran El Mejunje los muchachos vienen para acá y cuando se va la corriente en los barrios, también. Las carpas de los artesanos ayudaron mucho. Algunos dicen que afean el parque, pero junto a la danza, la trova y los boleros, le devuelven el movimiento. Algo así­ deberí­a tener cada parquecito de por ahí­, para que la gente vaya ».

Desde el café CazAmigos, de la Casa de Cultura Juan Marinello, Ernesto Fabián reflexiona: «Después de estos dos años de pandemia, los santaclareños no somos los mismos. Muchos sitios están cerrados y reina un poco la apatí­a. Todo el mundo anda para resolverse la vida y se les olvida vivir.

«Aunque no todo es malo. De esa fecha hacia acá mejoró el trato a los animales callejeros. Antes se morí­an solos en cualquier esquina. Ahora, uno los ve y sabe a dónde ir, a quién llamar, o los atienden y cuidan en casa ».

Trovador, ¿qué le cambiarí­as a Santa Clara?

Yo le cambiarí­a... a la ciudad de mis vivencias, de mis amores, mis canciones... realmente nada.

Con 333 años, Santa Clara canta, baila, sufre y goza al ritmo de sus melodí­as bohemias.  

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